Las claves de la semana: Érase una vez un PSOE...

Las claves de la semana: Érase una vez un PSOE...

La guerra interna que vive el socialismo desde hace meses ha estallado esta semana con toda su crudeza. Que nadie se confunda, porque la batalla ya no es entre Sánchez y Susana Díaz, ni entre los partidarios del "no" y los de la abstención a un gobierno de derechas. El debate socialista ya sólo gira sobre la gestión y los paupérrimos resultados a los que Pedro Sánchez ha llevado al PSOE, pero también sobre la ausencia de liderazgo y sobre la deriva de un proyecto errático en lo político y guerracivilista en lo orgánico.

Érase una vez un PSOE nacido a finales del XIX entorno a un grupo de intelectuales y obreros como expresión de los afanes de las nuevas clases trabajadoras.

Érase una vez un PSOE que, en la España de principios del XX y con tan sólo un escaño, se convirtió en la primera voz del movimiento obrero español que se pudo oír en el Parlamento en respuesta a las limitaciones políticas de la Restauración y el menosprecio a los derechos civiles.

Érase una vez un PSOE que, tras el desenlace de la guerra civil, siguió combatiendo por sus ideas y sus principios desde el exilio. Érase una vez un PSOE que aún en la clandestinidad jugó un papel fundamental en la vida política española e impulsó, junto a otros partidos, el proceso de reforma política que desembocó en 1977 en las primeras elecciones democráticas de un país aplastado durante 40 años por la dictadura franquista.

Érase una vez un PSOE que, con Felipe González en la presidencia del Gobierno, desarrolló una política orientada a la profundización de la democracia y a una serie de reformas que lograrían la profesionalización de las Fuerzas Armadas, el pleno funcionamiento del Estado de las Autonomías y la incorporación de España a las instituciones europeas

Érase una vez un PSOE, que tras ocho años de oposición, regresaba al poder con un liderazgo renovado y un proyecto esperanzador y profundamente transformador que conectó de nuevo con la sociedad.

Érase una vez un PSOE que, con muchas sombras pero con muchas más luces, fue protagonista de los grandes cambios impulsados en la España del posfranquismo.

Érase una vez un PSOE vertebrador en lo social y lo territorial que durante más de 130 años fue lo que ya no es. Convertido en una organización rota y a la deriva, hoy se ocupa más de sus cuitas internas que de las tareas pendientes de un país que asiste perplejo a la autodestrucción de las siglas que más tiempo gobernaron España en democracia.

Una guerra de personalismos

Si había alguna duda de lo que pasaba desde hace muchos meses dentro del PSOE, esta semana se disiparon todas. Así:

Un elocuente tuit del ex ministro Jordi Sevilla lo dijo todo. Nada de ideas, nada de proyectos, nada de propuestas, sólo una guerra de personalismos. Y esto en medio de sendas campañas electorales, gallega y vasca, en las que el PSOE se juega el ser y el estar, aunque su dirección renuncie a la presencia de los principales referentes del socialismo en ambas Comunidades.

Las ausencias de la campaña vasca y la gallega

No ha estado Felipe González, no ha estado Zapatero, no ha estado Rubalcaba, ni ninguno de los nombres de los que habitualmente Ferraz echa mano para reforzar sus campañas. Nunca antes los ex presidentes y ex secretarios generales estuvieron tan ajenos a una disputa electoral. Lo mismo se puede contar de Eduardo Madina, el ya ex diputado vizcaíno. Nadie les ha llamado. No será porque anden sobrados de talento y de relato. Razón: pregunten en el Comité Electoral.

Un proyecto orgánico guerracivilista

Todo tiene que ver con la guerra interna que vive el socialismo desde hace meses y que ha estallado esta semana con toda su crudeza. Que nadie se confunda porque la batalla ya no es entre Sánchez y Susana Díaz, ni entre los partidarios del "no" y los de la "abstención" a un gobierno de derechas. A estas alturas, el "no" probablemente es inamovible y las terceras elecciones, una realidad inexorable, aunque unos acaricien aún la idea de que Rajoy se aparte para desbloquear la situación institucional y otros confíen en que el PNV salga en auxilio del PP.

El debate socialista ya sólo gira sobre la gestión y los paupérrimos resultados a los que Pedro Sánchez ha llevado al PSOE, pero también sobre la ausencia de liderazgo y sobre la deriva de un proyecto errático en lo político y guerracivilista en lo orgánico.

Lo que une y lo que separa a los críticos

El rumor sobre la posibilidad de que los críticos estuvieran tramando una dimisión de la mitad más uno de la Ejecutiva de Sánchez para forzar su salida fue la causa de la explosión de esta semana. Las cuentas no salían pero el sanchismo se inquietó y puso a circular dos globos sonda, tras anunciar para el 1 de octubre la convocatoria del Comité Federal que los barones llevaban pidiendo hace semanas: uno, que a partir del lunes trabajaría para liderar un gobierno alternativo y dos, que convocaría un congreso exprés para elegir al nuevo secretario general.

Todas las terminales del socialismo entraron en ebullición y Sánchez provocó lo que pretendía: más caos y más división, incluso entre los barones críticos, a quien sólo une el rechazo sin paliativos al secretario general. Todos están de acuerdo en el qué (echar a la actual dirección), pero no en el cómo ni el cuándo.

Un golpe para echar a Sánchez

De un lado, los partidarios de la solución más traumática: un golpe para echar a Sánchez ya y crear una gestora que negocie una abstención o pilote el partido hasta las terceras elecciones si estas son inevitables. De otro, quienes prefieren que la salida del actual secretario general sea por el mismo procedimiento por el que llegó al sillón de la calle Ferraz, aunque haya que ir de nuevo a las urnas con el mismo candidato. Los primeros están liderados por Susana Díaz, siempre reacia a las competiciones internas, sobre todo si ha de ser ella uno de los contendientes.

A la de Triana vuelve enredársele además el calendario. Si triunfa su tesis de echar a Sánchez -sea con una reprobación en el Comité Federal, con una resolución que enmiende la acción política del secretario general o con la patada en la puerta que antaño usó la actual dirección federal con Tomás Gómez- no tiene fácil el relevo en Andalucía.

Ni hablar con los independentistas ni congreso exprés

Lo que no se discute entre los críticos en todo caso es que Sánchez debe irse. Así que este fin de semana será un no parar de llamadas, citas secretas, cálculos y alternativas. Todo dependerá del resultado que arrojen el domingo las urnas en Galicia y en Euskadi... y de lo que Sánchez proponga en la Ejecutiva reducida que ha convocado el lunes para evitar cualquier maniobra de los críticos que se sientan en la dirección federal.

De momento, la semana acabó con sendos avisos de dos presidentes autonómicos (Emiliano García Page y Javier Lambán): ni gobierno apoyado/auspiciado por los independentistas ni congreso federal exprés hasta que haya un gobierno en España.

La opción de una alianza PSOE-Podemos-Cs con la que intenta despistar Ferraz ya no la cree nadie. Tantas veces la ha rechazado Rivera, que ya sólo le queda decir a Sánchez lo que éste dijo a Rajoy: "¿Qué parte del "no" no has entendido, Pedro?".

Entre Twitter y Vistalegre

Hasta aquí el "sindiós" socialista, pero no crean que Podemos está mucho mejor. Tanto quieren parecerse al PSOE los morados que han decidido emular hasta sus guerras intestinas. Lo de Sánchez y Díaz promete ser un cuento para niños con la que se avecina entre Iglesias y Errejón, que han empezado por airear sus diferencias en la plaza de Twitter pero acabarán, seguro, con un duelo a muerte en la de Vistalegre, y no sólo por la estrategia o el futuro de la formación, sino también por la dirección. Una discusión ideológica, pero también de poder, como ha reconocido Juan Carlos Monedero.

Así anduvo esta semana la izquierda. Continuará...