Por qué las ciudades que pujan por los Juegos Olímpicos de 2020 deberían querer quedarse a las puertas

Por qué las ciudades que pujan por los Juegos Olímpicos de 2020 deberían querer quedarse a las puertas

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Parece claro que este fin de semana habrá una ruidosa celebración en las calles de Madrid, Tokio o Estambul, las tres ciudades que compiten por acoger los Juegos Olímpicos de 2020.

Las dos ciudades que se queden a las puertas vivirán una gran decepción al tiempo que los respectivos regidores se lamentarán por haber perdido una oportunidad económica. Sin embargo, esta reacción inevitable no se corresponde con una realidad poco conocida de los Juegos Olímpicos y el desarrollo urbano: quedar segundos puede ser mejor, según los economistas que han hecho estudios al respecto.

El favorito suele invertir en el mismo tipo de infraestructuras destinadas a impresionar al Comité Olímpico Internacional (COI), algo que incentiva el comercio. Pero el número dos se salva de los gastos e inconvenientes de albergar los Juegos. El resultado es el aumento de la inversión productiva en las primeras etapas, pero evitando las enormes obras que se construyen justo antes de que comiencen los juegos.

“De ninguna manera te interesa como país albergar los Juegos, pero puede interesarte competir para lograrlo”, dice Andrew Rose, profesor de la Universidad de California, Berkeley, uno de los autores de un análisis publicado en 2009 sobre los beneficios económicos de acoger unas olimpiadas.

Según su investigación, países que acogieron los Juegos entre 1950 y 2006 vivieron un alza del 30% en su comercio internacional gracias a las medidas que tomaron para tratar de impresionar al COI. Entre ellas están medidas comerciales aperturistas y de liberalización.

Este argumento es una buena razón para acoger los Juegos, según Ross, si no fuera por el hecho de que los que compitieron y perdieron asistieron a un efecto “tan grande como el de albergarlos finalmente”.

EL FUNCIONAMIENTO DEL COI

Las consecuencias positivos para los competidores refleja la naturaleza del proceso de selección, en palabras de Rose. Durante la campaña que desemboca en la gloria olímpica, los países generalmente dan pasos para abrir y modernizar sus economías.

“Te interesa mandar una señal y a tu propia población de que te abres, de que eres una parte importante del mundo, y albergar un gran evento es una manera de hacerlo”, dice Rose. “Por supuesto, es mejor si no tienes que pagar por ello”.

Stephen Billings, un profesor de economía urbana en la Universidad de Carolina del Norte, en Charlotte, también ha estudiado de manera similar las ganancias para la economía de albergar unas olimpiadas. Su conclusión: las ciudades que llegan a ser finalistas ya son ganadoras.

“No hay una diferencia real entre los favoritos y los que finalmente son seleccionados”, Dice Billings. En casi todos los casos, los que compiten por albergar los Juegos se pasan años construyendo infraestructuras antes de la decisión del COI.

De hecho, muchos economistas creen que lograr los Juegos casi nunca beneficia en absoluto al país. Los caros proyectos suelen desembocar en sobrecostes y lo que se paga por seguridad supera los miles de millones. En el mundo posterior al 11 de septiembre, albergar los Juegos Olímpicos es cada vez menos rentable.

EL BAJO PRESUPUESTO DE MADRID

De las tres ciudades que pujan por los Juegos, Madrid ha presentado lo que describe como un “bajo presupuesto”, de alrededor de 1.500 millones de euros. El Ayuntamiento asegura que se apoyará mucho en la infraestructura que ya existe y que sólo necesitaría construir cuatro estadios para el evento. Alrededor de 19 bloques de edificios de apartamentos en la Ciudad Olímpica se utilizarían después.

Pero esas previsiones no han frenado a los críticos, que desde la izquierda etiquetan el evento, en plena recesión y alto paro, como “Los Juegos del Hambre”.

Estambul se ha saltado todas las precauciones, prometiendo un presupuesto de 14.400 millones de euros. La propuesta de Tokio es de poco más de 6.000 millones de euros. El informe del COI de abril desgranó las características de cada competidor, colocando a Madrid y Tokio como favoritos, con una puntuación de 8,08 y 8,02 puntos respectivamente. Estambul se quedó en el 6,92.

“Casi todos los economistas y académicos sin relación con el COI están de acuerdo en que los Juegos Olímpicos son extremadamente caros y que las ciudades no tienen posibilidades de compensar esos costes”, en palabras de Victor Matheson, un profesor de economía de la Holy Cross University en Worcester, Massachusetts, que también ha estudiado el asunto.

BARCELONA NO ES UN EJEMPLO: ES UNA EXCEPCIÓN

Ha habido algunas excepciones, destaca Matheson, como los rentables Juegos de Los Ángeles en 1984 y Barcelona en 1992, que ayudaron a transformar la ciudad condal de una ciudad industrial en uno de los destinos turísticos más importantes de Europa.

Pero esos casos son muy poco frecuentes: Los Ángeles presentó una oferta modesta que fue aceptada por el COI por falta de otras opciones. Barcelona “tenía la perfecta combinación para el evento”, según Matheson. “Una joya de ciudad que tenía mucho que ofrecer a los turistas, pero que no se conocía lo suficiente en el mundo”.

Los que presionan para conseguir los Juegos no ignoran estos hechos, según Matheson, pero se convencen a sí mismos de que su ciudad es la próxima Barcelona.

“Es casi como lo que se dice de un segundo matrimonio, es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”, según él.

Andrew Zimbalist, un profesor del Smith College en Northampton, Massachusetts, tiene un punto de vista más sombrío. Su extensa investigación concluye que las ciudades más proclives a lograr los Juegos son aquellas con unas instituciones políticas más opacas, sujetas a intereses especiales, dice.

“La ciudad que gane será probablemente la que ha superado a las demás ofertas porque tienen muchas empresas constructoras o sindicatos, y quizás abogados, bancos de inversión que quieren conceder créditos”, según él. “Es la naturaleza de los Juegos, que se perpetúa”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en The Huffington Post. Puedes leerlo aquí.