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El cuento que no acaba

Todavía queda algún líder, muy rubio, que toma decisiones muy populistas.

Donald Trump y Boris Johnson.Jonathan Ernst / Reuters

Se va acabando ya la parte de la trama de esta serie que vivimos en las que hay presidentes de países grandes, muy rubios, y que toman decisiones muy populistas.

El final de estos capítulos en los Estados Unidos de Trump no ha defraudado. De la chistera se sacó un ataque al Capitolio, con señores vistiendo muchas pieles de bisontes, lanzas, y algunos llamando a la guerra soplando a través de cuernos… como si estuviéramos en la edad media. Aunque claro está que ese es el estado mental de una gran mayoría de ellos, negacionistas, creyentes en la tierra plana, racistas, homófobos…vamos, los retales que sobran en muchas familias.

Y digo ellos, sí. Aquí no caben dudas sobre si usar el lenguaje inclusivo, ya que la mayoría aplastante de estas hordas de energúmenos eran señoros. 

En este episodio penoso de la historia estadounidense muchos, según veíamos las imágenes por televisión, estábamos deseando que Estados Unidos acudiera a liberar a Estados Unidos de las manos malignas de algunos estadounidenses, hasta que nos dábamos cuenta de que el país que ejerce de “policía del mundo” es bastante cutre cuando se trata de protegerse a sí mismo… ¿o estaba orquestado?

Apestaba el tufo a Bannon en esta acción en la que a pesar de saberse que podía pasar, apenas había policía para defender el edificio, y la que había ayudaba a abrir vallas o se sacaba selfies con gestos de nazis ataviados con parafernalia militar.

Sus eslóganes de segundo de parvulario repitiendo aquello que su líder supremo ha gritado por Twitter los últimos años, han sido clave a la hora de crear este clima guerra civilista en Washington y esta deslegitimación de la elección de Biden.

Se basa en repetir mentiras, muchas veces, muy alto, aunque sepas que suenan ridículas y no te las creas ni tú

¿No os suena esto de “gobierno ilegítimo”? Pues claro que sí, tiene el mismo sello de calidad de Steve Bannon y su populismo pueril, que se basa en repetir mentiras, muchas veces, muy alto, aunque sepas que suenan ridículas y no te las creas ni tú.

Se acabó la pesadilla de esta manera de hacer política, de momento, en los USA… pero en la serie spin off en Reino Unido, siguen teniendo a su rubio de turno mandando. Un Boris Johnson que nunca defrauda, nuestro Prime Minister lleva una semana agitada.

En la penosa liga de la Covid19, su ineficiencia ha llevado al país en las últimas semanas a liderar en todas las estadísticas. Los casi 1.600 muertos del miércoles parece que debieran llevar a la exigencia de un mayor control de movimiento de los ciudadanos, pero Reino Unido es diferente.

No ha sido hasta la pasada semana cuando algunas cadenas de supermercados como Sainsburys y Morrisons han decidido que no dejarán entrar sin mascarilla. No lo hicieron en mayo ni agosto, ni siquiera en octubre. Lo hacen ahora, con más de 80 mil muertos según “sus” recuentos.

La cadena Wetherspoons del desagradable Tim Martin, que fue una de las “mentes privilegiadas” a favor del Brexit, acaba de decidir que quizá deberían retirarse los pósters negacionistas de los pubs.

Mientras se nos pide que nos encerremos, con la boca pequeña, y se multa a mujeres que se van a pasear a un parque a 5 millas de sus casas (nada que ver con las 400 millas que viajó el asesor Dominic Cummings infectado de covid), nuestra belleza rubia se va con su bicicleta de aventura al parque olímpico lejos de su casa, el 10 de Downing Street, y ni siquiera se ruboriza. Eso sí, siguiendo con su rutina, ahora le tocará esconderse unas cuantas ruedas de prensa para que no le pregunten si se puede salir o no, o por qué él y sus amigos pueden hacerlo mientras que el resto de la población no. 

La actitud de los energúmenos en Estados Unidos fue paralela a las bravuconadas de los fans del Brexit hasta el 31 de diciembre, pero últimamente, se le ve más muy callados.

No vociferan sus eslóganes ridículos, y no salen a celebrar las innumerables consecuencias positivas del Brexit. Quizás se ha vuelto más clarividente que el mundo de ilusión en el que creyeron no existe, y el escenario que se vaticinaba y que ellos denominaban “Project Fear” (proyecto miedo) se están cumpliendo.

Para los amantes del humor a lo Monty Python, la prensa brexiteer y los comentarios de sus lectores nos han dado una semana gloriosa.

España esta en el centro de la ira de muchos británicos que dicen que a los españoles residentes en Reino Unido nos tenían que obligar a registrarnos como hacen a sus emigrantes (me niego a decir expatriados) en las Costa del Sol…ignorando que llevamos 2 años sorteando los obstáculos y registrándonos a través del estatus de asentado, impuesto por la Home Office.

Uno de mis favoritos ha sido sin duda el grito de un brexiteer en redes sociales preguntándose si los puertos británicos están colapsados con el Brexit: “No es justo que solo estén colapsados nuestros puertos”, lamenta.

O quizá, la policía portuaria holandesa requisando sándwiches de jamón y queso a transportistas, y cuando se les pregunta el motivo, contestando de manera socarrona “bienvenidos al Brexit”.

En materia de pesca, ya se sabe, después de sacar pecho las ultimas semanas con su maravilloso tratado, se encuentran con un sector que trina. Y en los medios, Peter Wood, dueño de la empresa UK Glass Eels, aparece diciendo que su empresa va a la quiebra. Wood, que hizo campaña con UKIP para salir de la UE, ahora no puede vender su producto, mientras Nerys Edwards en Gales, que exportaba mejillones a España y que también hace menos de 18 meses se vanagloriaba de haber votado por el Brexit, ahora se lamenta de las trabas impuestas.

La palma, eso sí, para Jacob Rees-Mogg. El parlamentario, con sus manerismos y su política elitista, culminó una semana repleta de estupideces asegurando en la Cámara de los Comunes que el pescado ya es “británico” y por ello, “más feliz”.