Bimba tú eres, entre todas las mujeres

Bimba tú eres, entre todas las mujeres

Bimba Bosé ha muerto. Cuando me enteré tuve que sentarme. Fue un shock. Sentí la desesperación de todas esas cosas que se quedarán por hacer. Sentí que me habían atracado en lo más profundo. Y es que aún no había terminado de aprender de ella.

Bimba Bosé ha muerto. Cuando me enteré tuve que sentarme. Fue un shock. Sentí la desesperación de todas esas cosas que se quedarán por hacer. Sentí que me habían atracado en lo más profundo. Y es que aún no había terminado de aprender de ella. Bimba dejaba su impronta de color, elegancia y seducción en todo lo que hacía. Bimba te gritaba en la cara que la belleza no es eso que nos quieren contar. Ahí estaba ella para demostrarlo, con esa apariencia masculina envolviendo la más absoluta fragilidad y finura, como las chicas francesas de los años 20. Y como ellas, también luchaba y vivía como si el mundo se estuviera acabando.

No sé muy bien si fui yo la que la encontró a ella o fue ella a mi. Cuando yo era pequeña, solía coleccionar todas las páginas de moda que salían en una revista que mi abuelo me daba porque venían por el periódico. Al ver a aquellas modelos, sentía una mezcla de admiración y desubicación. No me sentía identificada con ninguna de ellas. Melenas, caras angelicales y rezumando dulzura por cada poro de sus pieles. Las chicas de mi edad estaban locas por ponerse tacones y yo los miraba con recelo sin saber muy bien que hacer. Yo me sentía atraída por el estilo de las chicas masculinas que aparecían en las fotos de Helmut Newton. Sin embargo me dejaba arrastrar. Un día encontré a Bimba y descubrí que no estaba yo sola. Que en un mundo de mujeres bellas, yo tenía cabida. Ella era la cuadratura del círculo porque sólo ella podía llevar esos trajes de chaqueta imposibles y desprender esa delicadeza y finura. Todo el mundo no puede nacer en Roma, eso también es verdad. El caso es que me enamoré de Bimba.

Y llegó el cáncer a mi vida y no a través de ella. Alguien que ha tenido más suerte pero que me enseñó la cara más amarga de una enfermedad que ataca a los puntos de identidad de la mujer: el pecho, el pelo. El cáncer te devasta, te rompe por dentro. Te destroza por fuera. Te sube en una noria frenética de sentimientos. Te mueve los cimientos desde tu infancia y te pone frente a un espejo que saca lo peor de ti. Pero Bimba bailó encima del alambre y lo hizo suyo. Hizo belleza de las secuelas de la enfermedad. La redujo a lo mínimo y lucía sus cicatrices sin miedo, al fin y al cabo eso era ella, y ella es todas. No hay nada más atractivo que la valentía y el amor propio. Ahí me enamoré de ella aún más.

Ahora que se ha ido, lloro la pérdida de una musa, de una obra de arte, de alguien que me dio la mano y me guió. De alguien que retó a Dios creando otro género.

Vuela tranquila, Bimba.

La belleza te ha hecho eterna.

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