Me descontextualizas y me cortas las puntas, por favor

Me descontextualizas y me cortas las puntas, por favor

Llevo días dándole vueltas al tema de la descontextualización. Un término aplicable a casi todo, usado en múltiples ámbitos y del que tanto se habla, por peligroso en su tratamiento. No me interesa tanto la que se refiere a la desinformación como la que aleja a un objeto de un momento, un lugar o una persona para crear magia.

LLevo días dándole vueltas al tema de la descontextualización. Un término aplicable a casi todo, usado en múltiples ámbitos y del que tanto se habla, por peligroso en su tratamiento, lo mismo en redes sociales que en blogs. No me interesa tanto la que se refiere a la desinformación como la que aleja a un objeto  de un momento, un lugar o una persona para crear magia. Obvio decir que cuando la representación de la experiencia no-contextualizada viola la veracidad de un hecho fundamental no me mola en absoluto. Lo serio pide contexto sin fisuras, por mucho que Jamie Reid se me ponga chulo.

Todos nos definimos en función de. Nos quitan el contexto y nos convertimos en el emperador con traje nuevo. Pero aún asín (como diríamos por aquí) ese juego basado en el desorden me cautiva: descontextualizar para recontextualizar, a veces de forma irreverente, otras placentera. Parece que, desde un punto de vista lúdico y en medio de esta maraña comunicativa que nos envuelve, aún nos mueve y remueve incluso convertida en un recurso fácil y de escasa imaginación. Marcel Duchamp y su inodoro, que tan en voga vuelven a estar, se me aparecieron anoche en procesión, abanderando la causa como si el tiempo no hubiese pasado y yo cerré los ojos concentrada en Obama saltando montones de deuda, pero no hubo manera. Le secundaban Walter de Maria, Chema Madoz, Ruth Zaragoza y Margaux Lange que al son de unos tambores-cantimplora, me miraban desafiantes.

Que me perdone Eva Lootz, a la que admiro profundamente, pero sus sonidos enlatados son al arte contemporáneo como una camiseta de I LOVE LONDON en Puente Tocinos. Sólo hay que coger el tiempo y el espacio y mover las piezas o si se prefiere, agitar. Rápido y efectista. Es sorprendente ver cómo triufan los vinilos de Karina y su Baúl de los recuerdos en fiestas riot. O la vieja tienda de maniquíes de la carretera de Alcantarilla, convertida en el bar de moda de Prenzlauer Berg. Sacar de contexto cualquier cosa abre múltiples nuevas posibilidades de significado y significante, pero lo mejor de todo es que tiende a divertir.

En fin, me he dado cuenta de que no es el momento de abordar este tema a fondo, que da como mínimo para una tesis, porque no andan ni mi cuerpo ni mi mente en formato metafísico y menos analítico. Andan más bien acordonados por el síndrome de ansiedad por separacion canina, cada vez que dejo a mi perro en casa con cara de yo nunca lo haría.

Tuve conciencia de mi incapacidad  de introspección en el supermercado, hace un par de días. Me vi empujando un carrito lleno de pienso para perros y tarareando Mercadona ... Mercadona y hasta a punto estuve de comprar la oferta de la caja, claro síntoma de que esta cuesta de enero no ayuda nada a abordar el saber con tranquilidad y reflexión.

Murcia se despereza. Hay muchas ganas en el ambiente de contextualizar y descontextualizar. Asociaciones de fotografía con proyectos interesantisimos de autoedicion de libros como Omnivore, intervenciones y talleres en marcha como los de AADK... Cuánto talento hay en esta región, que es capaz de lanzar al mundo adaptaciones como el Murcianico Style al tiempo que el panorama independiente de la música regional se nutre incesante de nuevas bandas con grandísimo talento.

El arte es una herramienta para entender y percibir el mundo y para entender y percibirnos a nosotros mismos. Y en eso somos expertos aquí. Sacamos partido a nuestras luces y sombras que llenan el mismo saco de las artes, para gloria de todos los presentes. Capaces y capazos de hacer de lo popular un enigma y de lo selecto un espacio común para todos. Pero no intentes entendernos en contexto. Solo nosotros sabemos qué tienen en común la Tate Modern y Carrefour Planet.