Socialdemocracia, unidad cívica e integración europea (y 3)

Socialdemocracia, unidad cívica e integración europea (y 3)

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España tiene un problema obvio de fragmentación del Estado y la Unión Europea tiene un problema de euroescepticismo: son los nacionalismos pequeños que pretenden romper España y los nacionalismos grandes de Estado que impiden la construcción y la integración europeas.

Pero no basta con oponernos a cualquier tipo de nacionalismo (los nacionalismos pequeños que pretenden romper nuestra comunidad cívica y los nacionalismos de Estado que impiden la construcción de espacios más amplios de convivencia, como la propia Unión Europea) sino de ofrecer un proyecto alternativo atractivo y atrayente que sea capaz de resolver los principales problemas que padecemos y hacer frente a los grandes retos de nuestro tiempo: la globalización, la cuarta revolución tecnológica, la integración de las minorías en las democracias avanzadas, el terrorismo, los conflictos bélicos, las crisis humanitarias o el descontento ciudadano (que en ocasiones termina abrazando al populismo).

Sin sectarismos ni orejeras partidarias o particulares, seamos capaces de ir dando pasos hacia una sociedad más igualitaria, más democrática y mejor

Y a escala menos teórica y más palpable en el día a día, el paro, la precariedad laboral, los bajos sueldos, las pensiones miserables, la desigualdad, la corrupción o la mala gestión. Para lo cual deberá disponer de un buen catálogo de propuestas tendentes a solucionar esos graves problemas y hacer frente a los retos de nuestro tiempo: medidas para perfeccionar, mejorar y ampliar el Estado del Bienestar, medidas para procurar más igualdad, medidas para procurar trabajos dignos y bien pagados, medidas para hacer viable el mantenimiento y el perfeccionamiento de nuestro Sistema Público de Pensiones, medidas para luchar más y mejor contra la corrupción política, el fraude laboral, el fraude fiscal, los paraísos fiscales y el descontento ciudadano, de modo que los ciudadanos se sientan más partícipes de la democracia representativa que disfrutamos, habilitando nuevos instrumentos de participación política o mejorando los ya existentes, a través de la reforma de las leyes electorales hoy día vigentes, la introducción de las listas abiertas y la limitación de mandatos, las celebración de primarias, la mejora de la participación interna de los afiliados en sus organizaciones, la supresión de las barreras a la representación política o la facilitación de preparación y presentación de Iniciativas Legislativas Populares.

Y, en todo caso, la articulación de los mecanismos necesarios para, bien a través de unos partidos políticos regenerados (básicamente, que piensen en los intereses de los ciudadanos antes que en sus propios intereses partidarios, sin sectarismos, borrando incluso las fronteras partidarias y fomentando la autonomía de nuestros representantes en las distintas instituciones), bien a través de la sociedad civil y los instrumentos habilitados por ella, hacer posible la argumentación razonada y el libre pensamiento que permita imaginar la mejor forma posible (y, por tanto, las mejores soluciones) de hacer frente a los retos antedichos y otros muchos cuyo debate ya se ha iniciado (la puesta en marcha de una renta básica universal o un sistema alternativo a ella, la articulación del Estado, la distribución de competencias en España y en Europa, la integración de los inmigrantes, la integración europea, el papel de los partidos políticos y de los sindicatos, el funcionamiento de los medios de comunicación, el perfeccionamiento de la democracia y de la participación ciudadana, los límites de la libertad de expresión, la superación de las identidades colectivas uniformes y/o uniformadoras y otros). De modo que, sin sectarismos ni orejeras partidarias o particulares, seamos capaces de ir dando pasos hacia una sociedad más igualitaria, más democrática y mejor.

Hoy la política o es internacional o no es política

Como digo, todo esto es labor de todos los ciudadanos sin excepción, de todos los colectivos y de todos los partidos políticos, cada cual en su ámbito. Pero en particular de la izquierda socialdemócrata. Ese es su trabajo y su función. Esa es la manera que tiene de ser útil a la sociedad, a España, a Europa y al mundo, cuyos retos se amontonan: en particular, la globalización y sus riesgos, los centros de poder difusos y no fiscalizables (grandes poderes económicos), la desregulación neoliberal, las políticas de austeridad extrema, la especulación de los agentes económicos y el abstencionismo ante todo esto de los poderes políticos o de la propia democracia... con todo lo que eso conlleva, incluido el crecimiento de todos los populismos imaginables, también el nacionalista.

Hoy la política o es internacional o no es política. Y la izquierda socialdemócrata deberá ser europeísta, y defender sin complejos que la plena integración económica, social y política de la Unión Europea sigue siendo una idea magnífica, lo que le exigirá reconocer sin errores a sus adversarios.

Europa padece hoy día graves problemas y amenazas: los nacionalismos pequeños y los grandes, el crecimiento de la extrema derecha, el populismo y la xenofobia, el cierre de fronteras, la desconfianza ciudadana. El Brexit. Al lado, Putin. Y Trump al otro lado del océano. El terrorismo internacional. El mantenimiento de regímenes liberticidas y la vulneración de los más básicos derechos humanos en distintas partes del mundo. Europa necesita una izquierda socialdemócrata coherente y digna de tal nombre, que proponga medidas progresistas y abra nuevos debates: la democratización interna de las instituciones europeas, los gastos suntuarios en los que el proyecto europeo incurre, la necesaria integración fiscal, económica y social, una Seguridad Social única, prestaciones sociales semejantes, una política de defensa común, una política de inmigración común, el fin de las políticas de austeridad, el euro o la necesaria consecución de la ciudadanía europea.

Yo reivindico una izquierda socialdemócrata y cívica que defienda la unidad frente a los defensores del falaz derecho a decidir local y de la fragmentación del Estado

Yo reivindico una izquierda socialdemócrata y cívica que defienda la unidad frente a los defensores del falaz derecho a decidir local y de la fragmentación del Estado, a mayor gloria de los intereses de unos pocos privilegiados. Quienes hoy dicen defender el derecho a decidir no pretenden sino impedirnos que todos podamos decidir sobre lo que nos afecta a todos. Y convertir el saludable derecho a la diferencia en una inaceptable diferencia de derechos. Si sus postulados triunfaran, se produciría la parcelación del Estado y el consiguiente crecimiento de las desigualdades económicas y sociales: el Estado dejaría de ser un instrumento para la redistribución.

Así que abogo por una izquierda socialdemócrata integradora y no dogmática, capaz de defender sus principios esenciales y de actualizar y completar su proyecto político, adecuado a los nuevos tiempos y a las necesidades y retos de nuestro tiempo. Una izquierda socialdemócrata cívica, europeísta y laica, defensora del Estado del Bienestar y de las políticas sociales, que luche por la igualdad, la solidaridad y la justicia social, opuesta a cualquier pulsión populista, incluida la nacionalista. Es decir, una izquierda progresista.

Una izquierda socialdemócrata abierta e integradora pero radical en sus propuestas, respetable y respetuosa con los adversarios políticos, flexible en lo accesorio pero firme en lo esencial, capaz de ubicar en el centro del tablero político a los ciudadanos. Una izquierda socialdemócrata, cívica, universalista y cosmopolita, opuesta por igual a los corruptos y a los recortadores sociales como a los populistas de toda condición, incluidos los nacionalistas que quieren romper España.

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