¿Está EEUU usando el sistema carcelario colombiano como un sitio clandestino?

¿Está EEUU usando el sistema carcelario colombiano como un sitio clandestino?

"Estoy metido en una situación kafkiana", me contó Kaleil Isaza Tuzman por teléfono desde la cárcel 'La Picota' en Bogotá, Colombia. La Picota, entre otras prisiones colombianas, ha sido condenada a nivel internacional por su suciedad y hacinamiento, por falta de agua y de cuidados médicos, así como por extorsión y violaciones.

"Estoy metido en una situación kafkiana", explicó Kaleil Isaza Tuzman cuando me llamó desde su prisión en Bogotá, Colombia. "Estuve en la cárcel 'La Picota' por meses, y ahora me tienen en el llamado 'Bunker' en la planta baja de las oficinas de La Fiscalía". Cuenta que desde principios de septiembre de 2015 ha estado recluido en una prisión en Colombia por una orden de detención por parte de Estados Unidos con acusaciones de fraude relacionado con la contabilidad de una compañía de software que él lideró hasta comienzos de 2012, llamada KIT Digital. A pesar de que Kaleil ha pedido a través de sus abogados que se le extradite a Estados Unidos -donde nació y donde quiere defenderse en un tribunal-, debido al bizantino proceso de extradición permanece recluido indefinidamente sufriendo unas de las más severas condiciones de encarcelamiento del mundo. Si le hubieran detenido en Estados Unidos seguramente habría salido libre inmediatamente bajo fianza y bajo su propio reconocimiento, mientras transcurría su juicio.

Sin embargo, Kaleil está en Colombia sin la posibilidad de pedir habeas corpus, fianza, una audiencia, presentación de pruebas, testimonio en su defensa, un pronto juicio, o ninguno de los demás derechos del debido proceso legal, protecciones que tendría en Estados Unidos y que, debe decirse, son su derecho de acuerdo con la Constitución de Estados Unidos, aunque él esté presente en un país extranjero. En cambio, Kaleil está sujeto a un arcano proceso administrativo acordado por Estados Unidos y Colombia (no existe un tratado de extradición, sólo una práctica común o "convención") que puede llevarle un año o más, quizá mucho más. El 16 de marzo, la Corte Suprema de Colombia, encargada de revisar los casos de extradición, aprobó la extradición de Kaleil, pero todavía requiere la aprobación de la rama ejecutiva, la cual puede tomar varios meses más.

Surgen preocupantes preguntas, acerca de por qué un residente de Nueva York y emprendedor, quien regularmente anunciaba en las redes sociales dónde estaba y qué planes de viaje tenía, fuera arrestado mientras viajaba por negocios a Colombia (donde está construyendo un hotel de cinco estrellas en el eje turístico de la ciudad amurallada de Cartagena), unos pocos días antes de regresar a Estados Unidos para celebrar el año nuevo judío (Rosh Hashaná) con su familia. Sin duda, su reclusión en Colombia, un hecho extraordinario que bajo la convención de extradición entre Estados Unidos y Colombia está supuestamente reservado para peligrosos fugitivos; resulta aún más inexplicable teniendo en cuenta que hay terceros que dicen que Kaleil conocía personalmente a Preet Bharara, el fiscal de Manhattan, quien presentó los cargos contra él en la reunión de exalumnos de Harvard apenas tres meses antes de su arresto en Colombia. Este es el mismo fiscal que precipitó la captura de Kaleil el 7 de septiembre de 2015 por medio de una nota verbal (es decir, una llamada telefónica) a la oficina del Fiscal General de la Nación Colombiana.

Con mucha razón, varios expertos legales especulan que teniendo un caso débil contra Kaleil, las autoridades de los EEUU querían arrestarlo en Colombia, sabiendo que el proceso de extradición se demoraría y sería tortuoso. Esto daría a la Fiscalía de Manhattan la máxima ventaja sobre Kaleil para posiblemente extraerle una confesión a pesar de sus declaraciones de inocencia. Mientras tanto, ellos también podrían obtener un acuerdo de colaboración con Robyn Smyth, el gerente de finanzas de Kit Digital, también acusado como Kaleil. El señor Smyth fue arrestado en su hogar en Australia al día siguiente del arresto de Kaleil; su extradición fue sospechosamente rápida y le llevaron a Manhattan unas pocas semanas después de su arresto.

Se suele hablar poco de este truco (usar la extradición para subvertir el proceso legal y dar a los fiscales una ventaja en la construcción de casos legales y extraer acuerdos de colaboración o confesiones), pero las autoridades estadounidenses la utilizan con frecuencia en connivencia con las autoridades colombianas. Agencias como la Administración para el Control de Drogas (DEA) y las fiscalías de ambos países lo entienden perfectamente en el contexto de los casos de extradición entre Colombia y Estados Unidos. El caso de Kaleil ilumina con más claridad esta práctica, puesto que parece ser el primero en la historia de la extradición entre los dos países en que se pide la extradición de un ciudadano de Estados Unidos por cargos no relacionados con narcotráfico, violencia, ni fuga bajo fianza.

Básicamente, Estados Unidos puede estar tratando de evadir a propósito los estándares del debido proceso manteniendo a individuos (entre ellos, ciudadanos norteamericanos) arrestados en el extranjero, donde pueden salirse con la suya teniendo a los acusados sujetos a condiciones más severas que lograrían en su propio terreno y así tener ventaja en la negociación de acuerdos y conciliaciones, sin las protecciones judiciales apropiadas.

Ciertamente otros han llegado a esta misma conclusión. Así lo explica un reciente artículo del The Miami Herald, que menciona, entre otros, el caso de Kaleil:

"Cuando Colombia reanudó la extradición en 1997, el sistema fue diseñado para los poderosos capos de la droga, comandantes guerrilleros y líderes paramilitares buscados por Estados Unidos. Los detenidos tendían a ser extremadamente peligrosos y bien conectados, por lo que necesitaban estar aislados.

Pero abogados e investigadores dicen que el sistema de extradición parece estar construido sobre la presunción de la culpabilidad. En medio de estas difíciles condiciones, los agentes del FBI y de la DEA a menudo presionan a los detenidos para obtener información...

"Si no es inocente y no tiene rutas que identificar o cómplices que nombrar, no tiene nada"... "Y probablemente tampoco tiene un abogado con la capacidad y conocimiento para sacarlo libre".

Además de que se les niegue el básico debido proceso del cual uno disfrutaría en Estados Unidos, individuos como Kaleil tienen que sufrir las condiciones de las prisiones colombianas, mucho más crueles que en Estados Unidos, y que a menudo violan las normas internacionales de derechos humanos y pueden hasta calificarse como tortura. Prisiones colombianas tales como la tristemente célebre "La Picota" (donde Kaleil fue recluido durante meses) han sido condenadas a nivel internacional por su suciedad, falta de agua, ausencia de cuidados médicos, profundo hacinamiento, así como por extorsión, violación y asalto.

Como escribía un comentarista en un artículo apropiadamente titulado Prisiones Colombianas: La Ante-Sala del Infierno:

"En las prisiones colombianas las palabras 'derechos humanos' parecen no tener significado. El prisionero deja atrás su dignidad y probablemente también su salud, cuando cruza la frontera entre su vida previa y su sentencia futura tras las rejas de una de las prisiones del país.

Tanto los prisioneros como las Naciones Unidas han expuesto las condiciones bajo las que viven: hacinamiento, contagio de infecciones, falta de acceso a tratamiento médico, violencia y acceso limitado al agua, entre otros abusos. Es un maltrato que a veces termina en muerte o suicidio para algunos de ellos".

Este mismo artículo explica que "las cárceles colombianas están entre las más hacinadas y violentas en América Latina y alojan guerrilleros izquierdistas al lado de sus enemigos, los paramilitares de ultra-derecha". Por su parte, el mismo Kaleil ha estado recluido en Colombia con presuntos asesinos (incluyendo a su compañero de celda en La Picota, un presunto asesino buscado por múltiples países), narcoterroristas, narcotraficantes y otros violentos criminales. Esto pese al hecho de que Kaleil es un acusado no violento y sin ningún historial delictivo previo.

Por si esto no fuera suficiente, hace poco se desveló que se encontraron más de cien cuerpos descuartizados y desmembrados en cárceles colombianas de Bogotá y sus alrededores. Como lo reportó el reconocido periódico The Toronto Sun el mes pasado, "se arrojaron partes de cuerpos de prisioneros, visitantes y otras personas al sistema de alcantarillado".

Pero Kaleil no está solo languideciendo en una prisión colombiana mientras espera la extradición a Estados Unidos. Él es uno de los otros 150 "extraditables" recluidos sólo en La Picota, y cuyo caso colectivo de derechos humanos ha sido aceptado por la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos (CIDH) con sede en Washington, DC.

Kaleil se declara inocente de los cargos, pero si al final se le declara culpable de los delitos de que se le acusa, será irrelevante. El inhumano tratamiento que se les da, así también como la completa negativa que se les da a un proceso legal justo (lo cual puede acabar en confesiones falsas por desesperación) es inexcusable y no puede ser permitido. Un comentarista, que invirtió en la empresa de Kaleil y a quien no le fue muy bien describe bien este caso: "Yo creí en Kaleil e invertí también en KIT Digital y cuando oí acerca de los cargos me enojé un poco. Ahora, sin embargo, estoy absolutamente furioso al ver cómo lo están tratando. Deben traerlo a los Estados Unidos y acusarlo formalmente; es una violación de los derechos humanos tenerlo recluido en una violenta prisión en Colombia mientras espera su día en una corte. Esto no es lo que nosotros somos y el Departamento de Justicia norteamericano, que se supone defensor de las leyes y nuestros principios, debe estar avergonzado".

Mientras tanto, mi entrevista telefónica con Kaleil fue interrumpida de forma grosera cuando "se le acabó el tiempo" y le quitaron el teléfono y colgaron, supuestamente los guardias de la prisión. "Puede que estén escuchando lo que te estoy diciendo, y no están muy contentos con lo que digo. Trataré de llamarte de nuevo...", me dijo Kaleil justo en el momento en que terminó la conexión telefónica. Eso fue hace unas semanas, y no he oído más de él...

Para firmar una petición urgiendo que a Kaleil se le trate humanamente y se le dé el debido proceso que merece, vaya a: change.org/tratojustodekaleil.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post'

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