El 'reggae' de Little Pepe

El 'reggae' de Little Pepe

Una entrevista con el artista malagueño Little Pepe.

Excited stylish african woman throwing dreadlocks head back to form a hair arc, standing against wall with window shadow.RuslanDashinsky via Getty Images

Little Pepe es un cantante de reggae cuyas letras hablan a menudo del barrio. Pepe y yo no somos del mismo barrio, pero en una ciudad como Málaga, las barriadas y sobre todo las amistades convergen. Bien sabe Jah que en mi familia ha habido rastas, pero por encima de eso, nos une una visión integradora y ecuménica de la música. Puede que ni él recuerde que hemos ido juntos al festival de música étnica Etnosur, pospuesto, como tantos otros eventos, por culpa de la pandemia.

He conversado con Little Pepe de reggae, filosofía y hasta de reguetón. Su último disco, El Real One Love, supone un viaje vital al que le queda mucho camino por delante. ¡Ponte su música, ras!

ANDRÉS LOMEÑA: El confinamiento nos sirve para hablar del proceso creativo porque asociamos la inspiración a la soledad y el encierro. ¿Cuál ha sido tu experiencia?

LITTLE PEPE: Como este encierro es forzoso, cualquier actividad creativa nos puede venir bien. Si de pronto viene un parón, por un bien mayor, te encuentras con todo el tiempo del mundo… y mi motivación para escribir se relaciona con los tiempos que vivimos. Intento darle a todo un matiz de luz y optimismo, pero la situación actual no ayuda al buenrollismo del reggae. He aprovechado el tiempo para lanzar trabajos pendientes, como algunas colaboraciones. Reconozco que he estado escribiendo más por aprovechar el tiempo que porque me lo pida el cuerpo.

Todos hemos comprobado que ahora hay cierta saturación cultural. Supongo que algunos artistas estaban en un momento vital adecuado para componer. Yo estaba en un buen momento de mi carrera y podía mirar las cosas con perspectiva; ahora la incertidumbre nos corroe y mata un poco la inspiración, así que escribo para evadirme.

A.L.: ¿Crees que se ha maltratado al reggae?

L.P.: Bueno, también el reguetón se demonizaba y ahora triunfa en todas partes. Cuando la gente se canse del “ton” del reguetón, les quedará el reggae… de ahí venimos nosotros. A quien le gusta la música, sabe apreciar la hermosa simpleza del reggae. En realidad, el estilo es bastante sencillo si lo comparas con otros más sofisticados: hay un bajo que se repite y un tempo más o menos pesado. Paradójicamente, lo que dificulta a algunos cantantes hacer buen reggae es que les parece muy fácil. 

Yo no aprecio ese maltrato, si es que lo hay. Cuando contactan con nosotros, nos tratan con mucho cariño. Quizás, y exceptuando la figura de Bob Marley, que traspasó todas las fronteras, no interesa que el reggae llegue más allá por el poder que tiene la música. Puede que no sonemos en las discotecas, pero sí estamos cerca de gente que ha perdido a un hijo o que va a ingresar en prisión. Esas son las experiencias que cuento. Las élites seguramente prefieran que se hable de amor y desamor y no de que si nos unimos podemos cambiar el mundo, o de que hay muchas más cosas que nos unen de las que nos separan. Ese mensaje queda silenciado.

Paradójicamente, lo que dificulta a algunos cantantes hacer buen 'reggae es que les parece muy fácil.

A.L.: Billy Wilder decía que hacía comedias cuando estaba triste y dramas cuando estaba contento. ¿El tono sentimental de tus canciones es un poco así?

L.P: No. Yo suelo estar pasando por un momento similar al tono que le doy a la canción. Por ejemplo, hay temas en los que necesitas pasar el duelo. Si escuchas una canción alegre, seguro que me sentía alegre; si se trata de una canción de amor, se puede ver que estoy enamorado. El mejor modo de sacar canciones es no mentirme a mí mismo. Cuando tengo un problema, intento aislarme del problema, poner la mente en blanco, y entonces fluye la música. Esa es la magia de la creación musical: los sentimientos del amor o la pérdida son universales.

A.L.: Tus letras desprenden espiritualidad y en todo momento pienso en la religión rastafari.

L.P.: Creo en el Dios de las personas y en las maneras que tienen las personas de ver a Dios. Acepto cualquier visión de Dios, sea monoteísta o politeísta. Para mí hay una sinergia en el razonamiento filosófico que busca comprender si Dios creó al ser humano o el ser humano a Dios. Hay que vivir con lo que tenemos alrededor. Te habla un malagueño con familia cofrade que de repente descubre la cultura rastafari. Más que una religión, la entiendo como una filosofía.

No me siento responsable si tergiversan nuestra filosofía. Al parecer, un periodista le dijo a Bob Marley que él se dirigía a los jóvenes, pero que sus letras hablaban de Dios. Y Bob Marley respondió: “Yo no tengo la culpa de que les hayan contado mal la historia”. Esa historia de la humanidad está llena de riqueza y no tengo la culpa de que algunos se hayan aprovechado de ciertos relatos. La envidia y el rencor está en las personas y eso se ve en un mito como el de Caín y Abel. Es una buena historia que puede servirte para tus momentos de soledad.

Babilonia es el sistema opresor capitalista y a la policía también la llamaban así. Me extendería demasiado hablándote de las montañas jamaicanas, la comuna Pinnacle, el voto del nazareo o de la sucesión de los reyes de Etiopía hasta la coronación de Selassi. El caso es que son iconos o símbolos, y de este modo Sion se convierte en algo parecido a lo que representa el Nirvana para los budistas. ¿Qué pinta un loco de Málaga hablando de todo esto? Pues simplemente que le doy cierto valor al ritual, como cuando me corté los dreads [rastas], y también a la mística de la música. Creo a mi manera, claro.

A.L.: ¡Si tú supieras lo que flipan mis estudiantes con tus canciones! ¿Vendrás a vernos alguna vez para hablar de la vocación musical?

L.P.: ¡Cuando quieras, ras! Me encantaría. Hay gente que tiene idolatrada la vida de los cantantes. Estaría bien que vean a este malaguita hablar sobre el significado de amar tanto algo. He renunciado a cosas con tal de hacer canciones; la energía y la serenidad que te da la música está por encima de casi todo. Si le das a la vida tanto, esta te recompensa de alguna forma.

A veces todo se mercantiliza. La cultura se ha gestionado mal. La música se usa con una intención puramente consumista y eso la desvirtúa.

A.L.: ¿Cuándo encontraste tu personalidad a la hora de cantar?

L.P.: Tienes que encontrar tu registro. Como pasa con cualquier instrumento, al principio no sabes manejarlo ni hasta dónde puedes llegar. Tienes que experimentar mucho. Si hay un secreto en mi forma de crear es que todo empezó de manera lúdica. No había otra pretensión. Mis orígenes están muy vinculados al rap y fue un viaje de descubrimiento.

El estilo nunca terminas de encontrarlo porque sigues buscando vías nuevas. Eso sí, llegas a encontrarte más cómodo con lo que haces. Pensaba que no se podía hacer buen reggae en español y con los años gané en confianza. Bob Marley no renunció a su estilo, pero se adecuó a las grandes audiencias. Yo no cambiaría nada para vender más, pero ojalá se oyera más nuestro mensaje. Si lo que has escrito ha ayudado tanto a algunas personas, quizás debes creerte un poco el valor de tu trabajo.

A.L.: Ya eres un auténtico veteran. ¿Y ahora qué?

L.P.: Quiero morir cantando. La química cerebral que consigo cantando no se consigue con nada. No creo que mi mejor canción esté hecha. Un amigo mío estaba muy preocupado porque el confinamiento me pilló de gira. Bromeé diciéndole que este disco era muy bueno, y él me contestó: “El disco es bueno, pero servirá para que te conozcan más… el que va a ser realmente bueno es el siguiente”. Me gusta esa actitud de mirar hacia adelante y seguir mejorando.

A.L.: La banda del barrio ha sido fundamental para ti. ¿Esa escuela sigue funcionando para una generación que quiere ser autodidacta a base de vídeos de Youtube?

L.P.: Ahora vivimos en la época de la democratización de los medios y es más fácil tener acceso a ciertos equipos. Si eres un flipado de cierto género, puedes pasar de esa escuela, pero si quieres sentir la música y empezar por algo, la banda de barrio te permite aprender algo de zarzuela o pasodoble. Esa variedad te hará entender la música de una forma colectiva y hasta sagrada: cada cuerda lleva su peso, por decirlo así. Al director de mi banda aún le debo mucho.

A.L.: Has hecho infinidad de videoclips y colaboraciones. ¿Cómo movilizas a tanta gente?

L.P.: Hacer videoclips es muy laborioso. Para dar con algo que visualmente funciona hay que implicar a muchas personas y que cada uno haga lo que se le da bien.

Respecto a las colaboraciones, te vas a acoplar con quien sea si hay ganas de verdad. Si es una cuestión de ego, se notará que uno intenta destacar más que otro y saldrá mal. A veces todo se mercantiliza. La cultura se ha gestionado mal. La música se usa con una intención puramente consumista y eso la desvirtúa. Me encantaría hacer muchas colaboraciones, pero querría hacer algo real y no siempre se dan las circunstancias. Si no es sincero, prefiero no hacerlo.

A.L.: Espero que te veamos pronto en concierto… 

L.P.: ¡Claro que sí! Agradezco de corazón tus buenos deseos. Salud y fuerza en estos tiempos, ras.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).