Cómo la heroína, la cocaína y otras drogas comenzaron siendo medicamentos saludables

Cómo la heroína, la cocaína y otras drogas comenzaron siendo medicamentos saludables

Muchas de las actuales drogas de abuso iniciaron su carrera social como “utilísimos” y benéficos medicamentos.

Man Doing Lines With Credit Cardmikroman6 via Getty Images

Por Francisco López-Muñoz, profesor titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia, Universidad Camilo José Cela; y Cecilio Álamo González, catedrático universitario de Farmacología, Universidad de Alcalá:

Muchas de las actuales drogas de abuso iniciaron su carrera social como “utilísimos” y benéficos medicamentos. Tal es el caso de la heroína, la cocaína, el cannabis o las anfetaminas, ente otras.

Aunque ampliamente utilizado desde la Antigüedad en numerosas culturas, el cannabis fue introducido en la medicina occidental por el médico irlandés William Brooke O’Shaughnessey, profesor del Colegio Médico de Calcuta, quien publicó, en 1839, sus propiedades anticonvulsivantes. Tras volver a Londres, en 1842, entró en contacto con el farmacéutico Peter Squire, consiguiendo producir el primer extracto comercial de cannabis; “Squire’s Extract”.

Posteriormente, Sir John Russell Reynolds, médico personal de la Reina Victoria de Inglaterra, publicó en 1890, en The Lancet, un artículo donde resumía sus treinta años de experiencia clínica con el hachís en el tratamiento del insomnio, neuralgias, jaquecas, epilepsia o dismenorrea, entre otros trastornos.

A finales del siglo XIX, el cannabis o hachís, en diferentes presentaciones, era ampliamente utilizado en la práctica médica y se encontraba presente en todas las farmacopeas occidentales. Sin embargo, su uso terapéutico declinó tras su eliminación de la Farmacopea Británica, en 1932.

La cocaína, un alcaloide de la planta de la coca (Erythroxylon coca) aislado en 1859 por el químico alemán Albert Niemann, fue comercializado como medicamento en Estados Unidos en 1882, fundamentalmente para el dolor odontológico en los niños y para el tratamiento de la gota.

Pero el verdadero descubridor de sus propiedades farmacológicas fue el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien en su juventud estaba más inclinado hacia la investigación que hacia el ejercicio práctico de la medicina, por la que parece que sentía verdadera aversión.

En 1884 llegó a sus manos un artículo de un médico militar alemán que llevaba por título “Importancia y efectos psicológicos de la cocaína”, y aunque nunca había oído hablar de esta sustancia, intuyó la posibilidad de que podría servir para el tratamiento de ciertas enfermedades mentales.

A partir de ese momento, Freud inició sus estudios sobre la cocaína. Inicialmente, la probó él mismo y comprobó una mejoría en su estado depresivo, además de una mayor seguridad y capacidad de trabajo. En el transcurso de sus ensayos, Freud comprobó que la lengua y los labios quedaban insensibilizados después de haber consumido cocaína, así como que calmaba los dolores de la mucosa bucal y los debidos a gingivitis.

En 1884, escribió su famoso trabajo Über Coca (“Sobre la coca”), en el que afirmaba que esta sustancia era un medicamento muy eficaz para combatir la depresión, eliminar molestias gástricas de tipo nervioso e incrementar la capacidad de rendimiento físico e intelectual. Afirmaba también que no producía hábito, ni efectos secundarios, ni vicio.

Tras cinco artículos de auténtico proselitismo sobre la cocaína, Freud abandonó su defensa y finalmente se negó a que éstos figurasen en sus obras completas, tras comprobar sus efectos indeseables, incluida la muerte de su amigo y colega Ernst Fleischl.

No obstante, recomendó la cocaína al oftalmólogo Carl Köller, quien confirmó su gran eficacia, diluida en forma de colirio, como anestésico en intervenciones quirúrgicas oculares, como las cataratas. Con este descubrimiento, la medicina dio un paso de gigante y nació la anestesia local.

Sin embargo, el mayor éxito “terapéutico” de la cocaína surgió con su inclusión en multitud de “elixires milagrosos” que se vendían, en la época del cambio de siglo, por sus propiedades energizantes y vigorizantes. El más famoso de todos fue el desarrollado por el químico y farmacéutico corso Angelo Mariani, que elaboró un vino con extractos de hojas de coca patentado como “Vino Mariani”.

Mariani fundó, en 1863, la primera gran industria basada en la coca, e incluso recibió una condecoración por el Papa León XIII por sus méritos en pro de la Humanidad. En Estados Unidos, John Styth Pemberton formuló en 1885 un sucedáneo exento de alcohol de este vino, al que llamó “French Wine Coca”.

Este tónico y estimulante nervioso fue reformulado al año siguiente bajo el nombre de “Coca-Cola”. La compañía Coca-Cola  fue fundada en 1886 e inicialmente anunciaba su producto como remedio para el dolor de cabeza y como estimulante, además de como una agradable bebida: “bebida medicinal intelectual y para el temperamento”.

Aunque la compañía Coca-Cola eliminó la cocaína de su bebida en 1903, sustituyéndola por cafeína y hojas de coca descocainizadas como aromatizante, en 1909 había en Estados Unidos unas 69 bebidas que contenían cocaína como ingrediente.

Por su parte, la heroína nació en un intento de mejorar el perfil de seguridad de la morfina, un alcaloide del opio, aunque inicialmente no se desarrolló como un agente analgésico.

La diacetilmorfina, nombre técnico de esta droga, fue sintetizada en 1874 por el químico Alder Wright, en el St. Mary’s Hospital Medical School de Londres, al tratar la morfina con ácidos orgánicos, pero, a pesar de comprobar su capacidad para disminuir la presión arterial y la frecuencia respiratoria, este agente no despertó el suficiente interés clínico, ni cuando, en los siguientes años, se demostró, en pacientes tuberculosos, que calmaba la tos y facilitaba el sueño.

Finalmente, Heinrich Dreser, investigador de la compañía farmacéutica Friedrich Bayer & Co., se interesó por la diacetilmorfina, a la que consideró más potente para el alivio del dolor y con un perfil de seguridad más aceptable que la morfina.

En 1895 logró su producción industrial, siendo comercializada en 1898 únicamente para calmar la tos. Dreser describió este fármaco como una “droga heroica”, por lo que el nombre comercial aportado por Bayer fue “Heroína”. Este fármaco adquirió un rápido éxito comercial, siendo utilizado ampliamente en todo el mundo, especialmente como antitusígeno.

A finales de la década de 1920, la monopolización del comercio de la Ephedra vulgaris, planta a partir de la cual se obtenía la efedrina, determinó que este principio activo escaseara y se elevase de precio, lo que motivó el desarrollo de nuevas alternativas terapéuticas para el tratamiento del asma y la congestión de vías respiratorias. Así, se investigó la anfetamina, una sustancia sintetizada en 1887 por el químico japonés Nagayoshi Nagai, y los laboratorios Smith Kline and French la comercializaron para uso inhalatorio como descongestionante nasal.

El periodo de máximo esplendor en el uso médico de las anfetaminas fue la década de 1960. En Gran Bretaña, por ejemplo, el 2,5% de todas las prescripciones oficiales del año 1959 eran preparados que contenían anfetaminas, siendo recomendadas, además de como anorexígenos en la obesidad, para el tratamiento de la epilepsia, esquizofrenia, depresión, colon irritable, esclerosis múltiple, traumatismos cerebrales y disfunciones sexuales.

El prototipo de “droga de diseño”, la metilendioximetaanfetamina, conocida popularmente como “éxtasis”, fue sintetizada en 1914 en los laboratorios alemanes Merck también como agente anorexígeno, aunque no llegó a ser comercializada.

Sin embargo, fue utilizada con fines de investigación por la Armada norteamericana durante las décadas de 1950 y 1960, y como agente facilitador de la comunicación (agente entactógeno) entre el psicoterapeuta y el paciente durante la década de 1970.

Otras drogas de abuso de introducción más reciente en el arsenal recreativo vienen del mundo de los anestésicos, como la fenciclidina, denominada en el mercado ilegal “polvo de ángel”; la ketamina, otro anestésico general disociativo usado especialmente en niños y ancianos, además de en cirugía veterinaria, que pasó al uso recreacional (“ketas”, “special K”) al descubrirse casualmente, en la década de 1990, sus efectos psicodélicos tras la recuperación de la anestesia; o el gammahidroxibutirato (GHB), conocido vulgarmente como “éxtasis líquido”, otro anestésico empleado también en el tratamiento del edema cerebral y del alcoholismo y como ingrediente de complementos alimenticios de uso en gimnasios.

Los fenómenos adictivos asociados al consumo de heroína y cocaína ya eran conocidos en las primeras décadas del siglo XX. La Pure Food and Drug Act, de 1906, puso las primeras restricciones a la manufacturación de ambas sustancias. En 1914 la cocaína fue ilegalizada en Estados Unidos en aplicación de la Harrison Narcotic Control Act, y una década después, en 1924, se prohibió la heroína. Finalmente, en 1937 se publicó la Marihuana Tax Act, que prohibía el consumo de cannabis, incluido en la lista de sustancias prohibidas de la Convención sobre Drogas Narcóticas en 1961.

Todos ellos claros ejemplos, en la metáfora farmacéutica, del paso de héroes a villanos.