Podemos: lo que pudo ser… la M que ha sido
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Podemos: lo que pudo ser… la M que ha sido

El líder de Podemos, Pablo Iglesias.EFE

Podemos apareció en el panorama político nacional unos pocos meses antes de las elecciones europeas de 2014. En mi caso, los conocí apenas unas semanas antes. Y mi primer contacto digamos físico con ese partido que dijo venir para cambiarlo todo se produjo en Bilbao, por donde estaba yo participando en un acto político de UPYD: cuando quise entregar propaganda política a una joven, ella, acelerada y nerviosa pero enormemente ilusionada, me respondió sin detenerse que llevaba prisa porque quería llegar a tiempo a un acto de Podemos.

Yo le sonreí como perdonándole políticamente la vida, y le deseé sinceramente suerte y buena tarde. Nosotros íbamos a terminar de asaltar definitivamente el bipartidismo... y ellos me resultaban simpáticos y divertidos.

Las vueltas que da la vida... y las que seguramente va a seguir dando. Podemos apareció para comerse el mundo, poner firmes a los recortadores sociales y a los corruptos de toda ralea, regenerar la vida política, ilusionar a los más jóvenes e incorporarlos a la acción pública y política, limpiar las instituciones, acabar con los abusos bancarios y pensar en y atender por fin al ciudadano marginal y desfavorecido: "Los de arriba y los de abajo"... y toda esa estrategia mediática meditada durante años. Cuatro años después apenas se distinguen de los peores de la clase.

Había casi que apartarse a su paso y rendirles pleitesía

Podemos apareció exhibiendo un verbo desacomplejado y valiente, en ocasiones excesivamente rudo e incluso violento pero siempre efectista y efectivo. A muchos les pareció justo y necesario ese nuevo modo de hacer supuestamente las cosas (o, al menos, de decirlas). Recuerdo la primera vez que vi a Monedero en un debate emitido en Tele 5: "Estos van a comerse el mundo", pensé; y observaba sorprendido, casi ojiplático.

Podemos prometió el cielo en la tierra, una nueva etapa donde gobernasen los débiles y reformas y medidas drásticas en beneficio de la mayoría; en realidad, no tanto justicia como venganza. Aún así, logró millones de votos en su primera participación electoral y, tras gozar del favor mediático y encuestas muy prometedoras, irrumpió en el Congreso con un número de diputados que ya nos habría gustado tener a muchos.

Vinieron a salvar el mundo y a salvarnos de todos los males imaginables

Durante meses recibió los parabienes de personajes de toda condición y personas de todo tipo decidieron apoyarlos en las urnas. Ciertamente, durante mucho tiempo no hubo programa de televisión ni de radio que no contara con algunos de sus omnipresentes líderes... y millones de personas decidieron confiar en ellos. Era un ciclón político, una marea imparable y Pablo Iglesias... el líder mejor valorado. Sin embargo, no queda nada de aquello. O queda todo aquello que se intuía bajo una vasta operación mediática de largo alcance.

Hoy un ciudadano me ha unido en la misma frase a Eduardo Zaplana y a Pablo Iglesias, copartícipes de un mismo universo de corruptelas, mentiras, incoherencias o caspa. Hoy Podemos se visualiza ya como aquello de lo que Podemos prometió salvarnos. No hace falta ser un lince para observarlo. Pablo Iglesias y compañeros nos prometieron un nuevo mundo. Y, durante meses, se mostraron como ejemplos de honestidad, coherencia y servicio público, frente a toda la casta dirigente que pululábamos por allá, sin ningún tipo de distinción, algunos trabajando 12 horas diarias y peleando contra terroristas y corruptos de todo pelaje.

Vinieron a salvar el mundo y a salvarnos de todos los males imaginables. No dejaron títere con cabeza, organizaron escraches y señalaron con sus dedos inquisitoriales a cuantos osaran ponerse a tiro. Pusieron en duda la democracia española, la transición democrática, todas nuestras instituciones y todos los partidos políticos, incluso aquellos que llevaban ya unos años trabajando ejemplarmente por España y los españoles.

La demagogia y el populismo han sido su pan nuestro de cada día

Había casi que apartarse a su paso y rendirles pleitesía. Sin duda, prometían limpieza y parecían incluso dispuestos a ofrecerla: eran el pueblo decidido finalmente a tomar por asalto el cielo y el infierno. A nosotros nos barrieron, para qué vamos a engañarnos. Ahora se les ve finalmente el plumero: ni lo bueno era tan nuevo ni lo nuevo era tan bueno. O, como diría Sabina, "lo que pudo ser... la M que ha sido".

Dos años después, llueve sobre mojado. Recordamos los vínculos de Podemos con regímenes criminales, la beca de Errejón o el empleo precario fomentado por alguno de sus líderes. Kichi ha concedido premios a una Virgen de madera. Ellos que denunciaron todas las injusticias, defienden con uñas y dientes los privilegios forales y coquetean con Bildu, como si tal cosa. Durante todo este tiempo, ellos que venían a democratizar los partidos políticos, han defenestrado a algunos de sus líderes, protagonizado purgas varias e incumplido casi todo lo prometido. A la vieja usanza. Como los partidos viejos.

La demagogia y el populismo han sido su pan nuestro de cada día. Quien osaba pedir un préstamo a un banco era casi un corresponsable de los abusos del capitalismo y la crisis económica... menos cuando lo hicieron ellos. Todo era criticable hasta que lo hacían ellos. Donde dije digo, digo Diego. Y cuando hubo que proteger la unidad cívica de Cataluña, se pusieron del lado de los golpistas.

Ahora es la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero. Pero no es la casa, realmente. Son las cosas que dijeron que harían y nunca hicieron. O las cosas que criticaron a tantos y hoy las hacen ellos. Es la incoherencia y la mentira.

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