Juan Erasmo Mochi, en alta fidelidad

Juan Erasmo Mochi, en alta fidelidad

A punto de cumplirse 60 años de la emisión del programa 'Escala en hi-fi', este cantante, compositor, productor y presentador reivindica la música de los años 60 y 70.

Juan Erasmo MochiGianni Ferrari

“Hola queridos amigos, de nuevo ante ustedes con una canción”. Durante siete años, Juan Erasmo Mochi (Barcelona, 1943), el presentador, pulcramente vestido con corbata y chaqueta clara, la raya del pelo a un lado, saludaba a la juventud española desde la única televisión en blanco y negro. Con su rarraraará, Escala en hi-fi (TVE) contribuyó a hacer populares gran parte de las canciones de la década de los 60.

“Venimos con la ilusión de que pasen unos minutos muy agradables, si lo conseguimos seremos muuuuy dichosos”. Antes de pronunciar cada semana esas palabras, Mochi había cantado en bares y cafés por unas monedas y fue maestro de ceremonias en una mítica sala de Mallorca, Sésamo. De allí estaba a punto de salir para Alemania con un grupo llamado The Runaways cuando recibió una llamada del realizador Fernando García de la Vega.

La oferta no podía ser más interesante: querían que trabajara en televisión. Juan Erasmo, que había llegado a la música gracias a su abuela concertista de arpa, no se lo pensó. The Runaways partieron sin él para su gira alemana en la que incorporaron un nuevo solista, Mike Kennedy. A la vuelta, Emilio Santamaría y Alain Milhaud los bautizaron como Los Bravos, antes de convertirlos en auténticos ídolos del pop europeo.

Pero a Mochi tampoco le fue mal en Madrid. Nadie se perdía por entonces Escala en hi-fi, que tenía sus propias listas de éxitos y que semanalmente ofrecía una comedia musical donde artistas jóvenes, como Karina, Juan Pardo, Luis Varela o María José Goyanes, doblaban las canciones del momento con una novedosa técnica conocida como playback.

“El problema con Fernando García de la Vega —cuenta Mochi— surgió con las actuaciones en playback, que el programa organizaba en locales públicos por toda España. Se abusaba de los actores, no se les pagaba, trabajaban por la comida y el viaje. Pretendía que yo hiciera lo mismo y no estaba por la labor. En ese momento ya tenía tres hijos y mi trabajo era mi vida. No podía trabajar por amor al arte, como él pretendía. Ahí empezaron nuestras desavenencias, que me obligaron a marcharme del programa después de siete años”.

A pesar de la popularidad que le había proporcionado la televisión, el músico no se había dormido en los laureles. Tuvo un grupo propio con el no paraba de trabajar, hizo películas como Megatón ye-ye y fichó por Novola, el sello juvenil de la discográfica Zafiro.

“Me obligaron a versionar canciones francesas, italianas o inglesas de éxito y no era lo que quería. Yo componía, quería cantar lo mío, pero esta gente no estaba por la labor. Fue una época muy gris desde el punto de vista discográfico. No queda ningún recuerdo ni ningún éxito de esa época, salvo un canción de Sacha Distel que se tituló Monsieur Cannibale. El resto no me gustaron, las traducciones eran horrorosas, las letras estúpidas, todo era muy feo. El día que se terminó ese contrato me llevé una gran alegría”, cuenta.

A principios de los años 70 comienza a trabajar con RCA. Para su primer elepé recupera Los que se van, una canción que había compuesto durante el servicio militar y que se convirtió en número uno. “La cantó toda España para cerrar las discotecas y despedir los guateques”, relata.

La cantó toda España para cerrar las discotecas y despedir los guateques

“La escribí por encargo. Estaba haciendo el servicio militar en Palma de Mallorca. El capitán me dijo: ‘Eh, tú, el músico. A ver si compones una marcha para la compañía’. Me las prometía muy felices, pensé que iba a conseguir pases de pernocta y permisos”.

“Cuando el capitán la escuchó cantada por la compañía, el tipo gritó: ‘¡Esto es una mierda! ¿Cómo se te ocurre decir que los que se van no se querían marchar? ¡Hay que ser fiel al ejército!’. De milagro no me castigó”.

“De alguna forma me vengué. Al acabar el servicio militar me propuse publicar esa canción y lo conseguí años más tarde. Aquel capitán llegó a tener una altísima graduación en el ejército y me invitó a la fiesta de la patrona de artillería. Cuando terminé de cantar Los que se van me pidió disculpas. ‘Me equivoqué’, dijo. La canción tuvo mucho éxito también fuera de España, en lugares como Angola o Alemania”.

Otros artistas empiezan a interesarse por sus composiciones. Aún me queda la esperanza, obtiene mucho éxito en las voces de Julio Iglesias y Tony Landa. Para Nino Bravo compuso Mi mundo está vacío. En los repertorios de Bertín Osborne, Sacha Distel, Sara Montiel, Joselito o Los Chichos también hay temas firmados por Mochi. A veces con curiosas transformaciones como ocurre con Qué hay en tu mirada, una de sus baladas más románticas. Hay más de 20 versiones y todas con ritmo de salsa o bachata.

  'La palabra', disco de Juan Erasmo Mochi.RCA

Otras creaciones, como Juan Sebastián Gaviota, que formaba parte de su disco La Palabra, le acarrearon sinsabores y alegrías.

“Grabé Juan Sebastián Gaviota porque me emocionó la obra de Richard Bach pero José Ramón Pardo, con el que ahora tengo buena amistad porque todo se olvida, le dedicó unas críticas durísimas. Que qué porquería, que qué canción tan pretenciosa, que qué había pretendido. La opinión de este señor pesó tanto que la compañía paralizó la promoción”.

“Dos años después, un periodista de RNE me llamó para que fuera corriendo al estudio, al parecer Richard Bach se había entusiasmado escuchando la canción durante una entrevista. Me presenté allí y llegué a tiempo de saludarlo. Me dijo algo que no olvidaré nunca, que mi canción le había gustado más que la de Neil Diamond. Es más verdad, insistió, está más cerca de lo que yo pretendo. No estoy de acuerdo, el trabajo de Neil fue de 10, pero yo había hecho el mío con mucho corazón y yo creo que Bach lo percibió. Ahora, cada vez que veo a Pardo le cuento la historia”.

Durante los años 80 vivió en América. Al regresar, se encontró con que la música y el negocio que genera habían cambiado radicalmente.

“Con letras y músicas espantosas. Todo el mundo jugaba al rebelde sin causa, era un esperpento, despreciaban el pasado. De aquello no ha quedado nada. Me di cuenta de que no tenía nada que hacer como intérprete. Me dediqué a producir a otra gente y a componer pero eso también se fue al carajo porque yo hacía cosas que estaban muy bien y no las valoraba nadie

Tenían un número uno y no lo sacaron. Al final, pegó la versión latina

“A Paolo Salvatore le produje una versión de El tiburón que era magnífica. Pero la compañía la retuvo en un cajón para contentar a otros sellos americanos. Tenían un número uno y no lo sacaron. Al final, pegó la versión latina”.

“Así que decidí no producir a nadie más, harto de ver cómo se estrellaban mis ilusiones y las de los artistas contra el muro de la ineptitud de las discográficas”.

Sin embargo, no se desanimó. Ha seguido participando en mil y una iniciativas. La última, una canción titulada Botafumeiro, con la que quiere echar una mano para mitigar los efectos de la pandemia sobre el Camino de Santiago. Tiene un canal en YouTube y se ocupa de que sus creaciones estén en todas las plataformas digitales.

A punto de cumplirse 60 años de la emisión de aquel programa que deseaba felicidad ¡en alta fidelidad!, Mochi reivindica los años 60 y 70.

“Fue una época ilusionante. Había miles de salas de conciertos en toda España. Hasta en los pueblos más pequeños había un salón con actuaciones en directo cada semana. En La Bañeza, en León, por ejemplo, tenían dos salas. En una estaba Serrat y en la otra Julio Iglesias, por poner un ejemplo. A la semana siguiente, en una Miguel Ríos y en otra yo y así siempre. Pasaba en toda España. En Madrid, empiezo a nombrar y no paro: Imperator, Imperante, La Tuna Studio, Paraninfo, Cleofás, Consulado, J.J.… con contratos para un mes seguido, terminabas en una y empezabas en otra, no se paraba. A mi grupo, le pagaba no por actuaciones, sino con un salario mensual porque no parábamos. Fue maravilloso. La música era algo esencial y muy importante en nuestro país entonces.”

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).