Otelo vuelve al Palazzo Ducale

Otelo vuelve al Palazzo Ducale

El Moro de Venecia ha vuelto con éxito clamoroso al Palazzo Ducale en la gran semana de la Serenísima, la Festa del Redentore. Tras 40 años de ausencia, es un logro de la austera e imaginativa gestión del director del teatro de La Fenice, Cristiano Chiarot.

El Moro de Venecia ha vuelto con éxito clamoroso al Palazzo Ducale en la gran semana de la Serenísima, la Festa del Redentore. Tras 40 años de ausencia, es un logro de la austera e imaginativa gestión del director del teatro de La Fenice, Cristiano Chiarot.

El marco es majestuoso: el patio del Palazzo, con sus tres muros macizos sobre la columnata gótica que sirven de pantalla para la proyección de la hidra y de las naves. El escenario es la fachada renacentista lateral de la basílica de San Marco recubierta de mármol que refuerza la imponente escalera de los Gigantes que da acceso al Palazzo.

Solo se permitió añadir unas pasarelas de acqua alta que sirvieron de escenario y el juego de luces. El cielo y el tañer de campanas en el momento culminante completaron un decorado insuperable.

Otelo es la obra más sapiente y actual de Verdi porque trata de un tema eterno, el odio.

Yago, personaje mefistofélico, va tejiendo su venganza instilando cuidadosamente la insidia sottovoce a Otelo: "Temed, Señor, a los celos, hidras oscuras, lívidas, ciegas, que con su veneno se envenenan a sí mismas. Vívida llega que desgarran su seno". (acto segundo)

El director de escena Francesco Micheli expresa melodramáticamente la tortura del odio y los celos que devoran a los personajes con unas fantasmagóricas sombras negras que envuelven a ambos en los momentos claves. Acierto que contrasta con el inexplicable final de happy end que ha ingeniado frente al trágico desenlace original. ¡Imposible tarea de corregir a Shakespeare y Boito!

La dirección del maestro coreano Myung-Wun Chung es de un clasicismo verdiano adaptado de manera admirable al espacio abierto con dominio de la orquesta y coro de La Fenice. Gregory Kunde en el papel de Otelo hace una aparición inicial en lo alto de la escalera de los Gigantes que recuerda a Plácido Domingo por su planta y voz. Lucio Gallo encarna a un intrigante Yago.

Carmela Remigio cumple como Desdémona, soprano de voz delicada que en algunos momentos tuvo que medirse con el peso de la orquesta.

La escenografía en general aprovechó bien el espacio, con escenas como el enfrentamiento entre Rodrigo y Casio, los dúos entre Otelo y Desdémona, o de ésta con Emilia. El juego teatral con el pañuelo muy conseguido.

En conjunto, un rotundo éxito en un ambiente único.