Gol de Dancausa

Gol de Dancausa

Fue bella, sí, disputada, competida, de gran nivel, dos propuestas definidas, bien ejecutadas por excelentes, cuando no brillantes, especialistas profesionales del balón. Pese a lo temido, Dancausa no fue alineada, aunque suya fuera la táctica a seguir en el desaguisado previo, patadón y arriba. No hay peor ciego que aquel empeñado en no querer ver.

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«Bueno, vamos a hablar de fútbol, que es lo que la gente quiere». Nueve y media de la noche, estadio Vicente Calderón, imiten aquí el sonsonete de aquellos periodistas deportivos que lanzan guiños de supuesta complicidad hacia su audiencia para demostrar, claro, que esas zarandajas difíciles de entender no forman parte del montaje, son cuerpos ajenos al show. Naturalmente, sostienen que nunca cabe mezclar política con deporte. Salvo, por supuesto, que se trate de arrimar el ascua a la sardina de los propios intereses. A ellos y a su audiencia no les vengas con la evidencia de que, en la vida, todo es política y posicionamiento hacia ella, no. Nueve y media de la noche y, bien pensado, podemos volver a ignorar a doña Concepción Dancausa, porque la final consiguió anular su excelso trabajo como telonera del gran concierto. No faltó de nada y sobró de todo: Épica a raudales, prórroga, expulsiones, lesiones, polémicas, árbitros tan peculiares como un Tribunal Constitucional cualquiera a la hora de establecer criterios y sentencias, excelsos recitales de Iniesta, faltas tácticas a porrillo, Messi abonado a rodar por los suelos... En fin, lo acostumbrado en el fútbol cuando juegan grandes especialistas, único invento capaz de ir más allá incluso de esa realidad que acostumbra a superar la más enloquecida ficción. Incluso de oscurecer prolegómenos de traca como los vividos.

Para qué hablar de política, si tenemos fútbol en plena libertad de expresión. Antes de que Cerro del Grande se pusiera en plan Gary Cooper, sólo ante el peligro, se trataba, por lo visto, de buscar votos entre los sensibles al patrón del ordeno y mando, del esto se hace así porque lo digo yo y ya puedes meterte la empatía hacia el prójimo y sus postulados donde te quepa. Total, debía pensar el partido del gobierno en funciones, metemos el dedo en las emociones de un lugar donde ya hemos alcanzado el estatus de partido residual, lo que importa es el resto del censo, pulsar el resorte de quienes gozan con estos líos, siempre que el receptor del puyazo sea quien es. Que la asociación España generosa reparta diez mil rojigualdas a la entrada obedece a una pulsión de revitalizar el sector textil, por supuesto. Hacen honor a su apelativo, ellos son generosos y no políticos. Habrá incluso comparación en el grado de silbatinas para salir ganando. En efecto, no fue lo sonada de anteriores ediciones. Es tradición, el lance se inicia con un concierto de silbidos, para recordarnos que es la final de Copa del Rey. Un momento: del Rey, sea Juan Carlos I o Felipe VI, como antes lo fuera del Generalísimo. No es la Copa de España o la simple Copa, lleva dedicatoria (política). Ah, bueno, hablemos de fútbol, que es lo que la gente quiere.

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Por tanto, nada de versar sobre Carles Puigdemont, Ada Colau o Manuela Carmena, situados por fin en el palco gracias al digo Diego de un juez. ¿Un juez? Sí, el que repartía las invitaciones definitivas ante el recurso presentado por 'Drets', asociación de juristas catalanes. ¿Drets? Se traduce del catalán como 'derechos'. ¿Juristas protagonizando un título? Vamos a hablar de fútbol... El Sevilla llegaba de lograr una proeza, su quinta Europa League, mientras al Barcelona le ilusionaba eso del doblete, consolidar su hegemonía tras ganar la Liga. ¿Perdón? ¿No era ésta la Liga de Zidane? ¿No hay portadas que lo certifican? No, no hablemos de política, cuando nos referimos a una final de tremenda importancia caso de que la dispute el futuro campeón de la Undécima e insignificante si la pugnan el resto de comparsa, simples advenedizos, como es el caso. De ahí que la aderecen con picante, un aliño a satisfacción del propio regante. Vaya, en la grada, sinfonía de 'esteladas', epítome de violencia, antítesis de las enarboladas por 'Hogar social' en su manifestación de la víspera, muestra de tolerancia democrática donde las haya que, por ejemplo, sería vetada en Alemania o cualquier otro país de honda raigambre en la menudencia del respeto a los derechos humanos. ¿Alemania, Copa? La ganó un tal Pep Guardiola, buf, no metamos también a ése en el fregado, con los sarpullidos que levanta con sólo mentar su currículum, su aportación al fútbol. Ah, no, eso no, es que mea colonia e impidió ganar de manera sistemática a quién debía hacerlo, con o sin merecimientos. ¿Y Tebas, qué pintaba aquí? Otro que no podría ejercer. En Alemania, claro.

Demasiadas preguntas retóricas cuando el periodismo, se supone, consiste en dar respuesta o información para alentar las conclusiones del público. Vaya, eso de apelar de nuevo a la materia gris cuando el meollo de este asunto que llevamos en las manos representa pura pasión, por tanto irracional, o, en feliz expresión de Eduardo Galeano, se presenta como la más trascendente de las cosas intrascendentes en nuestras vidas. En el palco, también Bartomeu, con esa expresión ya asumida de no saber dónde demonios meterse cuando le piden opinión y que se moje, representante comercial del tópico ya superado, el nadador entre dos aguas que nunca se pronuncia y sale seco de la ducha en la que todos, sin excepción, andamos chapoteando. Comenzaba el partidazo y las fuerzas progresistas seguían pendientes del último comunicado sobre tal o cual injusticia a miles de kilómetros, mejor así, fijando la vista lejos para no reclamar cordura cerca. Cordura o diálogo, entendimiento, tolerancia, qué sé yo, cualquier concepto de buena voluntad ante lo ya irremediable. Final emocionante con prórroga. Si ya la vio y se deleitó con ella, qué más le dará lo que se escriba a posteriori, sea sevillista o culé. Aunque pite Del Cerro Grande, uno de esos bomberos que apagan fuego con nitroglicerina.

Fue bella, sí, disputada, competida, de gran nivel, dos propuestas definidas, bien ejecutadas por excelentes, cuando no brillantes, especialistas profesionales del balón. Pese a lo temido, Dancausa no fue alineada, aunque suya fuera la táctica a seguir en el desaguisado previo, patadón y arriba. No hay peor ciego que aquel empeñado en no querer ver. Por estos pagos, sobran en abundancia los contumaces en cortar el cupón. Pasada la medianoche, 2-0 en el marcador final tras algo largo como un día sin pan, prolongado en el tiempo como un concierto de Springsteen. Hablemos de fútbol que es lo que interesa a la gente. Lo demás, preguntas retóricas y política. Justo lo que no se practica aquí, ni siquiera en repetición de elecciones. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? O mejor, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?. La respuesta, tan clara como el marcador final, pero seguiremos sin verla, convencidos de que vamos a hablar de fútbol, que es lo que interesa a la gente. No ganan los míos, pues resultado injusto y a correr, árbitro comprado. Su causa está ya perdida, doña Concepción, por mucho que el gol de su puño y letra quedara anulado. Por fuera de juego posicional. El Barça, campeón. O no, según se mire, que esto del fútbol se ha complicado demasiado. Parece política, mira.

Federic Porta ha publicado recientementeBarça inédito: 800 historias de la historia