20 años de un ejército sin mili: de la cantidad a la calidad

20 años de un ejército sin mili: de la cantidad a la calidad

De un modelo “masivo”, volcado en formar reclutas tras la Guerra Fría, a uno profesional, centrado en la tecnología y aprendiendo en 16 países con los mejores.

Protesta de objetores de conciencia en Madrid, en 1997.REUTERS

De un Ejército “masivo” volcado en formar reclutas tras la Guerra Fría a uno profesional, centrado en la tecnología y aprendiendo en 16 países con los mejores. El fin de la mili hace 20 años ha dado paso a unas Fuerzas Armadas donde la calidad prima sobre la cantidad.

“Es oportuno en este momento proceder a la suspensión del servicio militar obligatorio”. El 9 de marzo de 2001, el Gobierno plasmó esta frase en el real decreto que adelantaba al 31 de diciembre de ese año del fin de la mili.

Terminaban así 165 años de un Ejército enfocado en enseñar, con miles de jóvenes que pasaban cada año por sus cuarteles y engrosaban luego las listas de reservistas por si se declaraba una guerra.

“El esfuerzo de las unidades era recibir a los reclutas que llegaban sin ninguna formación para que, cuando se fueran, estuviesen preparados para actuar en un conflicto”, explica a Efe el coronel José Pardo de Santayana, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos y experto en historia militar.

Para Santayana, se trataba de “un proceso educador” donde las unidades “no estaban nunca del todo operativas para salir a operaciones”. “Era el modelo antiguo de Ejército masivo”, una realidad militar que ha desaparecido porque “el volumen no juega ya un valor tan importante”.

Ahora, los alrededor de 121.000 militares profesionales están más especializados. “La calidad cuenta más que la cantidad”, apunta el coronel, para quien el cambio era inevitable ante la tecnificación de las Fuerzas Armadas y la irrupción de robots, drones o ataques en el ciberespacio que requieren de una formación muy concreta.

Otra de las razones que empujaron a su profesionalización, destaca el analista, es que 20 años atrás el Ejército era “impopular”. En el 2000, un 80 % de los españoles apoyaban el fin de la mili y valoraban con un 6 sobre 10 la profesión de militar, una nota que ha ido aumentando hasta el 6,7 en 2017, según datos del CIS.

  Gaffiti contra el servicio militar.Alvaro Rodríguez / Portada / Getty Images

Profesionalización y modernización, de la mano

Ahora, la “masa”, coincide Javier Jordán, profesor de la Universidad de Granada especializado en seguridad, “no es tan relevante” y esos ejércitos numerosos de hace 40 años, preparados para luchar tras la experiencia de dos guerras mundiales, ya no son necesarios.

Pero la profesionalización tenía que ir unida a la modernización, algo que se comenzó a hacer poco antes del fin del servicio militar obligatorio. A finales de los años 90 del siglo pasado se pusieron en marcha los Programas Especiales de Armamento (PEA), que buscaban renovar los materiales militares a base de créditos.

Gracias a ellos se desarrollaron nuevas fragatas como la F110 y aviones como el Eurofighter, pero el sistema ha creado también un “déficit descomunal” que, desde la crisis de 2008, lastra los presupuestos de Defensa y dificulta el mantenimiento de los materiales.

“Estamos mejor que en 2001, pero tenemos un problema de mantenimiento de capacidades”, dice Jordán, que también detecta carencias en personal, especialmente en el Ejército del Aire y en la Armada.

La parte económica es, confirma Santayana, una “espada de Damocles y los presupuestos se han ido ajustando tanto que “las unidades están muchas veces en cuadro”.

Otro de los avances en las últimas dos décadas es la apertura del Ejército al exterior. En realidad, las primeras misiones internacionales en las que participó España cumplen ahora 31 años, pero los últimos 20 han permitido consolidarlas y que los militares profesionales hayan aprendido de los mejores. Ahora, están presentes en 16 países.

“Lo más importante ha sido la apertura al mundo. Cuando un Ejército no se emplea, no progresa”, dice Santayana, y Jordán constata que a lo largo de los últimos años la mayoría de los militares han salido fuera.

Estamos mejor que en 2001, pero tenemos un problema de mantenimiento de capacidades

“Es muy normal hacer ejercicios internacionales, muchos oficiales han pasado por mandos en la OTAN o puestos en la UE y eso es participar en la primera división. De estar trabajando codo con codo con ejércitos como el británico, francés, de EEUU, francés o alemán se aprende mucho”.

Coordinar las misiones en el exterior es precisamente lo que hace el Mando de Operaciones (MOPS), un órgano creado en 2003 dentro del Estado Mayor de la Defensa que facilita estas labores y que se ha mostrado muy útil para poner en marcha, en tiempo récord, la operación Balmis de lucha contra el virus en España.

Ciberespacio y “zona gris”

Desde 2001 también han aparecido nuevos fenómenos y amenazas, como los ataques por internet como arma de guerra o el concepto de “zona gris”, un nuevo tipo de conflicto no armado.

Se trata, resume Jordán, de “un espacio intermedio entre unas relaciones amistosas y una guerra, entre el blanco de la paz y el negro de la guerra”, donde hay rivalidades por encima de las buenas prácticas, con injerencias políticas, económicas, ciberataques e intimidación militar.

Este experto cita las tensas relaciones entre la OTAN y Rusia, que protagonizan “un nuevo tipo de conflicto” donde “es fundamental la ciberseguridad”. De ahí que en 2013 se creara el Mando Conjunto de Ciberdefensa (MCCD), que hace poco cambió de nombre ante una nueva amenaza en un entorno que no es nuevo: el espacio.

Ahora, el Mando Conjunto del Ciberespacio (MCCE) aúna los dos ámbitos ante la preocupación de posibles ataques a los sistemas de satélites, claves hoy para asegurar unas comunicaciones cada vez más presentes en los vehículos, aviones y barcos militares, cada vez más remotos.

Tampoco es nueva en estos 20 años, pero avanza poco a poco, la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas. Su incorporación al Ejército profesional arrancó con fuerza. En el año 2000, un 23 % de los solicitantes de plaza eran mujeres.

Su presencia, coinciden los dos expertos, ha supuesto más un cambio social que en la manera de operar de los militares. “Han entrado con total normalidad”, dice Jordán, aunque solo han pasado de ser un 11,2 % de los efectivos hace 20 años a representar ahora un 12,9 %.