El corrector

El corrector

Hoy escribimos para ti. Con absoluta libertad y sin conocerte. Saltándonos todos esos filtros editoriales. Aquí tú decides leer o no lo que a nosotros nos apetece escribir.

Hoy no. Es el primer día de trabajo y hoy no vamos a llegar tarde. Hoy no tenemos esa presión de: "Si tengo que estar a las 9:00 a.m. en la redacción, tengo que salir de casa a las 7:30 por el atasco de la M-40. Pero claro, es el primer día, tengo que causar buena impresión y si se me pincha la rueda y voy con el tiempo justo, llegaré tarde... mi jefe me fichará y me despedirá. Mejor salgo ya y duermo en el coche". No, hoy no es ese día.

Ni tampoco el día de "¿Qué me pongo? ¿Será una oficina en la que la gente va muy formal? ¿serán más alternativos? ¿les habrán dado alguna pauta de estilismo? ¿no le darán importancia al atuendo?... Mira, me pongo camiseta debajo de la camisa, me llevo las bambas en el maletero y listo".

La presión de agradar el primer día es algo que todos hemos sentido. Da igual lo seguro que estés de ti mismo, o lo muy cualificado que creas estar. Vas de puntillas, a modo de observador. Intentando pasar desapercibido mientras clasificas a la gente en grupos para elegir el tuyo. "Los pelotas, los frikis, los guays, los cool, los megaprofesionales". Es difícil elegir. Pero hoy no nos toca.

Presiones superficiales aparte, otro de los momentos de presión de "las primeras veces en una redacción" es elegir "el tema". Pongo "el tema" entrecomillado porque claramente tiene que ser un contenido de interés para el jefe. Para el que te ha contratado. Para el que te paga. En ese momento el lector te da igual. Seamos sinceros, esto no es la tele, no hay un número determinado de lectores en prensa escrita (sobre papel) que puedan marcar "me gusta" o registrar el número de visitas a tu artículo. Por lo tanto, te cierras a la opinión del director. Hoy no.

Hoy no le ponemos cara al jefe. No le ponemos cara al editor. No sabemos por su decoración en el despacho, los objetos de la mesa, la emisora de radio que tiene seleccionada o los periódicos que tiene en la mesa, cuáles pueden ser sus gustos, su orientación o su tema predilecto. Hoy escribimos para ti. Con absoluta libertad y sin conocerte. Saltándonos todos esos filtros editoriales. Aquí tú decides leer o no lo que a nosotros nos apetece escribir. Compartiendo el artículo y dejando registradas tus visitas. Fin.

Y ¿sabes lo mejor de todo? Que después de muchos años en una redacción, podemos escribir en pijama, a las 4 de la mañana si nos apetece, con una copa de vino entre las manos y música alta de fondo. Podemos despreocuparnos de teléfonos que llaman sin parar dando avisos de últimas horas, gente que cuchichea en la mesa de al lado, risas inoportunas y momentos incómodos en el que ser nuevo es, claramente, una desventaja.

Sí, somos antisociales. Nos gusta trabajar en casa. Solos. ¿Raros? Puede ser.

Pero es que dichos de grupo como:

- Pues al salir iremos todos a tomar una caña...

Y otro dice:

- ¡O un mingón! -

Y todos se ríen porque para ellos "mingón" significa algo y para ti no. Para ti no, pero decides reírte para agradar, para empatizar con ese grupo de gente que ni siquiera ha tenido la delicadeza de compartir contigo el significado de esa broma. Gente que ni siquiera te cae bien y que te mira raro porque saben que no sabes por qué te ríes, pero lo haces. Y se hace el silencio.

- Pues yo ya me voy a casa, suerte con el "mingón".

Te vas. Y posiblemente te ralles toda la noche dándole vueltas a lo que ha ocurrido. Y no duermes. Y empiezas a pensar que igual tú no encajas allí, pero que es trabajo. Y tu cabeza no para. Y aparece el insomnio mientras te culpas de haberte fallado a ti mismo buscando algo que sabes que es imposible: agradar a todo el mundo.

Te escudas en la presión del primer día. Es normal. Quieres adaptarte lo antes posible. Que te ayuden a encontrar la fotocopiadora sin que con la mirada te hayan escupido 100 veces. Que te inviten a un "merengón, mingón" o inventarte tú la palabra que sirva de "colegueo" en ese momento. Y las horas no pasan. Y el segundo día llegas más agobiado que el primero, porque ya te sugestionas. Y te entran las náuseas, las ganas de irte corriendo.

Y sí. Claramente somos antisociales. Pero felices.

Hoy es nuestro primer día. Nuestro primer artículo. Nuestra primera vez contigo. Pero querido lector, no nos juzgues después de lo que te hemos contado. Somos majos en el fondo, y lo bueno es que no nos tienes que ver. Ni escuchar. Ni hablar. Pero lo mejor de todo, es que nosotros tampoco a ti.

Pese a todo lo coloquial que te haya resultado este blog, hay algo que hemos respetado y respetaremos hasta el fin de nuestras líneas. La ortografía. La corrección a la hora de escribir las palabras. Los acentos, las comillas, los puntos... todo en su sitio correspondiente. Y sí, sería otro de los beneficios de escribir en casa, poder usar el corrector y que nadie te mire con desprecio por tus dudas ortográficas. ¿O es que a ti nunca te ha pasado esto?