Podemos asalta el cielo de Madrid

Podemos asalta el cielo de Madrid

Si se trataba de mostrar músculo, Podemos ha enseñado un bíceps contundente. No está tan claro, como auguró alguno de los responsables de la formación al calor del éxito conseguido, que la marcha convocada para este sábado 31 de enero de 2015 vaya a figurar “en los libros de texto” del futuro, pero sí es innegociable, por evidente, que va a ocupar la portada de todos los diarios del domingo, abrir la mayoría de los Telediarios —siempre quedan algunos que se resisten a rendirse a los hechos—, ocupar las aperturas de todos los medios online y, por supuesto, hacerse con mucha comodidad como el gran tema de debate en las redes sociales.

Podemos lo ocupó todo el sábado: plazas virtuales como Twitter y Facebook y lugares de cemento tan emblemáticos como las madrileñas Puerta del Sol o Cibeles. También, aunque para eso no existe medidor alguno que valga, la cabeza y los ojos de los principales políticos de España, desde la formación más minoritaria al presidente del Gobierno. Porque de eso se trataba: de que todos midieran la fortaleza de Podemos en la calle, su lugar natural y al que sus líderes apelan de forma recurrente en sus discursos.

Aquellos que consideran a Podemos una amenaza para la estabilidad del país vivieron un sábado de desasosiego. El partido que aspira a gobernar España en 2015 —"Ganaremos al PP", aventuró Pablo Iglesias en su intervención— convirtió el centro de España, de Cibeles a Sol, en una marea humana reivindicativa, de lemas mil veces oídos (“Sí se puede”) o más novedosos ("Tic-tac Tic-tac") y de esperanza en la capacidad de la calle para cambiar las cosas, la realidad.

OBJETIVO CUMPLIDO

Las fotografías de la marcha no dejan lugar al debate: el lleno fue absoluto. Otra cosa es cuantificar el número de puntos diminutos que dejan las imágenes aéreas. Según la Policía los manifestantes no superaron los 100.000 —20.000 más que un día de lleno en el Santiago Bernabéu—, mientras que los convocantes elevaban a 300.000 la cifra de asistentes. Fueran los que fuesen, si el objetivo era llenar el tramo de vía que nace en la plaza de Cibeles y desemboca en la Puerta del Sol, se cumplió con creces.

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Podemos es un partido intergeneracional y la manifestación corroboró el aserto. Jóvenes muy jóvenes, algún adolescente, padres con niños, parejas, jubilados… Gente que cree que otro mundo es posible y que se irrita cuando se juntan las palabras tarjetas y black. Personas que hoy han depositado sus esperanzas en nombres como Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Juan Carlos Monedero. Y, por encima de todos, en Pablo Iglesias.

Ver de cerca al líder de Podemos se convirtió para muchos de los asistentes en el gran reto de la mañana. “Mírale, ahí está, ya nos podemos ir”, decía entre risas una joven. Como una estrella del rock, Iglesias hacía lo posible por encabezar la marcha entre decenas de empujones, manos que intentaban rozar al que muchos ven ya en el Palacio de la Moncloa y gritos de “Presidente, presidente”. Iglesias respondía con un sonrisa contenida de tensión, como si acabase de ser consciente de que el proyecto que creó hace poco más de un año se le hubiera ido de las manos. Los sueños, sus sueños, se habían hecho realidad.

Las conversaciones de los manifestantes estaban atestadas de palabras como Troika, reestructuración de la deuda o casta. Dos policías, cuadrados frente a la cabecera de la marcha, hablaban entre sí:

- Es que rescataron Caja Madrid con dinero público, y eso no puede ser.

- Ya.

- No, es que no puede ser.

- Por favor, despejen esta zona.

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A lo largo de la marcha se sucedían las banderas republicanas y muchas griegas. No en vano el país heleno ha formado parte capital del discurso de Pablo Iglesias. La victoria de Syriza del pasado domingo ha espoleado al líder de Podemos a fijarla como referencia de que su grito de “Sí se puede” no es sólo un mero eslógan. “¿Quién decía que no se puede? ¿Quién decía que un Gobierno no puede cambiar las cosas? En Grecia se han hecho más cosas en seis días que otros gobierno en años ”, ha señalado para detallar los primeros pasos dados por el Ejecutivo de Alexis Tsipras: ha garantizado la "electricidad gratuita para 300.000 familias, suspensión de los procesos de privatización, recuperación de la cobertura sanitaria para todos los ciudadanos, reconocimiento de la nacionalidad griega a todos los niños independientemente del color de su piel, retirada de las alambradas que separaban al Parlamento de la gente...".

PLANES DE FUTURO

Como un émulo del griego, Pablo Iglesias ha esbozado sus planes de Gobierno: "Queremos un cambio que garantice las pensiones de los mayores; que potencie nuestras pymes; que nuestra inversión en I+D+i se equipare a la UE; queremos apostar por la industria innovadora, la soberanía tecnológica, alimentaria y energética; queremos un cambio que abra la puerta a la economía verde para salir de un ladrillo improductivo y precario; queremos un cambio en el mercado laboral para competir mejor; un cambio que ponga en orden las cuentas; y queremos afrontar una batalla sin cuartel contra el cambio fiscal".

Su discurso ha apelado a la cabeza más que al corazón —a diferencia del de Errejón o Monedero—, como si fuera un test de cara a la decenas de mítines electorales que se le vienen encima. Con una frase como hilo conductor —"Soñamos, pero nos tomamos muy en serio nuestros sueños"— Iglesias ha subrayado que "hoy, en esta Puerta del Sol soñamos un país mejor, pero no la hemos llenado para soñar, sino para hacerlos realidad en 2015". Ese sueño pasa ineludiblemente por la conquista del poder, sea asaltando los cielos o a golpe de marchas en la calle: "Este año comenzamos algo nuevo: vamos a ganar las elecciones al Partido Popular", ha vaticinado.

LA MARCA ESPAÑA

Ese triunfo electoral no es incompatible, como defienden los más críticos con la formación, con la defensa de la patria, que “no es un pin que se lleva en la solapa” ni “una pulsera”, sino que pasa por aplicar una política que protege a los ciudadanos. España, dijo, “necesita soñadores valientes, quijotes” que se atrevan a enfrentarse a “los de arriba”. "No permitiremos que los traidores conviertan al Quijote en una marca, el derecho de la gente a sonreír no se vende, las soberanía no se vende, nuestra patria no es una marca, nuestra patria no se vende", subrayó.

No se vendía en ese momento del discurso el derecho de las decenas de miles de participantes a atesorar una esperanza de cambio, de expresarlo con cánticos y la “sonrisa” tantas veces mencionada por Monedero , de disfrutar de las ráfagas del sol que desmentían los partes del tiempo que auguraban truenos y lluvia y de abandonar la jornada sin el más mínimo incidente, pese al despliegue de 400 agentes antidisturbios.

El primer paso para asaltar el cielo pasa por tomar la Puerta del Sol. Ese paso ya está dado.

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