“La violencia no empezó en las últimas semanas. La violencia nunca ha cesado en Afganistán”

“La violencia no empezó en las últimas semanas. La violencia nunca ha cesado en Afganistán”

Varios cooperantes narran el drama del país con la conquista talibán y una guerra de décadas: “La gente sabía que iba a ocurrir. La sorpresa es que haya sido tan rápido”.

Un talibán patrulla una calle en Kabul (Afganistán) el 17 de agosto de 2021. WAKIL KOHSAR via AFP via Getty Images

Hay quien predice que dentro de unos días no nos acordaremos de Afganistán. También hay quien se pregunta por qué no nos acordamos de ellos —y de ellas— en los últimos diez, veinte o cuarenta años, el tiempo que lleva el país en guerra

José Mas, que coordina varios proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el sur del país, se confiesa algo cansado de leer en algunos medios que “los talibanes han conquistado el país en las últimas semanas, o que la violencia ha empezado en las últimas semanas”. “No es verdad. La violencia nunca ha cesado”, aclara. El médico explica que, cada año, los talibanes lanzaban una “ofensiva de primavera”. “Cuando se producía el deshielo y los caminos eran más transitables, era más fácil hacer la guerra. Este año, que el invierno ha sido muy suave, la violencia no ha cesado en intensidad”, describe. 

Mariana Galán, que llegó a Afganistán como cooperante desde Chile en 2002, se encontró con un lugar prácticamente anclado “en la Edad Media”. “Vi un país destrozado por guerras tribales y con enormes diferencias culturales en poco terreno, fruto de su origen de fronteras forzadas y comunidades sumadas que no tienen mucho que ver unas con otras”, describe. Pero, sobre todo, recalca, “vi un país dolido y sometido, con ganas de salir adelante”.

En 2002 vi un país destrozado por guerras tribales y con enormes diferencias culturales. Pero, sobre todo, vi un país dolido y sometido, con ganas de salir adelante

Galán aterrizó en Kabul apenas un año después de que comenzara la intervención estadounidense tras los atentados del 11-S. La chilena permaneció allí tres años, y después ha seguido colaborando de forma puntual hasta 2018. “No vi progresos de vuelco en estos años, pero sí apertura que cambiaba el día a día en cuestiones de educación y participación social”, cuenta. Se calcula que, desde 2001 hasta 2019, el número de niños escolarizados pasó de 1 a 9,2 millones

Según un informe de 2020 publicado por el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, la calidad de vida de los afganos ha mejorado notablemente en la última década, pero las cifras siguen siendo las de un país en desarrollo. Sólo un tercio de la población tiene conexión a la red eléctrica y poco más de la mitad de los afganos tiene acceso a agua potable limpia. “Carencias de servicios hay muchas, pero sin miedo se abordaban de otra forma”, señala Galán. “Quizá sea eso lo más nuevo en el cambio, que había más seguridad en las calles y menos miedo en la mente”. 

“Los progresos de estos años se borrarán, me temo que en días”

Sin embargo, las historias y las imágenes que le llegan a la chilena estos días son “el horror”. “Es doloroso”, dice. “Quedaba mucho trecho, hacía falta estar más tiempo, pero estar con interés, y no sólo con intereses”, recalca Galán, en referencia a la prematura retirada de Estados Unidos y, por consiguiente, del resto de países occidentales.

“Los afganos no estaban contentos, sabían que Occidente los ha usado, pero sabían que les daba una especie de armadura”, dice. Lo que ha ocurrido ahora, compara, “es como quitar un andamio a una casa a medio hacer”. Y el pronóstico de Galán para el futuro próximo es oscuro: “Los progresos de estos años se borrarán, me temo que en días”.  

Los afganos no estaban contentos, sabían que Occidente los ha usado, pero sabían que les daba una especie de armadura. Lo que ha pasado ahora es como quitar un andamio a una casa a medio hacer

Charlemagne Gómez tiene una sensación parecida estos días, y hay momentos en los que no puede contener las lágrimas. “No me lo creo, no me lo creo, es una pesadilla”, repite al teléfono. Esta inglesa de ascendencia española y residente en Granada ha vivido temporadas en Afganistán como observadora electoral, trabajando con la ONU, la Comisión Europea y varias ONG de lucha por los derechos de las mujeres.

En los últimos días, Gómez apenas descansa. Se ha propuesto ayudar a sus amigos y conocidos afganos que tratan de salir del país de forma desesperada, y se encuentran con el caos, la incertidumbre y la falta de información. “Miedo” es la palabra que más repite Gómez durante la conversación. Cuenta que algunos de sus amigos han conseguido huir, pero muchos han tenido que dejar en Afganistán a sus familias. “Han dejado a su mujer y a sus hijos, y tienen muchísimo miedo. Sobre todo por sus hijos, por si los convierten en soldados talibanes, y por sus hijas, por si acaban en matrimonios forzados”, explica la observadora.

  Numerosos afganos esperan en el Aeropuerto Internacional de Kabul para salir del país, el 18 de agosto de 2021. Aykut Karadag/Anadolu Agency via Getty Images

Este martes, en la primera rueda de prensa de los talibanes desde que tomaran Kabul, los islamistas aseguraron que habrá una amnistía para los funcionarios y que respetarán los derechos de las mujeres bajo los preceptos de “la ley islámica”. Pero la población y la comunidad internacional tienen dudas —legítimas— de que esto sea cierto. “A lo mejor nos sorprendemos todos con el régimen talibán, pero la cosa no pinta nada bien”, apunta Gómez. Su colega Mariana Galán lo dice de forma más cruda: “Los talibanes dicen que no van a hacer esto o aquello, pero claro que lo harán”. 

A lo mejor nos sorprendemos todos con el régimen talibán, pero la cosa no pinta nada bien

Mientras tanto, la mayoría de la gente está escondida en sus casas, esperando que ocurra el milagro y les llegue una respuesta de la embajada, un permiso para poder viajar y salir de Afganistán. Esta autorización depende de cada país y, aunque la reciban, la gente no sabe siquiera cómo logrará acceder al aeropuerto, donde estos días se viven imágenes de terror. Se trata de trabajadores y colaboradores, directos o indirectos, de las delegaciones internacionales, y se trata también de sus familias, condenadas a un futuro incierto. “Han sido nuestros ojos, nuestros oídos en Afganistán, y no sabemos qué va a pasar ahora con ellos”, lamenta Gómez. “Es un enigma quién puede salir de verdad”.

Quién puede (o no) salir

Los países han ido anunciando poco a poco su postura sobre la acogida de afganos, pero todavía hay muchas lagunas, y ciertas reticencias. España ha enviado dos aviones militares para evacuar a los españoles que quedan en Kabul y a colaboradores afganos, y prepara el envío de una tercera nave medicalizada. El Gobierno calcula que en total evacuará a unos 800 afganos.

En el caso de Alemania, la canciller Angela Merkel ha hablado de 10.000 acogidas. No obstante, en una carta enviada a la Comisión Europea hace sólo dos semanas, Alemania pidió, junto con Bélgica, Dinamarca, Grecia, Países Bajos y Austria, que Europa frene la “presión migratoria” de población afgana y refuerce el control migratorio y la “protección de fronteras” tras la ofensiva talibán. El francés Emmanuel Macron, por su parte, también advirtió esta semana de que Europa “debe prepararse” para una oleada de “inmigración irregular”. 

La gente allí teme mucho. Están aterrados, pero no pueden ni escapar

La población es consciente de que, cuanto más tiempo tarde en salir de allí, más complicado será. “Si tardan, Europa hará bloqueo y ni siquiera podrán llegar a ser refugiados”, avanza la chilena Mariana Galán. La gente allí teme mucho. Están aterrados, pero no pueden ni escapar”, zanja.

  Panorama en Kabul el 18 de agosto de 2021. HOSHANG HASHIMI via AFP via Getty Images

El éxodo no es nuevo para los afganos. En un país de 38 millones de habitantes, 5 millones son desplazados internos. Desde el mes de mayo, cuando se recrudeció la ofensiva talibán y Estados Unidos ya había anunciado su retirada, 250.000 personas han tenido que abandonar sus hogares, dejando las zonas rurales para acabar en la capital, de donde ahora buscan salir desesperadamente. Desde 2015, la UE ha recibido 570.000 solicitudes de asilo de afganos. En todo el mundo hay 2,6 millones de refugiados procedentes de Afganistán.

“Esto se veía venir, se venía contando, y aun así hemos fracasado todos”

Los cooperantes palpan “la situación de desesperanza” cuando hablan con la gente. “No es algo que sea sobrevenido, no es una catástrofe natural como puede ser el terremoto de Haití. Esto se veía venir, se venía contando, y aun así hemos fracasado todos”, lamenta José Mas. “La sensación de nuestros colegas afganos de rabia, frustración y desesperanza les acompaña y les va a acompañar mucho tiempo”, asegura.

Como trabajador de Médicos Sin Fronteras, Mas está acostumbrado a lidiar con heridos y muertos de guerra —y a trabajar “bajo las bombas, los morteros, misiles y tiroteos en las calles”—, pero todavía se le pone “la carne de gallina” cuando se para a pensar en los efectos psicológicos que sufrirá y sufre la población afgana con lo vivido estos días, y después de 40 años de guerra. “Ya antes la situación era difícil, pero ahora hay una generación de jóvenes que no había vivido con el último régimen talibán, y esto les va a pasar peaje”, advierte.

  Un niño herido en Kabul, el 17 de agosto de 2021. Marcus Yam via Los Angeles Times via Getty Images

Mas explica que “todo el mundo” dentro y fuera de Afganistán era consciente del avance talibán y de la espiral violenta en que se iba sumiendo el país. “Lo que no se esperaba la gente es que fuera tan rápida la conquista territorial. Ha sido prácticamente como las piezas de un dominó”, describe. Charlemagne Gómez coincide con él. “No es ninguna sorpresa lo que ha ocurrido. La sorpresa es que haya sido tan rápido”, resume. “Nadie esperaba que en cuestión de días estuvieran en Kabul”, reconoce.

La sensación de nuestros colegas afganos de rabia, frustración y desesperanza les acompaña y les va a acompañar mucho tiempo

A corto plazo, y desde el punto de vista humanitario, lo que más inquieta a MSF es que estallen las hostilidades en Kabul durante el traspaso de poder. “Nos preocupa que pueda haber un pico de violencia, que la situación se desequilibre, y haya muchos más muertos, muchos más heridos y muchos más desplazados”, explica José Mas. “Estamos muy preocupados por cómo pueda descarrilar la situación”, dice, al tiempo que hace un llamamiento “a ambas partes para que respeten los hospitales como lugares sagrados”. 

Incluso en el ‘mejor’ de los escenarios, incluso si la transición en Kabul no se vuelve del todo cruenta como sí ocurrió con la toma de otras ciudades, la población afgana ya sufre. Mariana Galán, que describe a los afganos como “un pueblo admirable con mucho empeño por salir adelante” y condena el paternalismo con el que se les trata a veces desde Occidente, les augura, muy a su pesar, “un presente de miedo y de incertidumbre y un futuro sometido nuevamente”.