No lleves el iPhone a las reuniones: las pantallas pequeñas apocan, según un estudio

No lleves el iPhone a las reuniones: las pantallas pequeñas apocan, según un estudio

Getty

Ahora se entiende el éxito de los móviles con grandes pantallas. Una investigación ha demostrado que, cuanto más grande es la pantalla del dispositivo, más decidido y resolutivo se siente uno. Y, al revés, las más pequeñas inducen a la duda e indecisión.

El impacto de la forma de los aparatos tecnológicos en la fisiología humana es tan determinante que hasta ha dado lugar a un campo de estudio, la ergonomía, clave en el diseño industrial y de los centros de trabajo. Pero lo que han hecho unos investigadores de la Harvard Business School ha sido comprobar que las dimensiones del cacharro también afecta a la conducta.

Llevaron a 75 voluntarios al laboratorio y, por separado, repartieron entre ellos y a partes iguales cuatro dispositivos: un iPod Touch (como equivalente a un iPhone), un iPad, un portátil MacBook Pro, o un ordenador de sobremesa iMac. Todos de Apple pero todos con dimensiones diferentes. Querían comprobar la relación entre el tamaño de la pantalla de un dispositivo y las relaciones de poder en una situación social.

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Tras decirles que ganarían 10 dólares después de realizar el experimento y darles otros cuatro para apostarlos en un par de juegos, los dejaron unos minutos que se familiarizaran con el aparato que les había tocado. En el primer juego de azar podían apostar dos dólares y tenían un 50% de posibilidades de doblarlos como de perderlos. Antes del segundo juego, una serie de manos al blackjack, realizaron una encuesta cuyo objetivo real era despistarles un poco de la finalidad real del experimento. Tras acabar con las cartas retomaron la encuesta.

Lo que no sabían los voluntarios es que lo serio empezaba en ese momento. Al acabar, el experimentador dijo a cada uno señalando a un reloj que había en la pared que salía a por unos formularios y que regresaría en cinco minutos para que los rellenaran y pagarles por participar. También les dijo que si veían que se retrasaba, salieran a buscarle a recepción. En realidad, el experimentador no volvía hasta pasados 10 minutos y los investigadores midieron si los sujetos salían de la sala o no y cuánto esperaban.

Comprobaron que la primera parte del experimento, la influencia del tamaño de la pantalla en la disposición a apostar en los juegos fue neutra. Los cuatro grupos presentaron los mismos porcentajes. Pero no ocurrió lo mismo con la decisión de salir: a medida que la pantalla era más grande, un mayor número de participantes decidió salir a buscar al experimentador y lo hicieron en menos tiempo.

En concreto, mientras que sólo la mitad de los que usaron un iPod Touch se cansaron de esperar y decidieron salir, tardando una media de 493 segundos, en el extremo opuesto, los que operaron un iMac y salieron apenas esperaron 341 segundos y sólo un 6% se quedó esperando pacientemente a que regresara el de la bata blanca. La proporción se mantuvo también en el iPad y el portátil.

CUESTIÓN DE POSTURA

"El incremento constante del tiempo de espera es paralelo al tamaño del dispositivo”, dice el coautor del experimento Maarten Bos. Aunque sólo han estudiado el efecto a corto plazo y Bos duda de que se mantenga en el largo, recuerda que la mayoría de las personas interactúan con su móvil o tableta antes de una reunión o una entrevista. Incluso, mandar un correo desde un pantalla u otra puede influir en su contenido.

La investigación no es una mera ocurrencia. Está relacionada con otras realizadas por Amy Cuddy, también de la Harvard Business School en las que se analizaron la relación entre estado fisiológico, expresión y posturas corporales y conducta. En un experimento realizado en 2010, comprobaron que posturas como poner los pies encima de la mesa, los brazos en jarras o abiertos y otras que expresan apertura elevan los niveles de testosterona al tiempo que reducen la liberación de cortisona. Esa combinación lleva al individuo a una mayor sensación de seguridad en sí mismo, disposición al riesgo y, en general, mayor bienestar. Al contrario, las posturas encogidas invierten la relación hormonal y también encogen el espíritu.

Lo siguiente para Cuddy era comprobar si las posturas inducidas por los aparatos podían influir en la conducta y, con el trabajo con Bos, parece que lo han corroborado. Aún quieren hacer más estudios sobre la duración del efecto y si también aparece en otras situaciones, como la posición en la que dormimos. Pero, como aconsejan al final de su estudio, puede que no sea mala idea que “un poco antes de ir a una reunión, y obviamente durante ella, dejes tu móvil fuera”.