Socialdemocracia, unidad cívica e integración europea (2)

Socialdemocracia, unidad cívica e integración europea (2)

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La izquierda socialdemócrata tiene ante sí el reto de reconstruirse para enfrentarse a los nuevos retos de nuestro tiempo. Y debe denunciar lo que no es sino esa falsa izquierda que ha prostituido algunos de sus postulados fundamentales. La izquierda socialdemócrata debe actualizarse sin renunciar a sus principios esenciales y adaptarse a los nuevos tiempos, dando solución a los viejos problemas de siempre (desempleo, precariedad laboral, bajos sueldos, pensiones miserables, pobreza, desigualdad) y a los nuevos que nos acechan con renovada virulencia: nacionalismo, populismo, xenofobia, terrorismo o cierre de fronteras y desintegración o deconstrucción de Europa.

¿Cuáles son los retos en España, en Europa y en el mundo? ¿Cómo debe actuar la socialdemocracia en los tiempos que corren? Se trata de ofrecer un catálogo integral de principios, ideas y propuestas que combinen políticas económicas y sociales, políticas de regeneración y actualización democrática y políticas de integración europea pero también mundial. Los enemigos (no de la izquierda socialdemócrata sino de la humanidad) son el nacionalismo, el populismo o el cierre de fronteras. Los problemas a resolver son el paro, la precariedad laboral, los bajos sueldos, las pensiones miserables, la pobreza y la exclusión social, el desmantelamiento del Estado del Bienestar o la desigualdad. Y los retos son de un tamaño inconmensurable: la globalización, la cuarta revolución tecnológica, la integración de la inmigración, los conflictos bélicos y las crisis humanitarias, el terrorismo, el envejecimiento de la población o el cambio climático, entre otros.

La izquierda socialdemócrata debe hacer suyas las más avanzadas propuestas de lucha contra la corrupción política, el fraude fiscal, el fraude laboral y la mala gestión.

La socialdemocracia debe seguir defendiendo el Estado del Bienestar, la justicia social, la igualdad y la solidaridad. Y, en concreto en nuestros días, una Sanidad y una Educación públicas, gratuitas y de calidad, un Sistema Público de Pensiones justo, digno y sostenible, un mercado laboral decente que facilite empleo digno y estable, un sistema fiscal justo y progresivo y un sistema ambicioso de protección social. La izquierda socialdemócrata debe además hacer suyas las más avanzadas propuestas de lucha contra la corrupción política, el fraude fiscal, el fraude laboral y la mala gestión.

La izquierda socialdemócrata, además de las más clásicas (pero actualizadas) propuestas económicas y sociales que siempre le han caracterizado, debe luchar por la vía de los hechos y la práctica política contra el amiguismo, el nepotismo y el enchufismo y cualesquiera otras prácticas tramposas que obstaculizan la libre competencia y consolidan privilegios para unos pocos a costa de la mayoría. Y deberá abogar por las inversiones productivas, la I+D+i, la ciencia y las nuevas tecnologías, impulsando medidas que hagan posible o faciliten el surgimiento del talento y la creatividad en todos los órdenes, especialmente en el ámbito educativo.

Además, debe impulsar las reformas políticas, institucionales y constitucionales que tanto España como la Unión Europea necesitan y cuya posposición en el tiempo está provocando el descontento de los ciudadanos, estallidos sociales y el surgimiento de populismos y nacionalismos que no solo no resuelven nada sino que todo lo empeoran.

Es mejor derribar fronteras que levantarlas y vivir juntos que separados

Sin embargo, y es algo que lo llevamos años viendo y padeciendo en España, la izquierda oficial ha asumido algunas de las tesis de los nacionalistas, algunos de sus postulados y algunas de sus ideas. La izquierda oficial en España ha abandonado la bandera de la igualdad y la ha sustituido por la bandera de la identidad, comportándose en demasiadas ocasiones como si fuera nacionalista. Olvidando que la defensa de la unidad cívica de España, frente a quienes quieren parcelarla o romperla, es una idea profundamente progresista. Y, sin duda, de izquierdas.

Lo verdaderamente progresista no es resaltar lo que nos diferencia del resto de seres humanos o lo que diferencia (supuestamente) a unos grupos humanos de otros sino lo que nos une como copartícipes, corresponsables y conciudadanos de un mundo cada día más globalizado. Y en nuestro país, pocas cosas hay más progresistas que defender la unidad cívica de España frente a los localistas y regionalistas que insisten en buscar o incluso fabricar diferencias grupales para la obtención posterior de beneficios económicos y sociales, frente a los nacionalistas que rompen la igualdad y frente a los separatistas que buscan la disgregación y el levantamiento de fronteras.

Es mejor derribar fronteras que levantarlas y vivir juntos que separados. Lo hemos visto en Cataluña pero no solo en Cataluña. Obviamente, no basta con oponerse a quienes quieren romper nuestra convivencia sino que debemos ser capaces de ofrecer una alternativa atractiva y atrayente. Y esto es cosa de todos, pero particularmente de la izquierda socialdemócrata, atrapada en su propio laberinto.

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