Azaña, una figura de consenso en tiempos de división

Azaña, una figura de consenso en tiempos de división

El nombre del pensador, expresidente de la Segunda República, está en boca de políticos de izquierda y derecha.

Manuel Azaña.ullstein bild via Getty Images

Manuel Azaña pidió a los españoles del futuro que, cuando les hirviese la sangre y se enfurecieran con el odio y el apetito de destrucción, pensaran en los muertos de la Guerra Civil y escucharan su lección. El expresidente de la Segunda República, del que este martes se cumple el octogésimo aniversario de su muerte, adivinó el futuro de un país hoy polarizado y a cuya tensión contribuye el lenguaje de la extrema derecha. Por eso, no sorprende que políticos de izquierda y derecha recurran a su figura para alumbrar consenso en tiempos de división.

De un tiempo a esta parte, Mariano Rajoy, Pablo Casado, José Luis Rodríguez Zapatero, Pedro Sánchez, Santiago Abascal e Inés Arrimadas han sucumbido a la tentación de referirse públicamente a una de las figuras políticas más importantes e influyentes del siglo XX español, rostro destacado de la segunda experiencia republicana de la historia de España, y también, arma arrojadiza de los partidos políticos.  

“La figura de Azaña está por encima de debates. Él representa una política de izquierda moderada, en general. Y, por encima de su afirmación republicana, fue un hombre profundamente español. Fue un escéptico ante las autonomías… Dijo que las autonomías de estufa, las artificiales, no las quería, aunque sí fue partidario de dotar de autonomía a los catalanes. Fue cauteloso, republicano y muy español; un hombre horrorizado por lo que estaba ocurriendo, moderado, y a quien la monarquía le parecía un régimen poco nacional”, explica el historiador Juan Pablo Fusi. 

No creo que Azaña sea un referente para el actual Gobierno, porque ni tiene sentido del Estado ni de la nación
Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid.

Azaña, nacido en Alcalá de Henares en 1880, descansa en el cementerio de Montauban, el pueblo francés donde murió, exiliado, en 1940. Hasta allí desfiló el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha presidido el homenaje en el Congreso a su figura —al que han asistido todos los partidos salvo Vox— , para dejar una corona de flores rojigualdas.

Sánchez llegó a Montauban al poco de llegar al Gobierno, en febrero de 2019, y antes de forjar el primero de coalición desde los años 30 de la mano de Podemos, un partido abiertamente republicano, y de Pablo Iglesias. Pero los paralelismos para Fusi entre Azaña y la corriente actual del Ejecutivo terminan ahí, aunque otros expertos consultados difieren.

“Pablo Iglesias no tiene nada que ver con Azaña. Él tenía una idea fuerte de nación, a la francesa. Fue un hombre apasionado de su país, cervantista… un gran escritor. No creo que sea un referente para el actual Gobierno, porque no estoy seguro de que tenga una idea de España. Los que gobiernan ahora ni tienen sentido del Estado ni de la nación”, ahonda Fusi, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid.

Para Fusi, la conexión de la figura de Azaña con la izquierda actual radica en el republicanismo, pero no va mucho más allá. “Azaña fue un republicano convencido y a ello contribuyó también que la monarquía alfonsina fuera cómplice de la derecha más reaccionaria, al apoyar el régimen dictatorial de Primo de Rivera”, explica. ¿Y la derecha actual, garante Felipe VI, por qué reivindica a Azaña? 

La derecha utiliza a Azaña como si hubiera sido una persona cercana a sus posiciones cuando fue un liberal, progresista… una persona de izquierdas moderada
Miguel Ángel Villena, historiador, periodista y autor de una biografía de Azaña.

“El atractivo de Azaña, si tiene alguno para la derecha, está en el sentido del Estado que tuvo. Él quería hacer un gran Estado español, porque lo encontraba muy débil. Decía, en referencia a Cataluña, que si España hubiera tenido un gran Estado no hubiera padecido los nacionalismos. Ese análisis de que el Estado estaba débil marcó su pensamiento y su acción política. No pensaba que Madrid fuera muy grande, sino que Madrid era muy débil y, por eso, no hay un verdadero Estado nacional en España; la causa de los nacionalismos. El Estado no llega más allá de 7 km de Madrid. Y ese es Azaña, un hombre defensor y propulsor del estatismo español. Displicente, con cierta soberbia y a quien le costaba negociar”, explica el catedrático.

“Está bien que dirigentes políticos citen la figura del que es uno de los políticos más importantes del XX. Pero, por otro lado, la derecha utiliza a Azaña como si hubiera sido una persona cercana a sus posiciones cuando fue un liberal, progresista… una persona de izquierdas moderada. Eso hay que dejarlo bien claro, que nadie se equivoque, que Azaña representó todo lo contrario de lo que representa la derecha en España”, cuenta Miguel Ángel Villena, historiador, periodista y autor de Ciudadano Azaña, una biografía del mítico republicano.

Para Villena, sin embargo, no está claro que Azaña no tenga encaje en la idea de España que defiende parte de la izquierda actual, sustentada en la plurinacionalidad del país. “Es cierto que Azaña fue impulsor de una nación fuerte, pero estaba de acuerdo con la autonomía de Cataluña. Él entendió que España era un Estado diverso, ahora se diría plurinacional, pero entonces no se usaba ese término. No se puede decir que Azaña, a pesar de su formación francesa, tuviera un visión unitarista de España. Fue consciente de la diversidad de este país. Hasta donde sé, Azaña sabía que el modelo jacobino francés no se podía aplicar aquí. Él era un afrancesado en la cultura más que en la política”.

  Pedro Sánchez rinde tributo a Manuel Azaña, en su tumba, el 24 de febrero de 2019, en Montauban (Francia).AFP via Getty Images

¿Y qué es lo que puede aportar Azaña a la clase política actual? “Siempre puso por delante la ética a la política. Defendió con ahínco los ideales de justicia y libertad… y eso lo puso siempre por delante”, cuenta Villena. 

Azaña desplegó una amplia actividad antes de ser un político convencional, actividad a la que llegó con 51 años. Fue secretario del Ateneo de Madrid ―el escenario de grandes debates intelectuales en la década de los 30―, se posicionó en contra de los alemanes durante la Primera Guerra Mundial y fue director de revistas como España o La Pluma, en las que incidió en su obsesión: la modernización del Estado español y de su Administración.

Azaña fue un hombre soberbio, sobre el que pesaba cierto rasgo de superioridad. Fue un gran orador que disparaba las ventas de radios en Madrid cuando se disponía a dirigirse a los ciudadanos que, más de ocho décadas después, tienen que recurrir a los libros de Historia para conocerlo y a una de las mejores biografías que se han escrito de él: la del historiador Santos Juliá.