Blanqueando a Plácido

Blanqueando a Plácido

Domingo reaparece en el Palau de la Música de Valencia y su granítica figura necesita reponer los pies de barro.

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Plácido Domingo, nuestro divo más universal, ha salido de USA con la cara sucia. Aquí, en nuestro país, se la están lavando a base de bien los medios más derechistas. Me consta que una entrevista, desde mi punto de vista, fullera y pelota, aparecida en un digital de tercera fue desestimada en un diario de gran credibilidad estatal.

Hace unos meses saltaron a la prensa internacional múltiples testimonios, investigados por la Agencia Associated Press, sobre hipotéticos malos comportamientos de índole claramente sexual del ilustre tenor con varias mujeres del mundo de la lírica, en diferentes épocas que abarcan desde los años setenta del siglo pasado hasta los años dos mil del actual. También supimos que era vox pópuli en el mundillo. A raíz de los dos reportajes publicados por dicha agencia, a Plácido se le empezaron a cerrar las puertas de los teatros más importantes de la ópera norteamericana. Tanto AP como la Ópera de Los Ángeles, lugar donde le “invitaron a marcharse y anular conciertos”, siguen una investigación que todavía no ha terminado. La prensa en USA dedicó grandes espacios dando credibilidad a las mujeres y sus testimonios que dejaban al intérprete en muy mala posición ante la opinión pública.

Intentó sacudirse las cenizas que enfangaban su alabada laringe de oro. Y a continuación desapareció sin ser visto. Había caído del Olimpo y fue a lamerse las heridas en tierra de nadie.

Hay que señalar que, desde la aparición global del Me Too por parte de las feministas, los casos de personajes célebres acusados de abusos contra las mujeres y su libertad sexual, aprovechando que las situaciones de poder les daban carta blanca para todo tipo de atropellos, la mayor parte de las veces han acabado con la vida profesional de muchos dioses del espectáculo, la política, la banca y las instituciones de prestigio.

Tal fue el incendio que estaba chamuscando al señor Domingo, que se vio obligado a sacar un comunicado muy genérico y sinuoso alegando que él “tan solo era un caballero galante con las mujeres y que, si alguna se había sentido  ofendida, no era por su culpa ya que en aquellas épocas estas conductas no estaban vistas como ahora”. De un plumazo intentó sacudirse las cenizas que enfangaban su alabada laringe de oro. Y a continuación desapareció sin ser visto. Había caído del Olimpo y fue a lamerse las heridas en tierra de nadie.

Pasaron los días y, como en la insolidaria Europa las cosas de los fondillos se toman con manga ancha y conciencia laxa, nuestro solista se presentó en el templo de Salzburgo donde el ruido de los aplausos mitigó los desaires que en USA no le habían perdonado.

Aviso al cantante y sus palanganeros de turno que en Valencia no va a encontrar precisamente una alfombra roja plagada de halagos.

Hasta hace unos días que este hijo del patriarcado ha vuelto a nuestras vidas en forma de blanqueamiento organizado y planificado. El patriarcado es una gran nube que protege a sus retoños para que se reproduzcan contribuyendo al mantenimiento universal del mismo. Los órganos de poder y económicos están a su servicio en el universo neoliberal. Domingo reaparece hoy en el Palau de la Música de Valencia y su granítica figura necesitaba reponer los pies de barro que llevaba perdidos con las críticas que en nuestro país le habían llovido desde sectores intelectuales y periodísticos, así como también de todas las mujeres feministas que lo habían condenado con nuestro particular “Si tocan a una, nos tocan a todas”. Entre ellas mi mismidad, que fue quemada, juzgada y vilipendiada por el peloteo cateto, fascista y cañí que, por desgracia, sigue imperando en las capas franquistas y hasta nazis de nuestros entornos. De ahí los vientos que ahora, desde ese sector casposo y derechuno, soplan a su favor. O eso cree. 

El gabinete de abogad@s y expert@s que Plácido ha contratado, según mis fuentes en la misma AP, bordaron la ruta a seguir para no caer por el precipicio. Su primer comunicado ya señalaba el camino por el que debería andar por los foros operísticos europeos. Y ahí está. Prepotente y tendencioso se refiere a nosotras las feministas; no se atreve con los varones que también la criticaron, como “esa escandalera que se hacía eco de mentiras”. A él, precisamente, que se tilda de galante sin el menor rubor.  

Aviso al cantante y sus palanganeros de turno que en Valencia no va a encontrar precisamente una alfombra roja plagada de halagos. Las mujeres que tenemos conciencia de lo que es el abuso de poder y las extralimitaciones libidinosas disfrazadas de glamour no se lo vamos a poner fácil.