Jose 'Pepe' Mujica, el presidente austero que no se parecerá nunca a ningún otro
Desde su modesta chacra en las afueras de Montevideo hasta la ONU, Mujica dejó una profunda huella en América Latina como uno de los líderes más honestos, carismáticos y coherentes. Mandatarios de todo el espectro político lo despiden como una referencia ética insustituible.

El expresidente de Uruguay, José 'Pepe' Mujica, murió el martes a los 89 años. La noticia, confirmada por el presidente del país que gobernó entre 2010 y 2015, Yamandú Orsi, no sorprendió del todo: su estado de salud se había deteriorado en los últimos meses. Pero al mundo le dolió igual. Mujica era de esos personajes que parecían eternos. "Hasta acá llegué", dijo en enero tras anunciar que el cáncer de esófago que le diagnosticaron meses atrás, había hecho metástasis y se estaba extendiendo al resto del cuerpo. Lo comunicó con la misma claridad con la que vivió y habló toda su vida.
Aunque sabía que se acercaba el final, no le resultó sencillo marcharse. No lo fue nunca. Tampoco aquella vez en que sobrevivió a seis disparos. Ni durante los diez años que pasó preso en condiciones inhumanas, confinad en un calabozo de apenas un metro cuadrado y en el que, para no volverse loco, domesticaba ranas, alimentaba ratones y hablaba solo. De allí salió sin odio. Salió con una idea: no vivir para cobrar cuentas, sino para servir.
Su vida política empezó en la clandestinidad y terminó siendo presidente de Uruguay. Fue líder de los Tupamaros, prisionero, fugitivo, senador, ministro de Ganadería y jefe del Estado. No fue una conversión. Fue un tránsito. Del fusil al escaño. De la resistencia a la democracia. Y en todos esos papeles, José 'Pepe' Mujica fue siempre el mismo: austero, coherente y brutalmente honesto. Gobernó el país que lo vio nacer durante cinco años y convirtió su pequeña chacra en Rincón del Cerro, cerca de Montevideo, en símbolo global de la política sin privilegios.
Una política con los pies en la tierra
Rechazó vivir en la residencia presidencial, donó gran parte de su sueldo y seguía conduciendo su viejo Volkswagen Escarabajo de 1987. Recibía a los líderes mundiales con un mate en la mano y una perra de tres patas rondando por el patio de su pequeña finca. Su estilo era rudo, directo, desprovisto de retórica inútil. "Dicen que soy un presidente pobre. Pobres son los que precisan mucho”, dijo una vez. Porque Mujica encarnaba una filosofía que incomodaba: vivir con poco, hablar con claridad y gobernar sin mentir.
Su legado como presidente está marcado por leyes que colocaron a Uruguay en el mapa de las democracias progresistas. Legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, despenalizó el aborto en las primeras doce semanas de gestación y convirtió al país en el primer Estado del mundo en regular la producción y venta de cannabis. Estas reformas no nacieron del capricho ni de la ideología militante, sino de una convicción práctica: que los Gobiernos deben garantizar derechos y tratar a los ciudadanos como adultos.
En lo económico, su Ejecutivo mantuvo la estabilidad que ya había heredado del Frente Amplio, pero reforzó el perfil social de la política uruguaya. Bajó el desempleo, redujo la pobreza y promovió la inversión extranjera. Aun así, fue el primero en admitir que no fue capaz de hacer todo lo que se había propuesto. "La educación me ganó”, reconoció en varias entrevistas, al hablar de la frustración que sentía al no sacar adelante la reforma del sistema educativo público. Esa capacidad para asumir los errores en público es una de las razones, que son muchas, las que ayudaron a que su figura se ganase el respeto, incluso, hasta de sus más acérrimos enemigos.
Reacciones desde todos los rincones del planeta
La muerte de 'Pepe' Mujica ha derivado en una oleada de mensajes de condolencia que, más allá del protocolo, reflejan la dimensión del expresidente austero de Uruguay, quien sin renunciar jamás a sus ideas, logró lo que muy pocos políticos consiguen en vida: el reconocimiento sincero de sus adversarios. Desde la izquierda en América Latina, la respuesta ha sido coral y muy emotiva.
El presidente de Brasil, un Lula da Silva "lleno de tristeza", se despidió de un expresidente que ha calificado como "un gran amigo" y uno de los artífices de la integración de América Latina. "Su vida fue un ejemplo de que la lucha política y la ternura pueden ir de la mano. De que el coraje y la fuerza pueden ir acompañados de humildad y desapego", ha señalado el presidente brasileño desde Pekín, a donde había viajado para participar en la cumbre entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner se refirió a él como "un gran hombre que dedicó su vida a la militancia y a su patria". Su sucesor, Alberto Fernández, apuntó en otro mensaje publicado en la red social de Elon Musk: “Fue un ejemplo de austeridad en una sociedad que premia a quienes amasan fortunas"
Desde Colombia, Gustavo Petro, que también fue guerrillero como Mujica, se despidió del expresidente con una frase con una gran carga de admiración: "Ojalá América Latina, algún día, tenga himno. Mujica fue un gran revolucionario que entendió que la paz era lo más importante".
Por otro lado, el presidente chileno, Gabriel Boric, escribió en otro tuit: “Pepe querido, te imagino partiendo preocupado por la ensalada amarga que hay hoy en el mundo. Pero si algo nos dejaste fue la esperanza incombustible de que es posible hacer las cosas mejor”.
En España, las reacciones han cruzado todas las líneas ideológicas. Desde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que escribió en otro mensaje: "Un mundo mejor; en eso creyó, militó y vivió Pepe Mujica. La política cobra sentido cuando se vive así, desde el corazón”. La vicepresidenta, Yolanda Díaz, compartió una imagen junto a 'Pepe' Mujica, un "ejemplo de fuerza y esperanza" para la ministra de Trabajo, quien ha prometido seguir el legado del expresidente uruguayo: "Tus palabras nos acompañarán siempre".
Incluso desde el Partido Popular se han despedido de Mujica, aunque con críticas por las palabras que ha escogido su líder, Alberto Núñez Feijóo, para recordar y rendir homenaje al guerrillero que gobernó Uruguay: "Desde la discrepancia ideológica, siempre diré que fue una persona cordial y hospitalaria. Mi pésame a la familia y amigos de Pepe Mujica”.
El hombre que no quiso bronce
En 2018, Mujica se retiró de la política activa. Entregó su escaño en el Senado con una carta en la que escribió un memorable mensaje: "Siento que el desgaste de los años me pesa, y el motivo es el cansancio del largo viaje". Cuando se enteró de que tenía cáncer, prometió “dar batalla”. Pero el tratamiento fue devastador. Le quedaban pocas fuerzas, y no quería usarlas en resistir. Se despidió sin buscar homenajes. “Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso", dijo al semanario Búsqueda. Su último deseo fue que lo enterrasen bajo una secuoya que plantó en 2018 en su modesta chacra, junto a su perra Manuela. No quería discursos ni pompas.
Quiso que lo recordaran por lo que fue. No por el mito. Y, aun así, dejó uno. Dejó la idea de que otro tipo de política es posible. Que la honestidad no es un atributo moral sino una herramienta de gobierno. Que la sobriedad no es pobreza, sino libertad. “La vida es la aventura de las moléculas”, dijo una vez. "Venimos de la nada y vamos a la nada. Lo único que tenemos es este rato. Y vale la pena vivirlo con sentido”.