Con todos ustedes, el creador del hashtag

Con todos ustedes, el creador del hashtag

Una entrevista con Chris Messina, padre del #hashtag.

Set of grunge Hashtag icons. Modern social symbols isolated on a white background. Vector illustration.Alenast via Getty Images

El hashtag, como seguramente sabes, es una forma de etiquetar información, pero un hashtag es mucho más que una almohadilla y una cadena de caracteres: #MásQueUnHashtag. Su creador, Chris Messina, celebra el décimo tercer cumpleaños de su versátil criatura con un repaso concienzudo a la historia reciente de Internet. Si te gustó Con todos ustedes, el creador de Moodle, te interesará esta entrevista. Con todos ustedes, #ChrisMessina:

ANDRÉS LOMEÑA: Habrá contado tantas veces los orígenes del hashtag que seguramente haya considerado escribir un libro.

CHRIS MESSINA: Sí que lo he hecho, pero no iría solamente sobre el hashtag, aunque estoy seguro de que hay un montón de historias que contar. Me interesa más contemplar el protagonismo y la responsabilidad que se derivan de los productos tecnológicos que crea la gente, así como el compromiso con sus intenciones, motivaciones y objetivos. Me gusta reflexionar sobre las consecuencias de las creaciones. 

No me canso de contar el origen del hashtag porque soy la única persona que puede hacerlo. Ahora que el hashtag se ha extendido por todo el mundo, tengo una perspectiva y un conocimiento únicos para las personas que quieran “cambiar el mundo”. Puedo ayudarlos a entender mejor qué implica tener éxito en ese objetivo.

A.L.: Usted puede ser a las redes sociales lo que Melvil Dewey fue a la biblioteconomía  

C.M.: Creo que hay varias diferencias entre el hashtag y el sistema Dewey de clasificación. En primer lugar, el sistema decimal de Dewey no es semántico, es decir, es un sistema de referencia indirecta. Mediante una notación, te ayudará a encontrar el libro o material que deseas, pero los números no significan nada en sí mismos. Si te preguntara qué puedo encontrar en el registro 516.375, a menos que te hayas memorizado el índice no podrías contarme solo por los números que pertenece a la geometría Finsler.

En segundo lugar, el sistema de Dewey intenta clasificar todos los temas jerárquicamente, pero esa no es la naturaleza de la realidad. Tal y como yo la percibo, la realidad es relacional, y de este modo un gráfico lleno de relaciones es más apropiado. Intentar meterlo todo en una jerarquía estricta resulta rígido y hasta patriarcal, mientras que centrarse en las interrelaciones de todas las cosas es más generativo y adaptativo.

Por último, la idea de abundancia es quizás donde el hashtag se desvía más del modelo de clasificación Dewey. Como hijo de la era Internet, el hashtag nunca será un producto exhaustivo ni restringido, al igual que las células de un organismo complejo cuando intentan multiplicarse o desaparecer en función de una utilidad circunstancial. Un hashtag que haya conseguido su objetivo o que se haya transformado en spam caerá en desuso; una categoría de Dewey, una vez creada, no morirá nunca, y peor aún, el sistema no se adaptará a las convenciones modernas ni a la evolución de las formas culturales. Algunos dirán que eso es una ventaja, pero no es mi caso.

La gente se ha dado cuenta de que los hashtags más obvios simplemente no son útiles ni persuasivos.

A.L.: Los hashtags han evolucionado durante trece años. ¿Ve fases en esa evolución?

C.M.: No sé si han evolucionado tan rápido como la sofisticación del vocabulario que las personas usan en los medios sociales. No hace tanto, tuve que enseñar a las personas qué era un hashtag y explicaba cómo usarlos. Al principio, asociaba mis palabras con alguna actividad usando el hashtag de un evento; cuando buscabas esa etiqueta, encontrabas el contenido relacionado con el evento. Ahora veo todo tipo de expresiones creativas en el uso de los hashtags.

La gente se ha dado cuenta de que los hashtags más obvios simplemente no son útiles ni persuasivos. Eso ya ocurre en algunas plataformas debido a las mejoras de los ordenadores y al aprendizaje automático, que hacen redundante añadir etiquetas como #sunset o #cat. Ahora se usa el hashtag con una intención más clara, como un contenido en sí mismo, más que como una mera forma de clasificación o etiquetado.

Asimismo, la gente etiqueta sus comentarios en las conversaciones públicas. Por ejemplo, se usa #WakandaForever para homenajear al actor recientemente fallecido Chadwick Boseman y otras etiquetas para demostrar cercanía con ciertos grupos y organizaciones, como en el caso de #BlackLivesMatter, #AllLivesMatter o #BlueLivesMatter.

Los hashtags participativos y evocadores suelen funcionar mejor alentando una conversación o una reacción. El lenguaje y los hashtags se han adaptado y es genial poder verlo, ya que había gente frustrada con la idea del hashtag no hace tanto.

A.L.: ¿Qué fue de la llamada web semántica? ¿Ya no hace falta gracias a los hashtags?

C.M.: Es una lección difícil de aprender, pero la navaja de Ockham está ahí: la solución más simple es probablemente aquella que triunfará al final. Puede ser estimulante llegar hasta el final de un problema e intentar asaltar el Cielo (como finalmente consiguió hacer Dewey) creando un descomunal mapa ontológico de la realidad, pero como hay un número indeterminado de factores impredecibles y de externalidades, tu gran solución probablemente no logre seguidores de forma natural y fallará de forma irremediable.

En mi opinión, esa es la razón por la que la web semántica no tuvo éxito: había demasiadas excepciones a tener en cuenta en el modelo existente y la web debía contener información consistente, rápida y todo ello con el mínimo esfuerzo de la mayoría de actores. Se reduce a simple economía del comportamiento: es más fácil enseñar a un ordenador a procesar cierta información que convencer a millones de seres humanos a ser precisos, predecibles y disciplinados sobre cómo publican sus cosas.

Google y Facebook, que ofrecen dinero a las personas y empresas que contribuyan a la optimización de sus motores de búsqueda mediante metadatos, solo habrán mejorado la web semántica en torno a un diez o un quince por ciento. El gran inconveniente de las iniciativas de construir una web semántica es que resulta muy lento adaptarse a la naturaleza dinámica del discurso público, y por tanto ofrece muy pocos beneficios para la conversación web en tiempo real. Se necesita algo mucho menos restrictivo, un formato más abierto y adaptativo… y por eso creo que el hashtag tuvo éxito, mientras que la web semántica no.

Los hashtags participativos y evocadores suelen funcionar mejor alentando una conversación o una reacción.

A.L.: ¿No ha pensado en proponer otro símbolo?

C.M.: Muchos me han pedido que cree un nuevo hashtag, pero esa idea no tiene sentido de forma aislada. Yo no tenía la intención de “crear el hashtag”. Lo que quería era cubrir un vacío en los medios, que estaban basados en la tecnología SMS, y eso era algo que buscábamos muchos de los primeros usuarios de Twitter. La cuestión era cómo seguir disfrutando de la sencillez y velocidad de los ciento cuarenta caracteres con más contenido y contexto. Era necesario usar códigos que venían del IRC, no inventar nuevos usos por el simple hecho de inventarlos. Ese símbolo era uno de los dos caracteres extendidos del teclado numérico de los teléfonos; ten en cuenta que el iPhone salió a principios de 2007. Publiqué la propuesta de usar el hashtag en agosto de ese año, antes de que se popularizaran las pantallas táctiles.

Para que una tecnología del comportamiento como el hashtag se abra paso hoy en día sería importante entender el contexto, las limitaciones y los deseos insatisfechos de grupos que tienen los mismos objetivos. Estoy seguro de que esas oportunidades existen, aunque no creo que vayan a tener el mismo formato que el hashtag.

A.L.: Por desgracia, estos días hemos visto cómo disparaban a un ciudadano como Jacob Blake. ¿Qué tiene que cambiar en Estados Unidos?

C.M.: Teniendo en cuenta el origen modesto del hashtag, estoy orgulloso de que mi aportación a los medios sociales haya sido ayudar a activar conversaciones enormes. No es que tengamos esas conversaciones sobre raza, género e igualdad gracias al hashtag, pero el etiquetado tiene su función, pues equilibra el espacio de juego en términos de quién puede participar sin necesidad de un permiso. Por ejemplo, muchas de las voces que comparten experiencias de intolerancia e injusticia racial en Estados Unidos estaban presentes mucho antes, pero coordinarse a través del hashtag ha permitido que se aglutinen, formando un coro con una voz mucho más poderosa que no puede ser ignorada como en el pasado.

Me preocupan mucho los males de mi país, y también reconozco el privilegio que supone poder hablar sin miedo. Más que fingir que tengo respuestas, he intentado escuchar sin estar a la defensiva y atestiguar el sufrimiento, la ansiedad y la ira que experimentan a diario tantos estadounidenses. No creo que haya una solución fácil y rápida para deshacer las consecuencias de muchas generaciones de explotación colonial. Nos llevará mucho tiempo hablar, oír, integrar y cambiar nuestro contrato social para proporcionar más equidad, acceso y seguridad a cada miembro de la humanidad. Como la rabia que se ha desatado no empezó este año, no cuento con ver el final del conflicto durante un tiempo, pero al menos ahora somos mucho más conscientes de aquello que debemos combatir.

No creo que haya una solución fácil y rápida para deshacer las consecuencias de muchas generaciones de explotación colonial.

A.L.: No sé si echa en falta en la Internet de 2020 algo de lo que se hacía en 2007.

C.M.: Muchos amigos ven los años 2006-2009 como una Edad Dorada de la web. Es verdad que se percibe como una etapa de inocencia, experimentación e innovación. Al mismo tiempo, la semilla de los actuales monopolios estaba creciendo. Se veían las tecnologías digitales interconectadas como un poder que democratizaría el acceso y nos conectaría a la aldea global, por usar los términos de McLuhan.

Fuimos unos ingenuos y nos equivocamos con lo que pasaría cuando estuviéramos en línea. Más que entrar en una aldea global con ciudadanos interconectados que reconocen lo que tienen en común, se revelaron y amplificaron viejas divisiones culturales. El conocimiento y la información que buscábamos para liberarnos y para compartirlas con el mundo se transformaron en un arma de doble filo, y en lugar de vivir en una era de curiosidad y sabiduría, las profundas divisiones y las desigualdades dentro y fuera de nuestros contextos culturales estallaron.

Mirar hacia atrás suena bastante desalentador, y supongo que lo es. Me siento, como muchos de mis colegas, como Prometeo, que trajo el fuego de los dioses con la esperanza de que los seres humanos aprendieran a cocinar y a calentar los hogares… y estos se dieron cuenta de que este nuevo poder podía usarse como un arma para matarse entre ellos.

Quizás sea ingenuo querer volver a esa etapa, pero sé que la historia se mueve en oleadas, y como soy un optimista insobornable, espero que una vez que se pierda el halo de novedad de esos nuevos poderes, entremos en una etapa más estable donde usemos los avances tecnológicos para mejorar las vidas de los seres humanos y la del planeta, no para alimentar el conflicto. Puedo albergar esperanzas, ¿verdad?

A.L.: ¿Quiénes le han inspirado en su vida? El otro Chris Messina, el actor, le podría dar clases de interpretación.

C.M.: Me agrada ser de la misma universidad que el inventor del emoticón. Eso debe significar algo sobre el interés por la lingüística de la Universidad Carnegie Mellon.

Me inspiran personas como Tim Berners-Lee, Marc Andreesen y Tim O’Reilly, los pioneros de la web y la Internet abiertas.

El actor Chris Messina subió al estrellato la década pasada. Antes yo era el primer resultado en Google cuando escribías “Chris Messina”, pero he aprendido que los famosos tienen mejor posicionamiento en los buscadores que los simples tecnólogos.

Más que entrar en una aldea global con ciudadanos interconectados que reconocen lo que tienen en común, se revelaron y amplificaron viejas divisiones culturales.

A.L.: ¿Cuál es su programa favorito? ¿Y su lenguaje de programación?

C.M.: No sé si esto cuenta, pero soy un gran fan de la web. Creo que Chrome es un gran programa de software. Teniendo en cuenta la controversia que hay en torno a las app stores, el hecho de que todavía puedas acceder a cualquier web con Chrome significa que sigue habiendo una inclinación a la innovación sin ninguna necesidad de permisos.

Reconozco que no soy programador, pero he pasado buena parte de mi carrera trabajando con ingenieros y desarrolladores. He hecho varias cosas en diferentes lenguajes, pero no tengo uno favorito. En todo caso, me gustan las tecnologías web, como HTML, JavaScript y CSS.

A.L.: Recomiende un libro, una serie, un grupo de música, un alimento y un lugar que visitar.

C.M.: Ahora más que nunca, el libro Comprender los medios de comunicación de Marshall McLuhan es una lectura imprescindible. En Netflix tienes la miniserie Hollywood, que recomiendo encarecidamente. Estoy escuchando últimamente la electrónica de Bronson. Me gusta el café solo y solo me queda por decir que deberías visitar el bosque de eucaliptos arcoíris del Golden Gate Park.

A.L.: #gracias.

C.M.: Siento terminar así, pero #Fuck2020.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).