Qué significan para el mundo los primeros pasos de Trump y su vuelta a la Casa Blanca
El presidente demostró que la política exterior es un agujero negro en su programa: no le interesa salvo que haya cuestiones económicas o de seguridad en juego. Ahí es intervencionista si hace falta. Lo demás -cooperación, aliados, historia-, nada.

"A los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy, desde las grandes capitales al pequeño pueblo donde nació mi padre, os digo: sabed que América es la amiga de cada nación y cada hombre, mujer y niño que persigue un futuro de paz y dignidad, y que estamos listos para asumir el liderazgo una vez más". Barack Hussein Obama, 20 de enero de 2009. 16 años después, en el mismo día, en el mismo acto, la toma de posesión de un nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump le ha dado una patada a ese párrafo, a la cooperación internacional, al multilateralismo, a la solidaridad y también al liderazgo planetario de su país. ¿Política exterior? Nada que ver. Circulen.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca demostró en su discurso de asunción del mando -en la rotonda un día vandalizada por su gente en el Capitolio- y en la firma frenética de órdenes ejecutivas -en un estadio de hockey y baloncesto- que la relación con otros estados es un agujero negro en su programa: no le interesa salvo que haya cuestiones económicas o de seguridad en juego. Ahí sí, se vuelve intervencionista si hace falta. Lo demás, desde los aliados a la historia común, es accesorio. Querrá llevar la bandera de las barras y las estrellas a Marte, pero en la Tierra, "America first" por encima de todo.
El problema es que su inacción, su olvido, su gestionar de espaldas a los demás es también una acción, y problemática. Trump parece garantizar un segundo mandato más trascendental y disruptivo, porque conoce mejor la Administración norteamericana, ha asentado sus saberes y ha hecho cuajar un equipo fiel ya sin fisuras. Eso tendrá por consecuencia, dentro y fuera de las fronteras de EEUU, un cambio de régimen que no promete precisamente tranquilidad en ciertas latitudes, empezando por la nuestra, por Europa.
"Una ola de cambio está arrasando al país", dijo en su intervención. Defendió "la paz a través de la fuerza" en materias como la defensa o el comercio. EEUU estaba tan por encima de todo que no sólo no citó a organismos internacionales como las Naciones Unidas o la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) -a los que no respeta o no considera útiles a sus intereses, más bien un lastre-, sino que pasó de enfocar las áreas geográficas que le preocupan o de hacer aunque fuera un guiño alguno a países amigos o temerosos y, por tanto, seguidistas. Ni agua.
Sólo nombró tres estados, México, Panamá y China, y ninguno para cosa buena. Muy brevemente y con nubarrones. Matthew Kroenig, vicepresidente y director del Centro Scowcroft de Estrategia y Seguridad del Atlantic Council norteamericano, sostiene en un dossier de análisis especial elaborado por este tanque de pensamiento que Trump hizo estas excepciones por "una serie de cuestiones intermésticas, tanto de interés nacional como internacional" que le preocupan y sobre las que ha hecho importantes promesas para las primeras horas de su mandato, "acciones a corto plazo para fortalecer la seguridad fronteriza, buscar el dominio energético e imponer nuevos aranceles comerciales", afina.
Así pues, quiere una política exterior que no le dé quebraderos de cabeza, que no le reste dinero y que no le suponga obstáculos a sus planes. Cuando dice que no quiere guerras, como por ejemplo las de Oriente Medio o la de Ucrania, no es que sea el mayor de los pacifistas, sino que sabe que si tiene que orientar esfuerzos a esos conflictos no podrá abordar las reformas internas que propugna. Es su política para los elegidos, los de dentro, que rechaza el papel de actor global. Sabe que tiene que protagonizarlo, no es tan ciego, pero lo reducirá a la mínima expresión porque requiere mucho esfuerzo, tiempo y dinero.
Empezando por la que lo llevó a citar a su vecino del sur: el control de la frontera. México sí se destacó como un notable foco de atención. Trump anunció un estado de emergencia en la frontera, autorizando al ejército a ayudar a asegurar la línea divisoria, etiquetando a los cárteles de drogas mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras y poniendo fin a la práctica de "capturar y liberar" a los migrantes. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) calculó en 2022 que había en el país 11 millones de inmigrantes indocumentados, pero estimaciones más recientes de ONG acercan el número a los 14 millones. ¿Querrá echarlos a todos?
Con sus órdenes ejecutivas, Trump pretende restablecer también la polémica política de "quédate en México" para acabar con la práctica conocida como de "captura y liberación" llevada a cabo por la anterior administración. Denominados oficialmente Protocolos de Protección al Migrante, la política estuvo en vigor durante su anterior mandato, hasta que fue suspendida en 2022. Bajo esta fórmula, los solicitantes de asilo que llegaban a la frontera sur de EEUU eran enviados a México mientras esperaban la resolución de sus casos en los tribunales migratorios estadounidenses. El programa afectó entonces a 75.000 migrantes que trataban de llegar al país.
"Declarar una emergencia nacional y designar a los cárteles como terroristas le da a Trump acceso a autoridades y recursos que el gobierno federal no tendría de otra manera", explica en el mismo dossier informativo Thomas S. Warrick, director del proyecto Future of DHS (Futuro del Departamento de Seguridad Nacional). Pero no esperen todo de una vez: Trump necesitará no sólo una mayor autoridad sino también "miles de millones de dólares para que sus planes de seguridad fronteriza tengan éxito, y eso no se resolverá el primer día", avisa.
El magnate, para todo eso, "también necesita el apoyo público durante varios años", añade el analista, señalando las encuestas que muestran un fuerte respaldo a algunas políticas pero un apoyo más débil a otras acciones, como la de NPR, PBS y Marist, conocida el 16 de enero pasado, que sostiene que los ciudadanos se oponen a haga deportaciones en masa -"las mayores de la historia", por ejemplo.

Luego están Panamá y su canal. Trump entiende que EEUU le hizo al país un "regalo absurdo" en su momento e insiste en que las cosas van a cambiar. "LO vamos a recuperar", dijo nuevamente ayer. ¿Por qué machaca con este asunto? Porque entiende que se da un "trato injusto" a los barcos estadounidenses que transitan por el canal y porque no le gusta la creciente presencia de China en la zona. El presidente panameño, José Raúl Mulino, respondió rápidamente a sus palabras, de nuevo, con una comunicación oficial en la que reiteró la soberanía de Panamá sobre el canal.
Las preocupaciones de Trump sobre esta vía se remontan a décadas atrás y ya tuvo enfrentamientos con Panamá durante su primer mandato. Ahora promete apretar pero, vista la resistencia y la oposición mundial a que vaya por donde quiera tomando espacio o saliendo por las puertas del tiempo para recuperar tesoros pasados, no parece sencillo concretar su andanada.
Sin embargo, dada su insistencia, Jason Marczak, vicepresidente y director del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council, plantea una posibilidad para esta legislatura: los panameños acogerían con agrado es "aumentar la inversión estadounidense en el canal y en los numerosos negocios directos e indirectos que respaldan las operaciones del canal. EEUU necesita realmente participar en el juego para ganarlo", sostiene, y además "el nuevo Gobierno panameño es más pro-EEUU que sus predecesores".
Tras viajar recientemente al país, añade: "Vi y escuché inquietudes sobre un aumento desproporcionado de la inversión china y un anhelo de que más empresas estadounidenses inviertan en Panamá". Eso puede ayudar a negociar algunos cambios.
Esta vez, ni Canadá ni Dinamarca (por Groenlandia) aparecieron en el discurso, como parte de su plan de expandir territorialmente EEUU. Hubiera sido una novedad en los discursos de toma de posesión, eso de querer un bocado de otra nación, por más que cueste saber qué es retórica y qué es verdad.
A China Trump la citó de pasada, por el caso panameño: "China está operando el Canal de Panamá. Y nosotros no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá y vamos a recuperarlo", fue su alusión. En realidad, se esperaba otra cosa, porque el mandatario ha prometido que entre sus primeras medidas estará la imposición de aranceles de hasta el 60% al régimen comunista, cuando en su primera etapa "subieron de media del 4% al 25% y China respondió con medidas equivalentes. Entonces se llegó a una verdadera guerra comercial. Ahora se espera redoblada.
En su discurso de investidura del lunes, Trump justificó sus medidas en la necesidad de abordar "la renovación de nuestro sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses", y que por eso lo iniciaría inmediatamente.
Lo que se calló sobre China ...
Justo el silencio de Trump al respecto de este castigo fue una de las mayores sorpresas de sus primeras horas y un alivio, también tanto para el gigante asiático como para la Unión Europea (EU), la que será segunda víctima de los aranceles en la lista de la muerte del republicano. Los analistas entienden que actuó así por cautela. Trump puede ser visceral pero dista de ser tonto y, menos, naíf, por lo que sabe que darse demasiada prisa puede ser contraproducente.
Si Trump cumpliera con los grandes aranceles inmediatos, el mercado de valores "reaccionaría mal" y las "represalias ojo por ojo" de los países afectados podrían aumentar la inflación. Sin su equipo económico en su lugar, "ese era un riesgo que Trump no estaba dispuesto a correr", supone Josh Lipsky, director del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council.
"Una lección de la primera Administración Trump es que los aranceles son una convicción política central, pero el presidente es sensible a lo que piensan los mercados", detalla. "Si bien los mercados pueden haber ganado hoy [por ayer], es más probable que el presidente vuelva a usar su palabra favorita en un futuro muy cercano". En su discurso de investidura del lunes, Trump dijo que "la renovación de nuestro sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses" iniciaría inmediatamente.
Trump sí ha ordenado ya a sus funcionarios que investiguen los déficits comerciales y los acuerdos comerciales firmados con China, Canadá y México. Esto podría sentar las bases para que el presidente pueda imponer aranceles a numerosos objetivos, por muchas razones diferentes, lo que a su vez podría trastornar las cadenas de suministro internacionales y desencadenar guerras comerciales mundiales en las próximas semanas y meses. Ya pasó en su primer mandato y, además, se enlazó con la pandemia.

... sobre Europa ...
La UE aborda esta amenaza de aranceles dividida, por lo que ha sido un descanso esquivar la primera bala, no ser protagonista de la primera andanada de la Era Trump. Pero el olvido, que fue total, tampoco es que sea una buena nueva.
Bruselas, con sus instituciones al frente, advierte de que defenderá los intereses económicos de la UE, mientras que los partidos de derecha se ven fortalecidos por el nuevo presidente de EEUU. Su promesa de acabar con los inmigrantes ilegales es un modelo a seguir para Vox o Chega. Los únicos invitados a su investidura no dejan lugar a dudas: los primeros ministros de Italia, Georgia Meloni, y Hungría, Viktor Orban (aunque sólo la primera asistió al acto).
Como quiera que no les ha llegado el aviso, los líderes europeos dieron ayer una señal colectiva de diplomacia al nuevo mandatario. Optaron por pasar por alto las posibles diferencias con Washington y en su mayoría enviaron felicitaciones al líder de un país que durante 80 años ha sido vital para la seguridad y la prosperidad europeas. "Enhorabuena a Donald Trump por su investidura como el 47º presidente de Estados Unidos. Esperamos trabajar con la nueva Administración de los Estados Unidos para fortalecer la relación estratégica entre nuestros países y abordar desafíos globales comunes", escribió el presidente español, Pedro Sánchez, en X.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo de la UE, António Costa, felicitaron a Trump en un mensaje idéntico publicado en X, enviándole sus "mejores deseos". "La UE espera trabajar estrechamente con usted para abordar los desafíos globales", escribieron. Ninguno de ellos se ha entrevistado aún con Trump, pese a que se le han pedido reuniones desde que ganó las elecciones, en noviembre.
Meloni se está posicionando como interlocutora de Trump en nombre de la UE, y escribió en sus redes: "Italia siempre estará comprometida con la consolidación del diálogo entre Estados Unidos y Europa, como un pilar esencial para la estabilidad y el crecimiento de nuestras comunidades". La suya es la octava economía del planeta, su país tiene una envidiable situación geoestratrégica, piensa como Trump, se han caído bien y quiere el contrato de unos satélites que tiene por ahí Elon Musk. Todo suma.
Meloni, neofascista, ya ha sido una especie de hacedora de acuerdos en la Comisión Europea y en el Europarlamento, como una especie de ultra buena con la que sí se puede hablar, y puede acabar siendo la bisagra entre la Casa Blanca y la UE en estos años.
Trump apoya a los euroexcépticos y a los antieuropeístas y a gente como Meloni les encanta que debilite a Bruselas, permitiendo que las capitales nacionales tengan un mayor control, que ser reviertan por ejemplo las políticas para reducir las emisiones de carbono o vigilar la libertad de expresión en línea. La meta es hacer negocios bilaterales, no en bloque, si las cosas van bien. EEUU tiene el poder económico y tecnológico para alimentar esa fractura y hacer que haya peleas por mantener con él una relación especial.
Orbán ya lo ha dejado claro: el regreso de Trump impulsará el resurgimiento de la derecha nacionalista en todo el bloque. "Con la presente lanzo la segunda fase de la ofensiva que tiene como objetivo ocupar Bruselas", dijo el lunes. Mientras tanto, el comisario de economía de la UE, Valdis Dombrovskis, en Bruselas recordó el mismo día que "la UE y EEUU tienen la mayor relación comercial y de inversión del mundo. Aquí hay mucho en juego económicamente". Advirtió que si se imponen aranceles, la UE está lista para tomar represalias con sus propias medidas, como lo hizo durante la presidencia anterior de Trump. "Si hay una necesidad de defender los intereses económicos de Europa, estamos listos para hacerlo", dijo Dombrovskis.
Es la gran piedra de toque, la de los aranceles. Europa tiene la posibilidad de doblegarse a la voluntad de EEUU y desvincularse todo lo que pueda de China, de quien tiene una importante dependencia, o actuar por su cuenta y mantener sus apuestas con Pekín. Ambos pasos pueden traer consecuencias, divisiones y represalias, vengan de América o de Asia. Los automóviles, las bebidas alcohólicas y los productos farmacéuticos serían los primeros afectados.
Europa no sabe qué hacer. Se debate entre la postura dura de Von der Leyen, que es la que se ha impuesto en materia comercial (aranceles a vehículos eléctricos subvencionados e investigaciones de defensa comercial), frente a países como España, Alemania, Hungría o Eslovaquia que no quieren enfadar a los chinos. En mayo se espera una cumbre UE-China en Bruselas que puede desvelar el camino elegido. Hay que ir con prudencia porque el propio Trump, tras pelarse con China en su primer mandato, acabó reconduciendo las cosas y hasta naciendo negocio. Europa no puede quedarse descolocada.
Este martes, desde el Foro de Davos, Ursula von der Leyen ha subrayado la necesidad de "trabajar juntos" en el orden económico global para evitar una "carrera global", advirtiendo de que "no interesa a nadie romper lazos". Por ahora, elude el conflicto, incluso en choques como el de Groenlandia, y pone el freno a cuestiones sobre cómo aplicar las normas digitales contra las grandes tecnológicas. Tengamos la fiesta en paz. Para quien quiera tomar nota al otro lado del Atlántico.
... y sobre Ucrania-Rusia
Otra palabra que no se mencionó en el discurso y que importa todo a Europa fue "Ucrania". Sin embargo, estaba presente cuando Trump se quejó del apoyo "ilimitado" en materia de defensa a sus aliados, cuando en casa no pueden ni atenderse bien, por ejemplo, los incendios de Los Ángeles. "Tenemos un Gobierno que ha dado financiación ilimitada a la defensa de las fronteras extranjeras pero se niega a defender a los votantes estadounidenses o, lo que es más importante, a su propio pueblo", enfatizó. Esta frase augura tijeretazos y eso podría acarrear problemas para Ucrania y para Europa, por extensión.
El equipo de Seguridad Nacional entrante -ultrafiel a su presidente- ha manifestado su apoyo a sanciones más severas contra Rusia por su invasión de Ucrania y también a la confiscación de activos rusos congelados y a la presión para una paz negociada en Ucrania, cuanto antes mejor. Pero Trump también ha dado señales de su deseo de reducir el compromiso de EEUU, en general, con la defensa de Europa y con la OTAN.
Ya en su primer mandato se quejaba de ser el cajero de la Alianza y reclamaba a los socios que, al menos destinasen el 2% de su PIB a defensa. La guerra ucraniana ha llevado a los países europeos a multiplicar el dinero destinado a la materia, especialmente entre los que comparten frontera con Rusia y Ucrania, pero hay algunos, como España, que no llegan: nuestro país no llega al 1,3% del PIB, a la cola de los Estados OTAN. "Trump esperará que los europeos lideren cualquier negociación potencial para un alto el fuego en la guerra, incluyendo "mantener una línea de alto el fuego y brindar garantías de seguridad a largo plazo para Ucrania", expone Rachel Rizzo, investigadora del Centro Europeo del Atlantic Council.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, prometió el lunes que la organización aumentaría el gasto militar durante el mandato del nuevo presidente. "Con el regreso del presidente Trump al cargo, impulsaremos el gasto y la producción en defensa", escribió en X.
Sin embargo, la UE está dividida sobre cómo financiar el aumento. Guy Verhofstadt, exprimer ministro de Bélgica y presidente del grupo de campaña pro-UE European Movement International, declaró en la misma red social que el bloque "no estaba preparado en absoluto para este nuevo mundo salvaje". "Bienvenidos a una nueva era de gobierno estadounidense por parte de la oligarquía, donde los miembros multimillonarios de Mar-a-Lago deciden la política estadounidense. ¿Y adivinen qué? ¡Proteger a la Unión Europea o el nivel de vida de los europeos no está en su lista de prioridades!", ironiza.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha indicado que está dispuesto a aceptar el compromiso territorial que Trump sugiere que debe ser parte de un acuerdo, que está por detallar pero que, según ha trascendido, implicaría cesiones territoriales, puede que de todo el suelo ucraniano que hoy está en manos del invasor -aproximadamente el 20% del país, sobre todo en las provincias de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, más Crimea, unilateralmente anexionada hace casi 11 años-.
El Kremlin, sin embargo, no ha demostrado ninguna voluntad de considerar ni el establecimiento de una zona desmilitarizada patrullada por tropas europeas ni el suministro de armas a Ucrania por parte de Occidente para disuadir futuras agresiones rusas, que son las otras líneas maestras filtradas por el equipo de Trump. El presidente ruso, Vladimir Putin, tiene todos los motivos para demorar las negociaciones, para alentar a Trump a debilitar su apoyo a Ucrania y dar tiempo a su gente a ganar control sobre más territorio ucraniano -cree que si lo ocupa, no lo perderá en la mesa de negociaciones- y expulsar a las tropas ucranianas del territorio ruso de Kursk, donde están desde agosto.
Si la nueva Administración quiere maximizar sus posibilidades de una negociación exitosa y rápida, necesita aumentar la presión sobre Moscú y nada de eso se está escuchando por ahora en Washington. Está manejando ls tiempos, porque los pasos que quiere dar se saben: tiene la intención de eliminar las medidas tomadas por la Biden para limitar la producción estadounidense de petróleo y gas, demasiado prudentes para algunos, y así pdría ejercer una presión a la baja sobre los precios mundiales del petróleo y el gas y reduciría los ingresos rusos por hidrocarburos.
Eso, de inicio, porque el equipo de Trump puede también estirar la cuerda con el Kremlin implementando nuevas sanciones que Biden impuso a Moscú la semana pasada. También se espera que vaya más allá y persuada a sus socios del G7 para que permitan la transferencia de todos los activos estatales rusos congelados a Ucrania.
Está la incógnita de la ayuda militar y económica a Kiev. ¿La mantendrá en estos primeros tiempos, aún? Podría haber un nuevo paquete o quizá un préstamo, pero debe incluir armas avanzadas (sin duda sistemas de misiles tácticos del ejército de mayor alcance y aviones de combate F-16, pero tal vez más) para asegurarse de que Putin comprenda que continuar con su agresión no conducirá a ganancias territoriales adicionales.
Hay quien vaticina sin rubor que, si sigue por esa línea, el próximo Nobel de la Paz es suyo. Falta que hable y haga.