La tercera y feliz resurrección de Sherlock Holmes sucede en España

La tercera y feliz resurrección de Sherlock Holmes sucede en España

El genial detective de Conan Doyle tuvo un doble en unos apócrifos berlineses exitosos hace más de un siglo que ahora ven la luz bajo la edición de David Felipe Arranz en editorial Funambulista.

Por Winston Manrique Sabogal,

En días de mundos paralelos creados por las incertidumbres ha vuelto Sherlock Holmes. O, mejor dicho, el doble de Holmes, el apócrifo que triunfó hace más de un siglo en Alemania, Rusia y buena parte de Europa.

La primera fue la que propicio el mismo Conan Doyle en 1903 en La casa vacía, luego de que tuviera que resucitar a su personaje, que vivía en Baker Street, tras despeñarlo con el profesor Moriarty, su archienemigo, en las cataratas suizas de Reichenbach, en el caso titulado El problema final; la segunda fue cuando entre 1907 y 1911 aparecieron en Berlín una serie de libros apócrifos protagonizados por Holmes ante el enigmático silencio de Conan Doyle. Y no fue un caso episódico, las historias alcanzaron la cifra de 230; y  la tercera resurrección ha sido en España con un volumen que rescata varias de esas historias apócrifas que habían caído en el olvido. Con ellas se topó el profesor-lector Arranz a orillas del río Sena en París en uno de esos maravillosos tenderetes de libros antiguos, allá por 2012 hasta que les fue dando cuerpo en un piso cerca de la Gran Vía madrileña.

Archivos secretos de Sherlock Holmes coincide con la conmemoración de los noventa años de la muerte del creador del inteligente y agudo detective, el 7 de julio de 1930, a la edad de 71 años. Es el primer volumen, los otros dos saldrán más adelante, que incluye cuatro casos: La hija del usurero, La Kodak traidora, El enigma de la casa de juegos y El vestido de la reina con ilustraciones originales de Alfred Roloff.

Son varios los interrogantes alrededor de Conan Doyle, Holmes, su doble y el silencio sobre esas historias que intenta dilucidar el profesor-lector Arranz con los correos electrónicos como testigos en vista de este mundo que se desdobla como uno solo entre lo analógico y lo virtual. Para ello se remonta al origen de todo:

Winston Manrique Sabogal. ¿Cuándo descubrió-leyó por primera vez al Sherlock Holmes original?

W. Manrique Sabogal. Antes de descubrir estos apócrifos en París, ¿sabía de ellos?

D. F. Arranz. No tenía ninguna noticia, salvo de la maravillosa antología de Ellery Queen, Las desventuras de Sherlok Holmes (1944), con aportaciones tan valiosas al mito como las de Agatha Christie, James M. Barrie, Mark Twain, O. Henry y el propio Queen, entre otros, que hicieron variantes sobre el personaje.

W. Manrique Sabogal. ¿Quién fue Holmes, el verdadero?

D. F. Arranz. Doyle se inspiró en su maestro, un forense escocés, el doctor Joseph Bell, y así se lo reconoce explícitamente en una carta fechada el 4 de mayo de 1892, cuando Doyle estaba trabajando en Las aventuras de Sherlock Holmes (1892), donde le confiesa que «le debo a ud. Sherlock Holmes», le pide consejo como discípulo con respecto a las situaciones dramáticas de su héroe, ya que Bell era, en palabras de Doyle, «el crítico con más derecho a ser severo».

W. Manrique Sabogal. ¿Quién cree que escribió la secuela de la serie?

D. F. Arranz. Se da como seguro por especialistas como Philippe Mellot en Los maestros del misterio (1997) o en The Arthur Conan Doyle Encyclopedia que estos apócrifos provienen de la pluma del polaco Kurt Mattul y el alemán Mathias Blank –que firmaba como Theo von Blankensee–, dos escritores “todoterreno” que escribían novelitas de kiosco en el Berlín de 1907. El primero era periodista y guionista de cine, y el segundo un prolífico creador de héroes de la novelita por entregas. Su producción era tan abundante que llegaron a publicar 230 entregas entre 1907 y 1911, traducidas a múltiples idiomas en una veintena de países europeos y alguno de Sudamérica, como Brasil.

W. Manrique Sabogal. ¿Por qué Conan Doyle o su editorial no denunciaron estos apócrifos?

D. F. Arranz. Sí hubo un “aviso”, porque la editorial de Robert Lutz, propietario de los derechos del canon holmesiano original, en la undécima entrega –ya con diez relatos publicados–, avisó a la editorial de los apócrifos, Verlagshaus für Volksliteratur und Kunst, para que retiraran el nombre del detective de la serie, pero no les importó que en los relatos se siguiese llamando Sherlock Holmes.

Supongo que a Doyle, que por aquella época ya había manifestado su desapego al personaje –lo había “matado” en El problema final (1893) y los lectores lo obligaron a resucitarlo en 1903–, pues quería ser reconocido como novelista histórico, le daba un poco igual. Pero es mi hipótesis.

W. Manrique Sabogal.  ¿Qué aportan estos apócrifos al universo Sherlock Holmes?

D. F. Arranz. Aporta contexto de época, usos y costumbres de los lectores en el Berlín de 1907 y años siguientes, antes de la I Guerra Mundial, cuando el concepto de autoría, en el caso de grandes personajes, era menos importante que el héroe que protagonizara esas aventuras. Fue un fenómeno mundial que después se consolidó: novelitas baratas de imprimir y de hacer –el papel era muy malo– que se consumían con voracidad y que eran la evolución del folletín francés.

W. Manrique Sabogal.  ¿Cuáles son las principales diferencias entre el Holmes original y el apócrifo? o ¿Cómo detectar o desenmascarar un original de un apócrifo de Holmes?

D. F. Arranz. Todas. La serie original es una obra maestra del género detectivesco. Esta apócrifa plantea una variante con respecto al doctor Watson, que ya no está y que es sustituido por un narrador omnisciente que va narrando las aventuras de forma bastante lineal. Hay mucha más acción y menos juego intelectual por parte del detective, aunque las pesquisas, la capacidad de observación y el método deductivo se mantienen en este Holmes “de pega”. También tiene otro ayudante, más jovencito y que ejerce de discípulo: Harry Taxon. De manera que es un Holmes “paternalista” y docente, más que un misterioso solterón que recurre al objetivismo y a la ciencia.

W. Manrique Sabogal.  ¿Por qué no ha tenido mucha difusión esta secuela a lo largo de la historia?

D. F. Arranz. En España se ocupó de su traducción y edición F. Granada y Cía (que después cambió su nombre por Atlante) desde el 12 de noviembre de 1909 hasta el 2 de mayo de 1911, que es la que estamos recuperando en Funambulista gracias a la confianza en el proyecto del editor Max Lacruz. Y hubo una segunda serie solo de diez entregas, ya en 1940, a cargo de ediciones Povi. Desde entonces, este material no se había reeditado.

W. Manrique Sabogal. ¿Qué rastro de Holmes se puede detectar en otros investigadores de ficción y/o autores?

D. F. Arranz. El rastro es abundante, aparte de la mencionada antología de Ellery Queen. El belga Jean Ray fue su traductor al francés y creó una variante, el detective Harry Dickson, el Holmes norteamericano, traducido a otros idiomas. El hijo de Doyle, Adrian, también se lanzó a la carrera holmesiana junto a John Dickson Carr, con el que escribió al alimón doce relatos cortos protagonizados por el detective creado por su padre. Y Maurice Leblanc lo llegó a enfrentar a Arsenio Lupin en Sherlock Holmes llega demasiado tarde (1905). Pero mi favorita es la variante de Umberto Eco, que en El nombre de la rosa se sirve de Sherlock Holmes para construir a su ya inmortal Guillermo de Baskerville. En cuanto al cine, me encantan dos películas muy relacionadas con la serie apócrifa, Estudio de terror (1965), de James Hill, y Asesinato por decreto (1979), de Bob Clark, porque tienen esa atmósfera opresiva de los barrios y muelles del Londres más peligroso.

W. Manrique Sabogal.  ¿Qué sorpresas aguardan en los dos siguientes volúmenes?

D. F. Arranz. Ocho o puede que nueve relatos más, todavía no lo tenemos claro. El siguiente tomo, que llevará por título Nuevos archivos secretos de Sherlock Holmes, y contendrá las aventuras de La desaparición de un novio, La trampa del viejo edificio, El tesoro del negrero y Las joyas sangrientas, publicadas en España el 17, 24, 31 de diciembre de 1909 y el 7 de enero de 1910, respectivamente. Repiten la galopada vital del maestro Holmes y el discípulo Harry Taxon, en su cruzada contra el hampa y las organizaciones criminales.