Las ruinas de la biblioteca de Sarajevo, icono de la barbarie

Las ruinas de la biblioteca de Sarajevo, icono de la barbarie

El haz de luz que atraviesa la sala destrozada de la biblioteca de Sarajevo embellece su terrible atmósfera. La publiqué por primera vez en agosto de 1993. Con el paso del tiempo se ha convertido en un icono de la barbarie. La tomé el último domingo de junio sobre las nueve y media de la mañana. Nunca pensé que esa fotografía entraría en los museos. Nació para documentar el horror de la guerra, la incapacidad del hombre para vivir sin matar a su vecino.

Hoy gusta aunque a veces no sé si los que consumen fotografía y arte entienden qué pasó en aquella ciudad custodiada por los cañones durante cuatro años, olvidada por los políticos, los diplomáticos y la mayoría de los ciudadanos occidentales.

 

Esta imagen nació para denunciar el fin de la convivencia étnica. El periodismo debe documentar y obligar a reflexionar. El periodismo debe vigilar al poder, no convertirse en su mejor aliado. Esta fotografía documenta y denuncia. Es la verdad de una tragedia que ocurrió en el patio trasero de la Europa privilegiada. La Europa que solo sabe llorar cuando es golpeada directamente por la tragedia. La Europa cínica e hipócrita que habla de derechos humanos al mismo tiempo que mercadea con la muerte, favorece la venta de armas y los negocios con dictadores de pacotilla que regentan países ricos en materias primas.

Esta fotografía nos recuerda que no muy lejos de nuestras casas ocurrieron los hechos más terribles en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Volvieron los campos de exterminio, miles de mujeres fueron violadas, ciudades arrasadas. Se permitió la limpieza étnica. Incluso se aplaudió a los asesinos. La noche de los asesinos fue responsabilidad de quienes sólo nos movilizamos cuando sentimos la angustia a nuestro alrededor.

"La fotografía podría ser esa tenue luz que modestamente nos ayudara a cambiar las cosas", dijo Eugene Smith, unos de los padres de la fotografía humanista y documental. Pero la fotografía, como el periodismo, fracasa al impedir que las atrocidades se repitan año tras año y década tras década.