Izquierda progresista versus Izquierda reaccionaria

Izquierda progresista versus Izquierda reaccionaria

EFE

De la moción de Podemos ya escribí antes de su plasmación práctica en el Congreso de los Diputados. Y, vistos los acontecimientos del hemiciclo y los resultados obtenidos por la iniciativa, se confirmó lo que ya sabíamos; esto es, que Podemos utilizó uno de los instrumentos parlamentarios políticamente más relevantes como objeto de propaganda y para fortalecer dos ideas entre sus seguidores más acérrimos, pero también entre los potenciales: somos los que de verdad queremos con más ahínco que el PP se vaya y somos los que más lo odiamos, consecuencia de lo cual somos la verdadera oposición al Gobierno de Mariano Rajoy. Y eso es todo, amigos.

Es cierto que ellos contaban con que Susana Díaz fuera elegida secretaria general del PSOE (del mismo modo que Ciudadanos quería que lo fuera Pedro Sánchez o que el PP quiso que en Podemos mandara Pablo Iglesias), pero, una vez elegido Pedro Sánchez, tampoco era cuestión de retirar la moción ya registrada; así que tuvieron que disimular, defenderla... y defenderse. Y, para que la sesión durara al menos dos días, fabricar un discurso tan extenso como fuera necesario: primero, el objetivo televisivo y la propaganda; al final de todo o en ninguna parte, la política como instrumento para mejorar la vida... de la gente.

Hoy, la izquierda oficial ha sustituido la bandera de la igualdad por la de la identidad; los derechos ciudadanos, por la plurinacionalidad o el derecho a decidir.

La conclusión tras la exposición y debate es aquella a la que ya habíamos llegado, sospecho, unos pocos millones de huérfanos políticos: por un lado, que en España es necesaria una alternativa (inequívocamente nacional y progresista) que se enfrente a los corruptos y a los recortadores sociales... pero también a los falsos regeneradores y a los nacionalistas que quieren romper España; por otro lado, que dicha alternativa no tiene ni voz ni voto en el Congreso de los Diputados y, por tanto, nuestra obligación como ciudadanos comprometidos es reclamarla y trabajar para que exista. Existen otras opciones legítimas y muy respetables que cubren otros espacios, pero no esa alternativa que algunos echamos de menos.

Antes que analizar los errores de nuestros líderes políticos, ridiculizar la moción de Podemos o desmontar la plurinacionalidad surgida del último Congreso Federal del PSOE, prefiero escribir con ánimo constructivo, que es lo que realmente me interesa y me motiva. Y, visto lo visto y analizado el panorama político, confirmada la decisión de Ciudadanos de abandonar la socialdemocracia y pelear (legítimamente) el terreno al PP, certificar qué es y dónde está Podemos y seguir con cierta (solo cierta) perplejidad los derroteros del PSOE y su derrota definitiva ante el PSC, concluyo que no existe en el Congreso de los Diputados un centroizquierda atractivo y atrayente, es decir, una izquierda cívica, universalista e igualitaria (es decir, progresista) que defienda en toda España (y en Europa) los derechos de ciudadanía, el bien común, la igualdad, la socialdemocracia, el Estado del Bienestar, la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción y la unidad de España frente a los nacionalistas que quieren romperla.

Y cuando digo centroizquierda o izquierda cívica no apunto a una opción paniaguada o condescendiente con el PP, sino justo lo contrario: una opción tan radical, convencida y convincente que no necesite llamar "enemigos" a quienes son sus adversarios para ser alternativa creíble, precisamente porque sabe qué quiere y qué ideas defiende. Porque confía en ella y en sus propuestas para España y los españoles. Un centroizquierda tan alejado de los corruptos económicos como de los corruptos institucionales, esos que planean levantar fronteras entre conciudadanos o fraccionar el Estado a mayor gloria de sus propios intereses. Un centroizquierda amplio cercano a las demandas de la calle.

Hoy, la izquierda oficial ha sustituido la bandera de la igualdad por la de la identidad; los derechos ciudadanos, por la plurinacionalidad o el derecho a decidir; la unidad de España, por ideas nacionalistas, la nación de naciones o el sálvese quien pueda. Es decir, hoy, la izquierda oficial es izquierda reaccionaria pero no izquierda progresista.