Carta de un franco-español a Manuel Valls

Carta de un franco-español a Manuel Valls

Me atrevería a decir que eres un OVNI en el paisaje político español actual...

Manuel Valls. JOSEP LAGO via Getty Images

Estimado Manuel:

Naciste en el barcelonés barrio de Horta, allí no lejos de los búnkers, ¿recuerdas?, donde se encuentra el refugio republicano (que gozaba de baterías anti aéreas) de la guerra civil, el mismo que ha terminado perdiendo su estatus de último lugar desconocido por las hordas de guiris (¡gracias TripAdvisor!). Tu familia pertenecía a la pequeña burguesía catalana y destaca un primo de tu padre por ser el compositor de la música del himno del Fútbol Club Barcelona. Te criaste en Francia, por lo que no te adaptaste a la vida del país dado que, a decir verdad, eres francés por mucho que obtuvieses la nacionalidad por naturalización con 10 años. Tal vez seas incluso demasiado francés porque veo en ti al jacobino del siglo XXI por antonomasia. No obstante, por una serie de reveses políticos, supiste leer el mensaje del pueblo francés que te expresó su hartazgo de ti y tus modales. Ese pueblo supo ver en tu persona el afán de poder sin fin, el que te llevó a traicionar y cambiarte la chaqueta cuando tu histórico partido comenzó a desmoronarse, el mismo que no pudo evitar que tus dientes fuesen rayando el suelo por la sed de dirigir que tenías. Por consiguiente, sabio de observaciones, pero no saciado, optaste por la remigración y el asalto a la alcaldía de Barcelona.

Habiendo pasado poquísimo tiempo en España, te integraste tan bien en Francia que, según el concepto muy francés de la Sociología de las migraciones, fuiste asimilado. Dicho sea de paso, me sorprendió la primera vez que te oí hablar español porque lo hacías como un francés (tanto en lo fonético como en tus gestos discursivos). Ahora bien, te oí expresarte en catalán en la misma época y oí en ti a un nativo. En Francia, pudiste acceder a una educación que te llevaría a la obtención de un grado de Historia en la Sorbona. Te descubrí, al igual que el gran público, en 2011 cuando fuiste encargado de llevar la comunicación del candidato François Hollande. Fuiste nombrado ministro de Interior en 2012, y el pueblo de Francia pudo ver de qué madera estabas hecho. Cuando el naufragio de Hollande alcanzó su ápice, diste el salto presentándote a la primaria socialista no sin soberbia, dando por hecho que ibas a vencer y recordándome, de paso, a Susana Díaz. El batacazo que te llevaste fue enorme, pero no te devolvió la decencia y ética partidista que te habría empujado a apoyar a Benoît Hamon. Tú apuntabas al ejercicio del poder y emprendiste el baile del cortejo de cara al movimiento muy en boga de La République en marche. Por lo visto, el coqueteo no fue mutuo por lo que no cosechaste éxito y quedaste perfectamente retratado hasta para quien se desinteresa de la política. Por último, te presentaste a las elecciones legislativas ganando (por los pelos) un escaño por la primera circunscripción de Essonne, pero no sin sospechas de fraude electoral. Afortunadamente para ti, el pleito interpuesto por La France insoumise no llegó a ningún puerto.

Me atrevería a decir que eres un OVNI en el paisaje político español actual. Haces política en la Cataluña española como un francés y como un jacobino.

Volviendo a tu asimilación y tu afán de poder, estos hicieron que te alejases tanto de España y de lo español que, como buen exiliado que vive en el dolor, te distanciaste hasta el punto en que desconoces lo que constituye lo profundo del país que vio nacer a tus antepasados, es decir su idiosincrasia. Es más, por haber catado un poco tu alienación durante los primeros años de mi remigración, la cual no fue exenta de algún conflicto cultural que otro, me atrevería a decir que eres un OVNI en el paisaje político español actual. Haces política en la Cataluña española como un francés y como un jacobino. Me recuerdas al optimista que era Cándido de Voltaire, pues eres como un guiri en política y le veo hasta la gracia, Manuel.

Cuando empezó a fraguarse tu asalto al consistorio barcelonés, obtuviste cierto apoyo de un partido relativamente reciente, que se auto-ubica en el centro, y tiene su origen en tu querida Cataluña: Ciudadanos. Yo lo vi lógico y coherente dado que no había lugar a duda que el ala más conservadora y liberal del PS francés se había quedado a tu izquierda. Además, ¿cómo ibas tú a ponerte de acuerdo con los bolivarianos antisistema del PSOE de Pedro Sánchez? En un modo semejante a gran parte de la izquierda socialista europea, pensaba que eras un liberal que había adherido a la aceptación la economía de mercado y el capitalismo. No por ello dejaba de explicarles a mis amigos españoles de qué pie cojeabas, Manuel.

Pero llegó la fase de calentamiento previa a los comicios locales de 2019 y fuiste fino cuando viste que tu principal apoyo de color naranja comenzaba un cortejo nauseabundo que los franceses demócratas consideramos infame. Tal vez fue ahí cuando tu idiosincrasia de lo español dio un brinco de +200 puntos. Saltó tu alarma antifascista interna que —lo podrán corroborar el humorista Dieudonné y el ensayista e ideólogo Alain Soral— llevas avispadísima. Es más, eres, desde mi punto de vista, uno de los responsables de que Francia haya emprendido una deriva escandinava hacia lo políticamente correcto haciendo olvidar a las jóvenes generaciones que nuestro humor es también negro e irreverente como lo eran los grandes Coluche y Pierre Desproges. Supiste entender que Ciudadanos se extravía a gran velocidad hacia la derecha más carca que, para nosotros, franceses, equivale con la extrema derecha. Y te iba a preguntar, Manuel, ¿qué te puedes esperar del apoyo de un partido que goza del beneplácito del ciudadano Mario Vargas Llosa? Me refiero aquí al tertuliano político y no al escritor cuyo talento y legado son inatacables.

Me recuerdas al optimista que era Cándido de Voltaire, pues eres como un guiri en política y le veo hasta la gracia, Manuel.

Llegó el día de las elecciones y la derrota anunciada se hizo realidad con un poco más del 13% de sufragios para tu lista Barcelona pel Canvi. Hay quien dice que esos votos se los debes, en gran parte, a la colonia francesa residente en Barcelona la cual es inmensa. Tal vez muchos franceses te votasen efectivamente. El caso es que se produjo un empate técnico entre las listas ERC y Barcelona en Comú de la alcaldesa saliente, Ada Colau, pero con ventaja numérica para la primera. No me extenderé sobre tu oferta sin condiciones a Colau para impedir que los independentistas obtengan la alcaldía de Barcelona a los independentistas. Sí que lo haré sobre la expresión pública de tu preocupación en cuanto al acercamiento entre Ciudadanos y Vox. Jamás pensé llegar a afirmar algo semejante, pero puede que le estés viniendo bien a la política de este, nuestro país —el que no es Francia—, y ya en el ámbito nacional. Quizás tu enfoque de guiri francés alienado sobre la política española permita a más gente vomitar de cara a alianzas que no habrían de ser planteadas. Y si se planteasen, deberíamos perder el miedo de llamar al pan, pan y al vino, vino. Si Ciudadanos flirtea con el partido nostálgico del franquismo, Ciudadanos no condena el fascismo, Ciudadanos es fascista pues. Se ha de insistir en la denuncia de hechos, alianzas y fechorías que la Ley de Amnistía en España de 1977 convierte en legales mientras que legislaciones de países como Alemania o Argentina los condenarían.

Quizás sea esta tu gran misión política actual, Manuel, y da igual que te tachen de ingenuo o poco conocedor de las complejidades de la vida política española. Tu reto consiste en sensibilizar al pueblo español sobre el peligro de aceptar incluir la extrema derecha en nuestras vidas como tantas familias, aun hoy, incluyen en sus viviendas el típico comedor inmaculado de las grandes ocasiones donde, junto con las fotos de las comuniones con trajes de marinerito, yacen retratos de Francisco Franco y Carmen Polo.

¡Merci, Manu!

Matías Valiente

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