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Gaza, la promoción de lujo de Trump que pisotea sin piedad el derecho internacional

Gaza, la promoción de lujo de Trump que pisotea sin piedad el derecho internacional

El plan del presidente de EEUU de "tomar el control" de la Franja y convertirla en una Riviera echando a los palestinos causa conmoción por la ruptura que supone con la solución de dos Estados y el papel de Washington como mediador. Es un ultra más.

Donald Trump y Benjamin Netanyahu posan para la prensa en el Despacho Oval, el 4 de febrero de 2025, poco antes de desvelar el plan sobre Gaza.Elizabeth Frantz / Reuters

Queda claro que Donald Trump no ha leído a Mahmud Darwish. Si lo hubiera hecho, el presidente de Estados Unidos habría entendido por boca del mayor poeta palestino reciente que el anhelo de su pueblo es que los "pasajeros entre palabras fugaces" que los rodean, presionan y manosean los dejen en paz de una vez. "Amontonad vuestras fantasías en una fosa abandonada y marchaos (...) / tenemos lo que no os pertenece: una patria y un pueblo desangrándose. / Asentaos donde queráis, pero no entre nosotros. / Aquí tenemos el pasado (...), tenemos el presente y el futuro". 

Los palestinos tienen reconocido internacionalmente su derecho a un estado propio desde la partición del territorio cuando acabó el Mandato Británico, en 1947, y Gaza es parte de ese país, como Cisjordania y el este de Jerusalén. Las sucesivas guerras que han azotado la zona han acabado en otras sucesivas resoluciones de Naciones Unidas que avalan este derecho y el del retorno de los cinco millones de refugiados largos generados por su conflicto con Israel. Hay detrás más de 75 años de batalla justa, reconocida por el derecho internacional. 

Pero el republicano no lo ve o no lo quiere ver. Esta madrugada, en el que es posiblemente el acto más extremo de los desplegados hasta ahora en su segundo mandato, ha anunciado que la Administración estadounidense "se hará cargo" de la Franja de Gaza, que "tomará el control". Dice que hay que echar a sus pobladores (2,3 millones de personas antes de la ofensiva iniciada por Israel en octubre de 2023, tras los atentados de Hamás) y levantar una Riviera. Gaza es, a sus ojos, un resort en el Mediterráneo, una promoción de lujo en la playa (con importantes bolsas de gas a pocos kilómetros, además) en la que Washington limpiará lo que hay y levantará un emporio. 

Ha quedado claro en su mensaje de millonario, en su lenguaje inmobiliario. Es el mismo hombre orgulloso que reconoció, contraviniendo también el derecho internacional, que los Altos del Golán son israelíes, pese a que es suelo ocupado a Siria. Un terreno donde ya se van a levantar 300 viviendas en los bautizados como Trump Hights o Ramat Trump.  

¿Y los palestinos que habitan Gaza y lo han hecho históricamente? Para ellos no hay más pensamiento que mandarlos a países árabes amigos como Egipto y Jordania, que ya han anunciado su oposición al plan. Suena a aquella primera ministra de Israel, Golda Meir, que decía en los años 70 del pasado siglo: "No existe el pueblo palestino. Esto no es como si nosotros hubiéramos venido a ponerles en la puerta de la calle y apoderarnos de su país. Ellos no existen. Había una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra". Fin. La ONU avisa ya de que aplicar semejante hoja de ruta supondrá un caso limpieza étnica. 

Cuando hace diez días el presidente Trump empezó a hablar de Gaza como un lugar de demolición y llamó a "limpiar todo eso", no estaba claro hasta qué punto los suyos eran comentarios improvisados. Un globo sonda o una provocación de un "bocachancla", como lo bautizaron los compañeros de la edición norteamericana del HuffPost

Sin embargo, en los días previos a la visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en cuyo contexto hizo anoche Trump su anuncio, se empezó a ver que su propuesta era profundamente seria y puede traer consigo un terremoto en la historia reciente del conflicto palestino-israelí, un vuelco en las posibles salidas que se manejan y en el papel de los actores implicados. EEUU, desde luego, ya no puede verse más como un negociador o un padrino que llama a una mesa de debate, porque si siempre ha sido parte (o sea, amigo de Israel), con esta propuesta es directamente agresor. 

Los planes del magnate suponen el cambio más radical de la posición establecida de EEUU sobre Israel y los palestinos y ya están siendo vistos como una violación del derecho internacional. Además de cómo será asimilado el anuncio por los ciudadanos en el terreno -lo que empieza a llegar por los periodistas locales es que se sienten como nómadas eternos-, lo anunciado también podría tener un impacto significativo en el proceso más inmediato de cese del fuego en la franja y liberación de rehenes de Israel, en un momento crítico. 

Por supuesto, también en todo Oriente Medio, donde la tensión puede escalar ante esta nueva agresión a los palestinos, reactivando el debilitado Eje de Resistencia de Irán: ya no cuenta con Siria, Hizbulá está muy tocado, los hutíes no dejan de ser atacados por Israel y Hamás está negociando, pero ha avisado hoy mismo de que habrá consecuencias regionales si sigue adelante esta "receta para crear caos y tensión".

Ya se está hablando en Doha de la segunda fase del armisticio pero esto puede hacer estallar todo por los aires. El propio Trump dijo hace dos días que "no hay garantías" de que se vaya a mantener. Sabía bien la bomba que iba a soltar y la posible onda expansiva de sus proyectos. Porque no convencen sus excusas: Trump y sus funcionarios están presentando su llamamiento a "reasentar" puede que "permanentemente" a todos los palestinos fuera de Gaza como un gesto humanitario, asegurando que no hay alternativa para ellos porque Gaza es un "sitio de demolición". Que hay 30.000 bombas sin detonar, como ha dicho esta madrugada Steve Witkoff, el inversor judío al que le ha dado el cargo de enviado especial para Oriente Medio. 

Lo que ocurre es que Trump no planea sacar a los gazatíes a la frontera, limpiar, edificar y llevarlos de nuevo a casa, sino que literalmente ha dicho cuando se le preguntó si se permitiría el regreso de los palestinos, que "la gente del mundo" viviría allí, afirmando que sería un "lugar internacional, increíble", antes de agregar: "También los palestinos". Casi a la fuerza. Witkoff lo resumió todo un poco antes: "Este tipo sabe de bienes raíces". Lo decía por Trump, con orgullo. 

Trump ha afirmado de Gaza que sería la "Riviera del Medio Oriente". Cuando se le preguntó si las tropas estadounidenses participarían en la toma de la franja, dijo: "Haremos lo que sea necesario". Se le ha pasado el minúsculo detalle de que Gaza es de los gazatíes, de los palestinos. Según el derecho internacional, los intentos de trasladar poblaciones por la fuerza están estrictamente prohibidos, y tanto los palestinos como las naciones árabes verán esto como una propuesta clara destinada a su expulsión y a la limpieza étnica de los palestinos de su tierra.

Es por eso los dirigentes árabes ya han rechazado categóricamente sus ideas. En una declaración del sábado, Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, la Autoridad Palestina y la Liga Árabe dijeron que tal medida podría "amenazar la estabilidad de la región, correr el riesgo de expandir el conflicto y socavar las perspectivas de paz y coexistencia entre sus pueblos".

Quien se frota las manos es la extrema derecha ultranacionalista de Israel, que desde hace años desea expulsar a los palestinos de los territorios ocupados y ampliar los asentamientos judíos en su lugar. Los últimos colonos se fueron de Gaza en 2005, generando un hondo pesar en el movimiento ocupante, que recuerda la Franja como un paraíso perdido. Desde que comenzó la ofensiva sobre la zona, varios colectivos se han acercado a los muros de separación -hasta han conseguido penetrar unos metros sin castigo del Ejército- para avisar de que un día volverán. A eso le ha abierto la puerta Trump esta noche. 

Desde los ataques del 7 de octubre de 2023 contra Israel, estos grupos –cuyos líderes han formado parte de la coalición de Netanyahu, la que lo mantiene en el poder pese a los errores de aquellos atentados y evitan que rinda cuentas ante la justicia por supuesta corrupción– han exigido que la guerra contra Hamás continúe indefinidamente, prometiendo en última instancia restablecer los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza.

Por supuesto,  se han opuesto al actual acuerdo de alto el fuego y la liberación de rehenes. Uno de ellos, el partido Poder Judío de Itamar Ben Gvir, dejó el gabinete al firmarse los primeros 60 días de tregua en Gaza, pero dijo que si no se avanzaba más en ella quizá podría regresar. El Partido Sionista Religioso de Bezalel Smotrich avanzó que también se iría si había segunda fase de armisticio. Hoy están felices al ver que Trump, en una vuelta de tuerca nunca vista, ha contentado a todos. 

Ben Gvir ha escrito este miércoles en X: "Donald, esto parece el comienzo de una hermosa amistad". "Cuando dije una y otra vez durante la guerra que esta era la solución para Gaza, se burlaron de mí. Ahora está claro: esta es la única solución, esta es la estrategia para el día después. Hago un llamamiento al primer ministro para que anuncie la adopción del plan lo antes posible y comience un progreso práctico inmediato". El Canal 12 israelí dice que "la probabilidad de su regreso a la coalición de Netanyahu ha aumentado". Trump es ahora un ultra más, plena consonancia.

"Drástico" como nunca

Los analistas consultados de urgencia ante el anuncio de madrugada de Trump califican de "alocado", "ilegal" o "drástico" el proyecto sobre Gaza de la nueva Casa Blanca. Ezequiel Cruz, experto en derecho internacional y antiguo cooperante mexicano en Palestina, recuerda que "se viola el derecho internacional y, en concreto, las Convenciones de Ginebra". Cita el artículo 17, que reza: "No se podrá ordenar el desplazamiento de la población civil por razones relacionadas con el conflicto, a no ser que así lo exijan la seguridad de las personas civiles o razones militares imperiosas. Si tal desplazamiento tuviera que efectuarse, se tomarán todas las medidas posibles para que la población civil sea acogida en condiciones satisfactorias de alojamiento, salubridad, higiene, seguridad y alimentación. No se podrá forzar a las personas civiles a abandonar su propio territorio por razones relacionadas con el conflicto".

"Este plan dañará la credibilidad de EEUU en Oriente Medio de forma definitiva, incluso si hay naciones que ceden por la presión de la Casa Blanca y se acaban plegando, cosa que dudo que ocurra. Enfurecerá a las poblaciones y no sólo habrá levantamientos violentos de grupos o milicias, sino populares. Y es muy complicado lidiar con la calle levantada", augura. Reconoce el olvido de la causa palestina incluso en el mundo árabe en las últimas décadas pero se aferra a "la gravedad de las novedades" para hacer ese pronóstico. "Es un enfoque maximalista que compra a Israel su modelo para la zona, a los más radicales del Gobierno", valora.

Incluso si no hay evacuación, "Trump está logrando algo muy peligroso que es hacer que parezca normal hablar de evacuar a personas que tienen legítimo derecho a permanecer en su tierra". Algo que puede servir "si no de hecho consumado, sí de idea válida" para el futuro del conflicto inacabable, una idea "de mentalidad colonizadora". El alto el fuego, además, "puede darse por dinamitado" si se va adelante con el proyecto.

Palestinos del norte de Gaza tratan de regresar a lo que queda de sus hogares tras la entrada en vigor del alto el fuego en Gaza, el 27 de enero de 2025.Majdi Fathi / NurPhoto via Getty Images

Hassan Mneimneh, analista del Middle East Institute, no cree que Trump esté "fingiendo", por más "absurdo" que sea su plan, que entiende igualmente que supone la "limpieza étnica" de los palestinos. Ya es lo que se estaba viendo en estos años, una postura de apoyo a la "impunidad" de Israel. Así que entiende la conmoción pero ve que es "coherente" con su ideario. 

Supone una "exhibición abyecta de fuerza" tras el tiempo de la Administración Biden, que apoyaba a Tel Aviv pero guardaba ciertas maneras, y habla de Gaza con el mismo aire "expansionista" de Panamá o Canadá. La diferencia que hace notar: que hay 47.000 muertos al menos y un territorio "destrozado". 

¿Puede aplicar su proyecto? "Evidentemente -responde-, porque en apoyo de Israel lo haría. Seguramente habrá resistencia. No es un acuerdo cerrado, pero es un paso del orden basado en reglas a una nueva realidad en la que EEUU e Israel se presentan como los que tienen razón". 

Omar Baddar, un analista radicado en EEUU y bloguero de la edición norteamericana del HuffPost, denuncia la "grotesca distorsión de la realidad" que supone el anuncio. "Es difícil encontrar una palabra que se ajuste a esto", reconoce. Trump, asume, siempre ha sido "extremo y exagerado", pero "esto se lleva la palma". "Básicamente, está diciendo que, oficialmente, la política de Washington ahora es la destrucción de la sociedad palestina y la dispersión a los países vecinos", dice. Le duele que Trump se diga "preocupado" por Palestina, cuando las trata como si fueran "víctimas de un desastre natural", y no lo son. 

Ambas naciones, coinciden los expertos, suponen hoy la mayor amenaza a la estructura del derecho humanitario en el mundo, la creada tras la Segunda Guerra Mundial, como además se ha acentuado esta madrugada con el abandono por parte de Washington del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. También ha congelado los fondos a la UNRWA, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos.

Segunda Nakba

Sus propuestas suponen la transformación más radical de la posición estadounidense sobre el territorio y, en particular, sobre el derecho de su población. Y es que la gran mayoría de los residentes actuales de Gaza son refugiados palestinos de zonas que cayeron bajo control israelí en la guerra árabe-israelí de 1948. Esa contienda marcó la creación de Israel, es un motivo feliz para ese bando, pero en el lado palestino se llamó Nakba, el horror por el que más de 700.000 palestinos fueron expulsados u obligados a huir de sus hogares en lo que hoy es Israel. Son datos de UNRWA.

Decenas de miles de palestinos que venían de la costa mediterránea se refugiaron en Gaza, que quedó bajo control egipcio después de dicha guerra. Israel capturó el territorio de Egipto más tarde, en la Guerra de los Seis Días, en 1967, y comenzó a asentar judíos allí. Al fin, se retiró en 2005, con Ariel Sharon como primer ministro. 

Las propuestas de Trump, de aprobarse, implicarían que esa población, que ahora supera los dos millones de personas, se vería obligada a otras partes del mundo árabe, nadie sabe por cuánto tiempo. Las propuestas eliminarían la posibilidad de una futura solución de dos Estados y por eso están siendo rechazadas categóricamente. Esperando aún la respuesta de la Unión Europea, que hasta había diseñado un documento de fases para llegar a esa resolución

Gran parte de la base política de Netanyahu y del movimiento ultranacionalista de colonos en Israel defenderá las palabras del presidente Trump, viéndolas como el cumplimiento de un medio, como dice Netanyahu, para impedir que "Gaza sea una amenaza para Israel". Para los palestinos comunes, equivaldría a un acto masivo de castigo colectivo. Como dice la Autoridad Nacional Palestina, hablamos de una segunda Nakba.

¿Puede haber un reasentamiento de más de dos millones de gazatíes en suelo egipcio o jordano y que la historia se repita? Es complicado. Egipto ya acoge a nueve millones de inmigrantes. Los grupos más grandes de la población migrante del país provienen de Sudán, Siria, Yemen y Libia, según un informe de 2022 de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU (OIM). El Cairo dice que no puede aguantar más presión por ese flanco, incluso temporal. Además, ¿dónde los llevaría? Lo más cercano es la Península del Sinaí y no es recomendable. Desde que en 2013 comenzó un período de intensificación del conflicto entre el ejército egipcio y los yihadistas en la península, Egipto ha restringido enormemente el movimiento a través del cruce y ha prohibido la entrada de organizaciones de ayuda y periodistas al norte del Sinaí.

Ir temporalmente a suelo egipcio supone establecerse en una zona en mal estado, muy olvidada por las autoridades de El Cairo, donde se han destrozado casas y tierras de cultivo, para crear lo que Egipto describió como una "zona de amortiguación" ya a inicios de esta guerra, cuando se planteó tímidamente esta vía.

El rey Abdullah de Jordania ha advertido insistentemente contra "cualquier intento de desplazar a los palestinos de cualquier territorio palestino o provocar su desplazamiento". Gran parte de la población nacional, hasta dos millones de jordanos, son de origen palestino, incluyendo a la reina Rania. 

En esa oposición confían los analistas para que se frene el proyecto. Y en la de Arabia Saudí, con quien Washington quiere negociar para que establezca plenas relaciones diplomáticas con Tel Aviv y cierre así los llamados Acuerdos de Abraham, apuesta de Trump ideada por su yerno, Jared Kushner. Por ahora Riad ha dicho que sin estado palestino no hay negociación que valga. 

Los palestinos aspiran a tener un estado en Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Oriental como capital. Es un reparto que cuenta con el respaldo de la mayor parte de la comunidad internacional. El mayor espaldarazo de palabra lo tuvo cuando así lo reivindicó públicamente el que fuera presidente de EEUU, Barack Obama, en 2009: "La situación de los palestinos es intolerable. Sufren las humillaciones diarias que acompañan a la ocupación. Nunca daremos la espalda a su derecho legítimo a vivir con dignidad y un estado propio", dijo. Entonces, con aquella presión desde la Casa Blanca, el propio Netanyahu pronunció su famoso discurso de Bar Ilan en el que avalaba esta idea. Era de boquilla, ha quedado claro. 

Ahora, el plan es, como dice el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, hacer "que Gaza sea hermosa de nuevo". No han leído a Darwish, pero tampoco han visto Gaza antes de las bombas. Su mar, sus campos, su gente. Pedir hermosura ante Netanyahu, que es el causante de su hundimiento, sorprende hasta al analista mejor conocedor de Trump. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.