Von der Leyen abre curso con la vista puesta en la Covid, el fondo de recuperación y Afganistán

Von der Leyen abre curso con la vista puesta en la Covid, el fondo de recuperación y Afganistán

El debate sobre el Estado de la Unión está marcado por su -al final- exitosa gestión de la pandemia. El pacto migratorio y la apuesta climática serán algunos de sus retos.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. via Associated Press

La Unión Europea también estrena curso político. Es tiempo de balance y de proyección, de evaluar lo pasado en el último año y de decidir las prioridades que se han de abordar en los próximos 365 días. Lo hecho y lo por hacer estará presente este miércoles en el discurso sobre el Estado de la Unión que pronunciará la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Será en la sede del Europarlamento en Estrasburgo, porque las aguas vuelven a su cauce y la pandemia, al fin, permite el regreso a la sede francesa.

La política alemana llega a la cita en horas altas. Tras un inicio poco claro en su andadura como la primera mujer presidenta de los europeos (poco consenso de los grupos, poca confianza en ella y su equipo), se ha ido consolidando a base de golpes, los asestados por el coronavirus, que han obligado a unos dirigentes y unas estructuras tradicionalmente lentas a ponerse las pilas y responder a una crisis sanitaria, social y económica nunca vista.

A partir de las 9 de la mañana de este miércoles, Von der Leyen defenderá los tres valores esenciales de su gestión: las vacunas, el fondo de recuperación y la apuesta de una misma velocidad para todos los Veintisiete, sin privilegios y trabajando en común. La decisión de una compra de dosis integral, con Bruselas decidiendo el reparto y las fechas de entrega, sólo se vio ensombrecida por los polémicos retrasos iniciales en las entregas, achacados a las farmacéuticas y las condiciones de contratos como el de Pfizer. Parecía que la presidenta no salía del atranque hasta que, según dicen sus asesores estos días a la prensa comunitaria, dio un golpe en la mesa y tomó el timón.

Desde entonces, lo que se ha vivido es una entrega ordenada, un reparto por igual a todos los países, una apuesta científica por las vacunas de ARN mensajero y una compra de dosis para el futuro que cubre al menos el año que viene. En este mes, la UE en su conjunto acaba de lograr el objetivo del 70% de la población adulta con pauta completa de la vacunación, con algunos altibajos y estancamientos mejorables, pero que no evita que, globalmente, Bruselas hable de éxito.

Las vacunas frenan los daños del coronavirus en lo sanitario. Para lo económico, se puede lucir el fondo de recuperación europeo, que ha entregado ya a inicios de este verano la primeras partidas, como los 9.000 millones de euros a España llegados a mediados de agosto. En total, el fondo dispone de 800.000 millones para hacer frente a esta insólita crisis. No sólo ha sido importante el dinero recibido y el razonable contento de los Veintisiete en el reparto por cabeza, sino que ha sido un hito el modo de financiación, con una emisión de deuda conjunta respaldada por todos. Sin precedentes.

Von der Leyen tiene en el certificado digital su tercer mérito sobre el covid-19 para lucir en el plenario. Una apuesta personal de la que muchos estados dudaban pero que ha salido bien, ha permitido a los europeos moverse con garantías si ya habían pasado la enfermedad, estaban vacunados o superaban un test, ha revitalizado el turismo, uno de los sectores más golpeados por la pandemia, y ha permitido reencuentros familiares en el continente que valen tanto como el PIB.

No ha habido catástrofes conocidas en su funcionamiento y además ha supuesto un inesperado precedente de unificación en documentos comunitarios, que abre la puerta a que se aplique a otros papeleos que a todos nos implican y que, por ahora, se rigen por 27 modelos diferentes.

De fondo, para el debate, queda la necesidad de que la UE tenga competencias sanitarias comunes para actuar de forma más rápida ante otras crisis por venir, algo de lo que es partidario la germana y así lo dijo en su discurso del pasado año, pero que genera dudas de soberanía en otros estados.

  Ursula von Der Leyen, con su tirita comunitaria, tras ponerse la vacuna de Pfizer.REUTERS

Lo que queda por hacer

Además de ese legado, rozando el ecuador de su mandato de cinco años, la presidenta de la CE tendrá que exponer ante los europarlamentarios los nuevos pasos que se han de dar para mantener el coronavirus a raya, en todos los frentes, pero también plantear una aceleración en todo lo pendiente, tras el año de caos que fue el 2020, con el que se topó apenas dos meses después de asumir su cargo.

Según informa la Agencia EFE, que cita al Servicio de Estudios del Parlamento Europeo, la Comisión ha planteado ya propuestas concretas sobre 212 de las 406 iniciativas anunciadas desde el comienzo de la legislatura; ya se han adoptado 101, mientras 86 se están tramitando y 25 están atascadas o bloqueadas en el proceso legislativo.

Coronavirus y vacunas y dineros aparte, en su discurso se centrará en dos materias: medio ambiente e inmigración. En el primer caso, el pasado junio, el Consejo adoptó su posición en primera lectura sobre la Ley Europea del Clima, que establece un objetivo vinculante para la Unión de reducción de las emisiones netas de gases de efecto invernadero (las emisiones una vez deducidas las absorciones) en al menos un 55 % de aquí a 2030, con respecto a los niveles de 1990.

Además, tiene como meta la neutralidad climática y el objetivo ideal de que la UE consiga emisiones negativas a partir de 2050. Para acometer esta transición climática hacen falta iniciativas legislativas que se empezarán a ver a fondo en este periodo de sesiones.

Las migraciones tienen un doble reto, uno global y uno concreto. El global es el de la necesidad de un nuevo pacto migratorio para abordar las llegadas numerosas de refugiados, propuesto a inicios de 2020 pero paralizado por la pandemia. El borrador no gusta, además a países que son frontera inmediata, como España, Grecia o Italia, que son quienes asumen la llegada inicial de estas personas.

El vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, dijo la pasada semana que que esperaba que este flujo de migrantes en los limites orientales de la Unión sirva como catalizador de unas reglas comunes de ese continente para la migración, un tema que divide al bloque desde la llegada crisis de refugiados de 2015, en la que la mayoría de los Estados miembros cerraron sus fronteras tras la llegada de alrededor de un millón de personas. “Este es el momento político de pasar de una operación de lucha contra el incendio a una operación de arquitectura”, añadió. El pacto sería esa arquitectura, pero no llega.

El reto concreto se llama Afganistán, de donde se espera la llegada de ciudadanos que escapan de los talibanes y que llevan semanas arribando masivamente a Irán y Turquía, sobre todo. Europa, en su ansia por buscar una vida mejor, se espera que sea el destino buscado por muchas de estas personas.

Afganistán, en el plano geopolítico y de seguridad, se ha de colar en el discurso de Von der Leyen tras la caída del Gobierno, la llegada al poder de los islamistas y la salida de los países occidentales. Hay que aclarar qué se está haciendo para rescatar a las personas que un día colaboraron con naciones de la UE, cómo son los contactos con los talibanes para crear pasillos humanitarios o permitir estas salidas, si habrá o no reconocimiento del nuevo régimen y, también, si el fiasco de la misión iniciada por EEUU y luego amparada por la OTAN obliga a tomar otra senda en cuestiones de defensa.

Es uno de los debates más interesantes de este tiempo nuevo: si Europa debe ser más autónoma en cuestiones defensivas, si ha de despegarse del paraguas atlántico -y su norteamericanismo- e, incluso, si es momento de hacer cuajar un ejército europeo. Josep Borrell, el jefe de la diplomacia comunitaria, propone la creación de una fuerza militar común de despliegue rápido, que sea capaz de desplegarse “donde y cuando sea necesario” sin esperar condiciones de otros, con unos 5.000 efectivos para intervenir en situaciones de emergencia.

No es un debate nuevo, Francia y Alemania no lo ven mal y han sido las que lo han sacado a colación con más frecuencia, especialmente durante el mandato de Donald Trump en EEUU, cuando dio la espalda a sus aliados europeos y apenas les hablaba si no era para pedirles más dinero para la OTAN. La apuesta por la autonomía va más allá de lo militar y llega a la sanidad, con la producción de medicamentos, que dejó a la Unión en los primeros meses de la vacunación contra el coronavirus a expensas de EEUU y de Reino Unido.

En Política Exterior, tiene que analizarse el futuro de las relaciones con China y Rusia, a la vez amenaza y a la vez oportunidad, dependiendo del plano, y el mantenimiento de las relaciones con Londres una vez que ya no hay matrimonio.

Y Europa se sigue jugando también el alma. Los valores en peligro en países donde triunfa el ultranacionalismo, la derecha extrema, el antieuropeísmo, donde hay reformas judiciales o educativas que van contra los valores fundacionales de la UE, como sucede en Hungría o Polonia. Von der Leyen seguramente se referirá a ellos y está por ver el tono y la contundencia de su mensaje. Porque todo lo anterior, de la sanidad a los dineros pasando por la diplomacia, vale poco si la base se mueve.