Tanzania: las dos caras del presidente Magufuli

Tanzania: las dos caras del presidente Magufuli

A la hora de hablar sobre Tanzania, es fácil y tentador acudir al tópico de El Rey León (o al hacerlo sobre Kenia, ya que ambos países se disputan la paternidad de la criatura). Resulta tan obvio y tan barato hacerlo como acudir al tópico de la corrida de toros para hablar de la actualidad española. Pero allá voy.

Issa Michuzi / issamichuzi.blogspot.co.uk / C.C

A la hora de hablar sobre Tanzania, es fácil y tentador acudir al tópico de El Rey León (o al hacerlo sobre Kenia, ya que ambos países se disputan la paternidad de la criatura). Resulta tan obvio y tan barato hacerlo como acudir al tópico de la corrida de toros para hablar de la actualidad española. Pero allá voy.

Tanzania, ese país del este africano con una estabilidad política que hace las delicias de la región y una convivencia interétnica e interreligiosa casi toledana, prosigue su muy necesitado desarrollo sin demasiados sobresaltos, creciendo a una media del 5% y acercándose, paso a paso, a la frontera de país de desarrollo humano medio.

Tan pocos sobresaltos nos da Tanzania que la imagen que desde fuera se tiene de ella, cuando se tiene, es la de esas llanuras donde, sin duda, vive El Rey León. Tan pocos sobresaltos nos da Tanzania que, desde octubre pasado, tiene nuevo presidente, y nosotros sin enterarnos.

John Magufuli, ese personaje discreto, reservado y hermético que durante la campaña electoral se negó a conceder una entrevista a la prestigiosa BBC porque los británicos no le iban a votar, se ha revelado un dirigente férreo, popular y esencial para entender lo que ocurre en este ecosistema que es Tanzania, esta sabana de El Rey León.

Desde su elección, Magufuli ha ido alternando medidas justas y comprometidas con otras de talante más bien autoritario, por lo que cada vez más voces dudan de si su papel en este musical es el de Simba, encarnando las bondades del líder justo y hecho a sí mismo, o el de Scar, el hábil manipulador que espera paciente su oportunidad para hacerse con el poder.

Desde su elección, Magufuli ha ido alternando medidas justas y comprometidas con otras de talante más bien autoritario, por lo que cada vez más voces dudan de si su papel en este musical es el de Simba o el de Scar.

¿Simba o Scar?

Simba, el líder justo: nombrado candidato del gobernante CCM a las presidenciales por su predecesor, Jakaya Kikwete, y tras una reñida batalla contra Lowassa, antiguo primer ministro de su propio partido en el papel de tío traidor, Magufuli se hizo con la presidencia y ha emprendido desde entonces una serie de heroicas medidas en favor de la educación, contra el malgasto de fondos públicos y contra la corrupción que desangra el país (en el puesto 117 de Trasparency International en 2015).

Ha fulminado sin miramientos a altos responsables de la Administración, como los de la Autoridad Fiscal Tanzana y los de la Autoridad Portuaria en Dar es Salaam, al desvelarse varios escándalos mayúsculos de corrupción, evasión fiscal y tráfico de influencias. Además, su fiel primer ministro, Majaliwa, se pasea habitualmente, apareciendo por sorpresa en ministerios y organismos públicos para fiscalizar en qué se están gastando los recursos y controlar si los funcionarios están en sus puestos de trabajo.

En cuanto a las medidas de austeridad, Magufuli ha suspendido desde su llegada las ceremonias del Día de la Independencia (en su lugar se dispuso a limpiar las calles con sus propias manos para concienciar a la población de su importancia para la salud pública; Carmena, toma nota) y recortó los gastos de la apertura de las sesiones del Parlamento (dedicando los remanentes a hospitales públicos). También ha reducido al máximo los viajes de funcionarios al extranjero y ha vetado reuniones ministeriales fuera de edificios públicos.

Todo ello le ha llevado a la cumbre de la fama en la región: bajo el hashtag #WhatWouldMagufuliDo (qué haría Magufuli), se agrupan miles de tuits que parodian cariñosamente la vena austera del presidente.

Ha fulminado sin miramientos a altos responsables de la Administración, como los de la Autoridad Fiscal Tanzana y los de la Autoridad Portuaria en Dar es Salaam, al desvelarse varios escándalos mayúsculos de corrupción, evasión fiscal y tráfico de influencias.

Scar, el hábil manipulador: agazapado en ministerios más o menos discretos en los gobiernos de sus antecesores, Magufuli esperaba paciente su momento, que llegaría al ser nombrado candidato en 2015 y convertirse en presidente con la ayuda de la popularidad de su predecesor y del aparto del partido.

Las medidas contra el malgasto de fondos públicos emprendidas por Magufuli son vistas por algunos como medidas de corte populista, dirigidas a ganarse la fidelidad de los tanzanos. Los recortes cosméticos en gastos de representación se habrían acompañado de un impulso igualmente cosmético en inversión sanitaria o en educación.

Según sus críticos, Magufuli habría sabido aprovechar la lucha contra la corrupción para descabalgar de puestos clave de la Administración a dirigentes de confianza del presidente anterior, Jakaya Kikwete, al que, en una maniobra parricida, no habría dudado en mezclar en los presuntos casos de corrupción que pueblan los diarios del país desde que es presidente.

Usando el ahorro como excusa, Magufuli ha estrechado la visibilidad de la oposición, al reducir las transmisiones de los debates parlamentarios en la televisión pública. Asimismo, movimientos como el cierre del periódico Mawio, denunciado por Reporteros Sin Fronteras en enero, hacen también sospechar de los tics autoritarios del presidente.

La prohibición a funcionarios tanzanos de comunicarse sin autorización con misiones diplomáticas extranjeras y la imposición a éstas de duras reglas para contactar con autoridades y desplazarse dentro del país, junto con el endurecimiento de las condiciones de estancia para extranjeros, que ha expulsado a miles de trabajadores de países vecinos y europeos, o la aprensión de Magufuli a viajar y dejarse ver en el extranjero, hacen temer un repliegue de Tanzania sobre sí misma.

Las medidas contra el malgasto de fondos públicos emprendidas por Magufuli son vistas por algunos como medidas de corte populista, dirigidas a ganarse la fidelidad de los tanzanos.

¿Simba o Scar? Probablemente, la respuesta a la pregunta sobre el papel que ejercerá John Magufuli en la política tanzana nos venga tras el recuento de las elecciones del 20 de marzo en Zanzíbar, que funciona como una suerte de autonomía dentro de Tanzania. Las anteriores, que se celebraron junto con las presidenciales tanzanas que alumbraron la presidencia de Magufuli, fueron anuladas, pese a que la comunidad internacional no detectó irregularidades graves en su celebración.

La CUF, el partido opositor que abandera las reclamaciones de más autonomía y poder de decisión del archipiélago y que supuestamente lideraba el recuento antes de la suspensión, ha llamado a boicotearlas.

La actitud que adopte el presidente Magufuli, tras unos comicios que han sido calificados como "de alto riesgo", será determinante para que Tanzania prosiga su desarrollo sin sobresaltos y para que, al hablar de ella, nos siga viniendo a la mente la imagen de las sabanas donde, sin duda, vive El Rey León.