Un empresario en Bankia

Un empresario en Bankia

En los Estados Unidos la figura del empresario es poco menos que la de un héroe, mientras que aquí, en España, es poco menos que la del villano de la película. Arrastramos demasiados estereotipos anclados en el pasado.

Hace unos días una señora de edad avanzada me paró en la calle y de manera extraordinariamente educada y respetuosa me dijo: "Señor Fernández, perdone que le moleste. Sólo quiero decirle que han conseguido ustedes arruinar el trabajo de toda mi vida. Todos mis ahorros ya no existen. Espero que alguien me diga qué puedo hacer ahora".

Llevo trabajando desde los 17 años, y literalmente desde esa edad pidiendo créditos a los bancos para intentar sacar a flote la empresa que fundó mi abuelo y continuó mi padre, y reconozco que el encuentro con esa señora ha sido uno de los que me ha conmocionado más en toda mi vida. Por primera vez, yo pasaba a ser recriminado por mi coyuntural condición de "banquero" como miembro del Consejo de Administración de Bankia.

Comprendo que en un primer momento no parece fácil entender qué hace un empresario en un consejo de administración de una entidad financiera, pero a poco que uno se detenga y analice la situación, se aprecia la conveniencia y su utilidad. Y pongamos el ejemplo de Bankia, a cuyo Consejo he pertenecido hasta el relevo del señor Rato por el señor Goirigolzarri.

Los Consejos de Administración están formados no sólo por personas especialistas en la gestión financiera, sino también en otros ámbitos de la vida económica del país. En el caso concreto de Bankia hay que tener en cuenta que su Consejo deriva de la fusión de los que integraban mayoritariamente las matrices de la nueva entidad, es decir, Caja Madrid y Bancaja. Mi presencia en el de Caja Madrid como presidente de los Empresarios de Madrid derivó en la de Bankia. Es decir, estuve en Bankia por ser empresario y no soy empresario por haber estado en Bankia.

Mi tarea, como la de otros empresarios de primera línea, era la de hacer llegar las necesidades y los problemas de quienes cada día levantan la persiana de su negocio o de su nave industrial para poder hacerlo al día siguiente y no verse forzados al cierre, como estamos tan desgraciadamente acostumbrados en España en los últimos años. Como empresario que pisa y vive la calle cada día, sé perfectamente lo que cuesta acercarse a una sucursal bancaria a pedir financiación y que el director se meta debajo de la mesa porque no puede darte una gota de crédito si no es a cambio de todo tipo de garantías y de las partidas de nacimiento de todos tus antepasados.

Esos son los problemas que, al menos en mi caso y desde dentro de un banco, tuve la ocasión de plantear e intentar resolver en la medida de las posibilidades: ayudar a que los empresarios madrileños, a los que tengo en honor de representar, y españoles en general, tuvieran menos obstáculos para que puedan mantener abiertos sus negocios o incluso generar nuevos que puedan proporcionar empleo y generación de progreso general. Porque, además, esa es la función del empresario.

Los españoles necesitamos como el comer cambiar nuestra mentalidad sobre la figura del empresario. Arrastramos demasiados estereotipos anclados en el pasado que para nada tienen que ver con la realidad. No conozco a ningún auténtico empresario que se levante por la mañana pensando en cuántos empleados va a despedir y luego fumarse un puro. Todo lo contrario, cada jornada lo que deseamos es contratar, porque eso es síntoma de que las cosas van bien, que la empresa funciona, y que de ello se pueden beneficiar tanto el empresario como el trabajador.

En los Estados Unidos la figura del empresario es poco menos que la de un héroe, mientras que aquí, en España, es poco menos que la del villano de la película. Todos tenemos que hacer profundos cambios de mentalidad y funcionamiento -desde luego las organizaciones empresariales- y para ello es extraordinariamente importante que The Huffington Post haya considerado la oportunidad de podernos asomar a la ventana que abre hoy en España. Los empresarios de Madrid, y seguro que los de todo nuestro país, estamos particularmente agradecidos.