Vladímir

Vladímir

Antes no me gustabas pero ahora me enfermas, zar de la homofobia: apestas a discriminación. En tu cara y al mirarte veo libertades anuladas y se me vienen encima las imágenes de tantas personas apalizadas, vejadas -graban su dolor y lo comparten.

Bajaban por la calle tan felices como si no pesaran, cogidos de la mano o, de repente, de la cintura. De pronto se paran y uno llena de besos la cara del otro que no deja de reírse, y siguen enseguida, como si no pesaran bajando una calle que hacen suya. Yo, detrás, miro embobada su felicidad y me da, mira tú qué ocurrencia, me da entonces por pensar en ti. Precisamente en ti...

Nunca me gustaste, Vladímir. No me gustó nunca tu cara, la expresión de tus ojos, ese pelo, fino, pegado a la frente; incluso de adolescente, en las fotos en que he podido verte de joven, se descubre ya en ellas al Vladimiro entreverado de funcionario y espía, alguien que produce frío en la espalda.

Me repugna el tufazo machista que desprendes, tufazo que enciende la rebelde desesperación de María, Yekaterina y Nadezhda, en la cárcel todas -qué desgracia- por molestarte, tufazo que dispara la respuesta encendida de las FEMEN -"ven, desnúdate y gana"-. Tu tufazo machista me repugna.

Antes no me gustabas pero ahora me enfermas, zar de la homofobia: apestas a discriminación. En tu cara y al mirarte veo libertades anuladas y se me vienen encima las imágenes de tantas personas apalizadas, vejadas -graban su dolor y lo comparten.

Huelo al mirarte los miedos y el valor de quienes, orientaciones sexuales no tradicionales, tienen fuerza para seguir luchando contra leyes que estigmatizan, contra un sistema político que es una sangría de las libertades, una sangría de los derechos, un sistema que confunde información con propaganda.

Y al pensarte pienso también en el miedo de Camilla, encarcelada, en sus sólo 21 años, y en los demás encerrados, hasta 30, sin saber... "¿y ahora qué?"...

Veo y huelo tanto odio que necesito acelerar el paso para alejarme de ti, acelerarlo para no perderles. Y me acerco a su amor, me relajo y te olvido -menos mal que te olvido- y confío -de repente me vuelve la confianza- en quienes son capaces de seguir soñando el sueño de la igualdad y la libertad, y lo siguen soñando, un sueño en el que nunca tú, nunca, podrás reposar.

Yo hoy no quiero soñar, tengo una certeza y es que avanzamos, que por encima y a pesar de ti -qué poco me gustas, Vladímir- nosotros avanzamos.

Avanzo y les alcanzo y me relajo en ellos, les miro, veo su amor, lo miro y me relajo.

  5c8b3de82500001304ca5eb9