Biden, 'el rojo'

Biden, 'el rojo'

El presidente de EEUU ve reforzado su perfil más progresista con su apuesta por liberar las patentes de las vacunas, su plan de familias y su subida de impuestos a los ricos.

Joe Biden, presidente de EEUU.Drew Angerer / Getty Images / El HuffPost

Rojo, bolchevique, populista, peronista, bolivariano, destructor, ultra. Estos calificativos -quién lo diría- se han escuchado en las últimas semanas junto al nombre del presidente de EEUU, el demócrata Joe Biden. Y todo, porque se ha puesto a hacer la política que prometió.

Afirmó que su objetivo esencial al llegar a la Casa Blanca sería luchar contra la pandemia de coronavirus y mitigar sus efectos en lo sanitario y en lo económico, y eso es lo que está haciendo. Pero con tanto ímpetu, o sea, con tantas apuestas y tanto dinero, que está sorprendiendo a los que veían en él un centrista templado poco dado a revoluciones.

Por resumir, Biden ha impulsado un masivo programa de vacunación contra la covid-19 por el que 154 millones de personas se han puesto ya al menos una dosis; prometió 100 millones de dosis en sus primeros 100 días y ha acabado suministrando el doble, 200; además, ha abogado por liberar las patentes de las fórmulas para que lleguen a los países más necesitados; ha planteado un plan de ayudas a familias por valor de 1,8 billones de dólares que es un plan de choque para el estado del bienestar, con un foco predominantemente social y de lucha contra la desigualdad; ha presentado un plan de infraestructuras que incluye inyectar 620.000 millones de dólares en transporte, modernizar más de 32.00 kilómetros de carreteras y autopistas y reparar unos 10.000 puentes en Estados Unidos, todo ello fomentando el trabajo local; y ha defendido la subida de impuestos para los más ricos y las grandes compañías -“ya es hora de que paguen impuestos de manera justa”, dice literalmente-. La economía ya responde, ha crecido un 6,4% en el primer trimestre y las señales son prometedoras.

Y más aún, pandemia al margen: ha reiterado su intención de restringir el acceso a las armas, de regularizar a 11 millones de inmigrantes que se encuentran en situación irregular, de impulsar el empleo femenino, y ha tumbado políticas que ya se ven como del pleistoceno pero que son apenas de la pasada legislatura, la del republicano Donald Trump, como la salida del Acuerdo de París sobre cambio climático, las deportaciones de migrantes o las trabas para abortar.

En Europa, enmarañada en su sistema común de vacunación, con buenas previsiones de crecimiento pero aún por llegar (un 4,3% más), con muchos años de ventaja en cuanto a políticas públicas y estado del bienestar pero también, por ello, olvidadiza, se mira con asombro al norteamericano, se destacan sus aires socialdemócratas, lo aplauden desde la izquierda y lo denostan desde la derecha.

¿Pero merece todas esas etiquetas? Andrés Vinelli, vicepresidente de Política Económica del Centro para el Progreso Americano con sede en Washington, lo achaca más “al reflejo casi automático, tan común en estos días, de generar falsas dicotomías. Así se pierden matices muy interesantes que ayudan a entender por qué ciertas políticas tienen sentido en un contexto determinado”.

A su entender, la política económica de Biden es “una respuesta adecuada y realista a la situación de EEUU”, una situación que tiene dos partes: “por un lado, la crisis inmediata por el covid-19 (y sus repercusiones económicas y sociales devastadoras) y, por otro lado, un diagnóstico del la situación económica del país estructural, más de largo plazo”. “Independientemente de la coyuntura actual, EEUU viene teniendo una tasa de crecimiento económico menor a la del pasado y los beneficios del crecimiento han ido a las empresas y a las familias de ingresos más altos, mientras los ingresos de la mayoría han estado prácticamente estancados durante décadas”, sostiene el también profesor adjunto de la McDonough School of Business de la Universidad de Georgetown.

Comparte su visión el americanista Sebastián Moreno, quien afirma que Biden actúa “con realismo y pragmatismo”. “Ante una situación insólita como es la actual, no valen las medias tintas. Ha entendido que la emergencia nacional sólo se resuelve apostando por un modelo que, en realidad, se parece un poco al europeo, al que hemos dejado en el camino, de socialdemocracia al servicio de los ciudadanos. Lo que pasa es que esas palabras, esa terminología, parecen osadas en EEUU, forja del neoliberalismo”.

Antes que de izquierda o centro, prefiere hablar de “política transformadora”. “Biden quiere cambiar cosas -resume-, hacer algo por la gente. Es lo que ha expresado desde su primer discurso”. ¿Es eso extremismo, como le censuran los que dicen que hasta ha superado a Bernie Sanders, el rostro de la izquierda más izquierda de los demócratas? “Es tratar de atajar una crisis y hacerlo rápido, en los apenas dos años que va a tener con las cámaras con mayoría demócrata para hacerlo. Parece bastante lógico hacerlo. Si se le da la vuelta al concepto, se habla de inversión y no de gasto, se entiende”, remacha.

Para la mayoría

Por ahora, las encuestas le dicen que está en la senda correcta, con un 53% de norteamericanos que aprueban su gestión en sus primeros 100 días (dos puntos por encima del porcentaje de votos que logró hace seis meses), incluyendo a un tercio de votantes demócratas. El caso de los impuestos es uno de los puntos sensibles en los que ha acertado, no sólo por pedir más a los que más tienen, sino porque se plantea velar para que se pague lo ya estipulado, algo que no está pasando por falta de controles. Hasta el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, lo ha puesto como ejemplo de lucha contra el dumping fiscal.

Como dice Vinelli, esto ha generado “claramente” un “descontento a nivel social y electoral” y, a nivel de política económica, “está moldeando un importante consenso acerca de que las políticas económicas tradicionales no vienen generando resultados adecuados”. Es por eso que Biden “está planteando un fuerte impulso a la inversión, como modo de favorecer un crecimiento más alto que redunde en beneficios económicos para la mayoría de la gente”. Vinelli sostiene que este enfoque “en el ciudadano común, de a pie y de los trabajadores, cuaja muy bien con la persona de Joe Biden, que tiene una historia personal muy de clase media y no es una persona percibida como elitista”, uno de los grandes valores que lo auparon tanto en las primarias del Partido Demócrata como en las elecciones del pasado noviembre.

“Su pasión por los trenes -lo tomaba a diario cuando ya era senador- y su esposa, profesora de un colegio comunitario, son elementos que ayudan a entender su enfoque. En ese sentido, es una postura muy natural y genuina para Biden”, ahonda.

Ante quienes se extrañan a este lado del Atlántico de escuchar a Biden hablar de subida de tasas o animar al sindicalismo, el analista sostiene que es algo “novedoso pero esperable”. “Seguramente sorprenda a muchos europeos -reconoce- pero resulta indispensable tener como referencia que el punto de partida en EEUU es muy diferente que el de muchos lugares en Europa”.

Y se explica. Por ejemplo, en el caso de los impuestos, “está claro que EEUU es uno de los países de menor presión impositiva y que las última ronda de bajas no aumentaron los niveles de inversión”. Fueron, simplemente, dice, “un regalo que favoreció sobre todo al 1%, sin devengar beneficios a la sociedad”. Por eso ahora Biden plantea volver a un sistema “donde las empresas paguen impuestos a un nivel razonable y donde no se den situaciones aberrantes como que la secretaria del billonario Warren Buffett pague una tasa impositiva mayor que su jefe”.

En el caso de los sindicatos, la tasa de afiliación en EEUU es “bajísima”, de menos del 10%, y “viene en picado desde hace medio siglo”. “Ya es muy claro, después de varios estudios sobre el tema -por ejemplo de Larry Summers, no precisamente un bolchevique-, que la baja en la sindicalizacion devengó directamente en una baja en los salarios de los trabajadores. Es una causalidad directa. Por eso, el presidente enfatiza poner en valor a los sindicatos, sobre todo teniendo en cuenta la creciente concentración empresarial. Eso apuntaría a aumentar el poder adquisitivo de las familias. Esto es un quiebre importante en lo que se viene haciendo en los últimos 40 años”, explica Vinelli.

Moreno, por su parte, sostiene que Biden ha retomado “viejas utopías del progresismo norteamericano”, como el ingreso mínimo, que ya estaban ahí, que parecían “complicadas” pero ideológicamente aceptables, que no se habían puesto en marcha antes por presiones como las de Wall Street o por problemas de mayorías en las Cámaras. “A sus años, con su imagen de moderado y centrista, ha visto necesario volver a ello y la pandemia le ha dado el marco adecuado”, afirma.

Pone como referencias en el pasado a los presidentes demócratas Franklin D. Roosevelt y Lyndon B. Johnson, que en tiempos complejos de guerra y crisis apostaron por más estado y por inversiones que oxigenaran al sistema. “Ahora las banderas con la conciliación, el empleo verde o la banda ancha, pero como han cambiado los paradigmas intocables del libre comercio, hay que recurrir a la Administración”, indica.

Sostenible

Vinelli califica de “muy acertados” estos primeros pasos de Biden en poco más de tres meses de mandato, “porque apuntan a sacar al país del pozo económico” y porque van orientados a “aumentar la capacidad de la economía de crecer a un nivel más alto y de un modo que sea más equitativo”, una deuda pendiente un país con enormes desigualdades, el segundo país del mundo con un desequilibrio más acentuado, según el Banco Mundial.

Biden no está “haciendo locuras”, no está “tirando la casa por la ventana”, no está “hipotecando el porvenir”, acusaciones todas lanzadas en medios conservadores de Fox en estos días de anuncios. “Ojalá pudiéramos decir que establece en EEUU un sistema público de salud o de red de guarderías como el que tenemos en España”, precisa Moreno, especialista en Historia Contemporánea de América.

Para Vinelli, estamos ante unos “niveles de inversión sostenibles, que tienen el potencial de generar crecimiento económico y de darle a la economía las herramientas para competir en el siglo XXI”.Entre todas las medidas del reciente inquilino de la Casa Blanca, destaca la de “impulsar muy fuertemente la inversión en todas sus variantes”. EEUU solía invertir fuertemente en el pasado, recuerda, pero hoy se invierte menos del 2% del PBI en infraestructura, y las empresas “no reinvierten ganancias”, sino que las utilizan para otros usos, entre los que cita la compra de sus propias acciones, de otras empresas, la acumulación de dinero o el abono de dividendos.

“El presidente Biden decidió aumentar fuertemente la inversión en muchos aspectos de la economía. No sólo mejoras en la red de transportes, sino también en la red de internet y de agua. También, por ejemplo, está proponiendo impulsar los jardines de infantes (“Pre-K”) para que la gente pueda volver a trabajar”, porque millones de trabajadores han abandonado el mercado laboral mientras cuidan a hijos y familiares. De ahí que hable de “política inteligente” que “genera beneficios obvios en los padres, en los proveedores del servicio escolar y que redundará en beneficios para los niños, no sólo en el corto plazo, sino en un aumento significativo en la educación y desempeño laboral a futuro”. Medidas básicas para un estado del bienestar con el estado como garante que se echan en falta.

No hay trampa ni cartón. En las promesa electorales Biden ya incluía medidas bajo el eslogan “Build Back Better” (Reconstruir mejor) que se “ajustan mucho” a lo que ahora está impulsando. “No hay grandes sorpresas”, concluye el economista, “más bien la sorpresa es ver a un presidente cincunscribirse tan claramente a su plan de campaña. Está por verse la medida en que el Congreso lo acompañará en sus propuestas”.

Moreno se queda con el “proteccionismo bien entendido”, que a su entender es tratar de producir dentro todo lo que se pueda, para que el dinero circule en el país y, si de paso, se debilita al “adversario mayor,2 que es China, la estrategia es “doblemente buena”. “Es una nueva manera de pensar que, aunque comparte un sustantivo con la era Trump, no es agresivo ni provocador. Es práctico. Hay que remontar, pues lo hace con vacunas de firmas norteamericanas, que han salido pronto y con garantías, y con sus fábricas y empleados, protegidos socialmente y apuntalando la familia media. Debería ser una estrategia a largo plazo, no de urgencia. Y entonces a lo mejor podemos hablar sin dudas de un presidente de izquierdas”.

El ‘pero’ de Palestina

A esta imagen de Biden la ha empañado en las últimas jornadas un borrón que sólo los cándidos pueden llamar inesperado: su alineación a favor de Israel en su Operación Guardián de los Muros sobre Gaza, sin matices. Biden ha hecho lo que todos los Gobiernos de EEUU, decir que su aliado histórico tiene “derecho a defenderse”, sin reclamarle un alto el fuego hasta el final, pasados 10 días de ofensiva. Dentro de su partido, ante la cantidad de civiles asesinados en la franja palestina, ha recibido críticas que pedían respeto a los derechos humanos y proporcionalidad. Hasta el punto de que se ha creado una corriente que ha intentado para una venta de armas a Israel.