UNESCO y el destino de la literatura

UNESCO y el destino de la literatura

Entrevista a la experta en literatura Sarah Brouillette.

Old vintage books to the horizonrihard_wolfram via Getty Images

¿Qué ha hecho la UNESCO por la literatura y cuál es su destino? La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ofrece una respuesta formal en su web oficial. Lo que yo les traigo es una entrevista con la experta en literatura Sarah Brouillette, que ha escrito un libro formidable sobre la historia de la UNESCO a través de sus programas de alfabetización, traducción y lectura. De acuerdo con su obra UNESCO and the fate of the literary, la historia de la organización ha pasado por tres fases: el liberalismo cosmopolita, el progresismo descolonizador y el neoliberalismo. La cuarta fase puede que jamás llegue porque el futuro próximo de la UNESCO está en el filo de la navaja...

ANDRÉS LOMEÑA: En la actualidad, las ciudades y los países se han convertido en empresas. Por ejemplo, Barcelona no es solo una ciudad importante para la industria editorial, sino también una marca, un producto turístico y un espacio literario. Vivimos una especie de darwinismo urbano (Nueva York sería el rey de la selva) y la literatura ha pasado a ser un accesorio para promocionar la riqueza de los pueblos. ¿Es la UNESCO el origen o solo un reflejo de ciertas transformaciones culturales, sociales y políticas?

SARAH BROUILLETTE: Pienso en la UNESCO (y supongo que me pasa igual con muchos fenómenos culturales e instituciones) como un espejo y como un motor. Refleja grandes transformaciones en el estatus de lo literario y también ayuda a dar forma y a impulsar esos cambios. No me referiría a la UNESCO como la causa o el origen de nada porque, como me considero una vulgar materialista cultural, creo que el agente real de las transformaciones del sector cultural son las necesidades cambiantes del capitalismo. 

Haciendo uso de tus palabras, la UNESCO ha estado a la vanguardia al asimilar la idea de las ciudades como “marcas”. Sus iniciativas en torno a “ciudades creativas” muestran el diseño y la programación de políticas urbanas en ciudades que buscan el sello de aprobación de la UNESCO para sus ofertas culturales. Está claro que la UNESCO no es el origen de las iniciativas de esas ciudades creativas. No obstante, participa y refuerza ciertas tendencias que tienen que ver con el destino del capital (en el caso concreto de las ciudades, ese patrocinio afecta a la confianza del sector servicios, la especulación inmobiliaria, los valores en alza de las propiedades, etcétera).

A.L.: El cosmopolitismo fue el principal objetivo de la UNESCO en sus inicios. Me pregunto si esa visión cosmopolita fue demasiado ingenua. Quizás no se pueda crear un cosmopolitismo duradero a base de traducir clásicos de todas las edades y de todas las partes del mundo, como hizo el programa de la UNESCO.

S.B.: Lo que he intentado mostrar al hablar de los primeros años de la UNESCO es que la fantasía utópica del intercambio cultural como un camino hacia la paz mundial comprendía una verdad mucho menos luminosa: la mayoría de la población mundial no formaría parte de esa elevada discusión cultural. Sin embargo, su destino estaría decidido por aquellos que diseñan las medidas para mejorar los estándares de vida. Cuando se fundó UNESCO hubo críticos, a menudo de la derecha política, que se mofaron de la institución por crear castillos en el aire al imaginar un impacto profundo producido por ese intercambio cultural. En realidad, la crítica estaba errada: en la UNESCO se reconoció desde una fase muy temprana que el intercambio cultural solo sería un proceso entre muchos que necesitarían ponerse en marcha. El objetivo real era establecer un puente de desarrollo económico, social y cultural que tomara lo mejor de cada lugar para compartirlo y así elevar el nivel general de todos. Sostengo que el apoyo a la traducción y el intercambio de obras literarias fue una forma de crear un depósito de grandes obras del pasado que reflejaría lo que se quedó atrás en el impulso conjunto hacia la modernización.

La UNESCO a mediados de los ochenta ya no tenía más remedio que seguir el signo de los tiempos o sus financiadores nunca más volverían.

A.L.: Me gustaría saber cuál fue el papel de Julian Huxley, hermano de Aldous, como primer director de la UNESCO.

S.B.: La elección de Julian Huxley como primer Director General de la UNESCO fue controvertida. Aunque estuvo poco tiempo en el cargo, he empleado un tiempo considerable en su persona porque su modo de pensar era muy representativo del cosmopolitismo orientado al desarrollo de aquella época. Él fue un “transhumanista” (los términos son suyos) y pensó que instituciones ilustradas como la UNESCO ayudarían a que la humanidad alcanzara su forma de desarrollo más perfecta. Esto se lograría compilando y universalizando cada “avance” del pensamiento humano. Lo que argumento en el libro es que esto siempre iba a ser un proceso con lectores blancos “ilustrados”. Huxley estaba muy preocupado por el caos global (y por el comunismo, claro) que provocaría la pérdida de todas las colonias europeas. Su modelo de desarrollo y sus estándares de progreso reflejaron y apoyaron el poder en marcha de las potencias coloniales cuando estas abandonaron el imperialismo formal y pasaron a una administración fiduciaria [régimen de supervisión internacional para propiciar el autogobierno]. Trataba de orquestar la integración de las antiguas colonias con la noción de soberanía y con los mercados mundiales globalizados de bienes y servicios. UNESCO fue una medida para facilitar todo eso.

A.L.: Pensadores de izquierda como Pierre Bourdieu o Richard Hoggart estuvieron cerca de la UNESCO, así que no entiendo por qué el neoliberalismo finalmente triunfó. Se muestra pesimista porque el mercado del libro se centra en el respeto al copyright. De hecho, el World Book Day se ha convertido en el World Book and Copyright Day. ¿Alberga alguna esperanza?

S.B.: El enfoque neoliberal venció por los factores económicos subyacentes. Aquí solo me hago eco de lo que otras personas han escrito sobre la crisis de rentabilidad que asoló a los capitalistas desde finales de los sesenta. En el caso concreto de la UNESCO, los miembros contribuyentes más ricos tuvieron más complicado justificar los pagos a la organización, y luego llegaron un puñado de transformaciones terribles hacia la privatización, la mercantilización, la consultoría y el lenguaje de la contabilidad, lo cual derivó en que la UNESCO a mediados de los ochenta ya no tenía más remedio que seguir el signo de los tiempos o sus financiadores nunca más volverían.

No describiría mi actitud hacia la UNESCO como pesimista. El pesimismo me sugiere un punto de vista artificialmente negativo que nace de una determinada predisposición. Me parece que lo que digo sobre la UNESCO es sencillamente cierto. Aunque siempre ha habido voces que disienten, han sido generalmente encauzadas hacia un proceso humanizador y moderado del capitalismo. Cuando se estaba formando todo el establishment de la política cultural, desde finales de los sesenta hasta principios de los ochenta, hubo muchos mensajes poderosos en contra de los estragos del capitalismo. Fue genial encontrar eso en la historia de la UNESCO, pero ahora sé que las transformaciones radicales que harían respirable la vida de las personas nunca saldrán de la UNESCO. Mi análisis expresa mis convicciones comunistas: no existe el capitalismo moderado. Quizás se dé en casos locales y en pequeñas cantidades, pero incluso así se hace a costa de alguien. La trayectoria final es la miseria.

Es difícil escribir sobre la esperanza. Las protestas masivas y las revueltas me dan aliento. La cultura también lo hace a veces, pero en menor medida. Suelo decir que no puedes separar la producción cultural del capitalismo, pero al mismo tiempo la cultura no está enteramente subsumida por el capitalismo y no puede estarlo, por razones creativas y de consumo. La cultura (incluyendo la literatura y el arte) permanece como una fuente de actividad no acumulativa, ingobernable e improductiva, como un hogar no desarrollista de los afectos y los placeres. Todo esto podría ser, como en cualquier otro ámbito, transformado y redirigido para servir al régimen dominante del trabajo. Lo mejor que puedo decir de la cultura es que retiene un gran potencial contraproductivo de creación y expresión… y no está sola en esto. Se puede decir lo mismo al hacer tu propio pan, cuidar tu propio jardín o cuando rechazas salir de la cama.

Es difícil escribir sobre la esperanza. Las protestas masivas y las revueltas me dan aliento. La cultura también lo hace a veces, pero en menor medida.

A.L.: Me gustaría preguntarle por los últimos Premios Nobel de Literatura, la polaca Olga Tokarczuk y el alemán Peter Handke. Si el eurocentrismo era un problema, ese problema persiste. El crítico literario David Damrosch trató recientemente los premios literarios y creo que sus opiniones no le gustaron nada. Quiero terminar preguntándole si está escribiendo un libro sobre el reconocimiento literario.

S.B.: No he pensado muy concienzudamente sobre los Premios Nobel de Literatura de este año. Creo que esas decisiones están motivadas por muchos factores y que van variando a propósito la procedencia de los autores. Te diré que el problema del eurocentrismo quizás no se solucione eligiendo escritores que no son de Europa. Fíjate en el tribunal y de dónde salen sus títulos. Fíjate en la biografía de los escritores premiados. ¿Dónde estudiaron, dónde llegaron a ser escritores? Se perpetúan las normas culturales dominantes, lo que incluye unos estándares del discurso y del aprendizaje, ciertos niveles de urbanidad, un humanismo universal liberal, etcétera. Todo eso está implícito.

En cuanto a David Damrosch, sus estudios sobre la literatura universal son muy conocidos. Es un gran académico en ese campo. En general, sus ideas me parecen poco discutibles, pero también poco interesantes. No tienen fuerza. Creo que te refieres a algo que vi en Twitter de que estaba analizando el mercado del libro a través de la literatura universal. Supongo que estoy siendo territorial, pero también me anticipo a cuando escriba un gran libro sobre el tema que todo el mundo leerá porque él es un famoso profesor de Harvard; todo el trabajo que ya se ha hecho será ignorado y él será tratado como un pionero. Quizás esté siendo injusta y él haga algo realmente importante, pero la descripción inicial que leí estaba entre lo más anodino que he leído últimamente.

En cambio, encuentro la obra de James English sobre los premios literarios extremadamente importante y sugerente. Su argumento acerca de cómo el rechazo y la crítica de los premios les añade valor y los ayuda a estar en el ojo público ha sido muy influyente. No hay forma de estar en el mundo literario y no pertenecer, de alguna forma, a sus rituales y prácticas de creación de valor. Asimismo, hay algo que encuentro muy triste, como si todos estuviéramos atrapados en un círculo infernal de ironía donde todo lo que criticamos queda fortalecido. No se puede estar dentro y en contra. Creo que a veces pierde la visión de la importancia política del rechazo; alguien puede leer sobre un escritor que rechaza el Commonwealth Writers Prize o sobre alguien despreciando el dinero por su dudosa procedencia, e incluso si ese concepto de autor como “marca” sale beneficiado por ese gesto de rechazo, todavía puede ser importante para que los lectores aprendan algo sobre los orígenes y la financiación de los premios. Su obra no presta mucha atención a eso. También añadiría que su obra refleja un cierto momento en la economía literaria, un momento de relativa “salud”, dinamismo y prosperidad. No creo que estemos en esa fase. No he pensado del todo en las implicaciones de este momento actual para los premios, pero me interesa reflexionar al respecto. Dicho esto, no estoy escribiendo un libro sobre la cultura de los premios literarios. Quizás algún día. Puede que quiera escribir un pequeño libro sobre el Premio Nobel de Literatura. Ya veremos.

Ahora mismo estoy trabajando en dos proyectos. El primero se llama El futuro literario. Trata sobre las formas que la literatura adoptará en los años futuros cuando el apoyo institucional a la cultura literaria disminuya o desaparezca. Es un proyecto financiado durante cinco años donde los estudiantes de postgrado desarrollarán sus propios estudios de caso. Es un proyecto divertido. El otro proyecto es una breve monografía que será compilada con otras dos para hacer un libro. La mía va de los lugares de lectura en inglés en la África actual. Básicamente, estudia la relación entre la creación de espacios de fama literaria y el sector informal de la piratería de libros.

El destino de la literatura, con la UNESCO o sin ella, parece algo sombrío. Ojalá veamos las  transformaciones profundas de las que habla Sarah Brouillette en el actual panorama literario.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).