Un Congreso Ordinario extraordinario, el de UPYD

Un Congreso Ordinario extraordinario, el de UPYD

A diferencia del resto de partidos políticos en los que, de manera más o menos velada, se maniata a la militancia, se lamina a la disidencia y se impone lo que la élite orgánica decide, en este III Congreso Ordinario de UPYD se dio rienda suelta a la participación de los afiliados y a la democracia interna hasta límites nunca vistos antes.

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Foto del nuevo Consejo de Dirección de UPyD/EFE

Sé que no abrimos portadas ni tuvo repercusión en la política nacional pero, puesto que lo hicimos, debe decirse: el Congreso Ordinario de UPYD celebrado el pasado fin de semana en Alcalá de Henares fue extraordinario y un ejemplo de la participación y la democracia interna que deben abrirse paso en los partidos políticos del siglo XXI. Después del evento, podemos decir sin equivocarnos que, si se quiere, se puede. Y que es cuestión de creerse lo que uno públicamente dice y de voluntad política. Es decir, que a diferencia del resto de partidos políticos en los que, de manera más o menos velada, se maniata a la militancia, se lamina a la disidencia y se impone lo que la élite orgánica decide, en este III Congreso Ordinario de UPYD se dio rienda suelta a la participación de los afiliados y a la democracia interna hasta límites nunca vistos antes. No es por echarnos flores gratuitamente sino para decirnos a nosotros mismos que ese es el camino, después de tanta crítica, tanta autocrítica y tantas injusticias.

Durante el III Congreso Ordinario de UPYD, se debatieron y votaron cada una de las más de 1.500 enmiendas que se presentaron, ninguna de las cuales fue vetada previamente por el Consejo de Dirección del partido; debatimos de los estatutos y la organización interna durante horas, con el objetivo de asegurar la separación de poderes interna, la participación de la militancia y la transparencia orgánica y política; debatimos del contrato único, de monarquía o república, de laicismo, del aborto, de la legalización de las drogas, de la violencia machista, de economía, de políticas sociales, de la renta básica universal, de la independencia de la Justicia y de las reformas constitucionales que España necesita, y todo ello sin cortapisas ni limitaciones; fueron previamente incluidas en el informe de la ponencia más de 150 enmiendas de los afiliados, las cuales fueron después ratificadas con el voto de los delegados; fueron transadas con los ponentes casi todas las enmiendas de totalidad presentadas tanto a la ponencia política como a la de organización interna, tras días de negociación intensa; durante el debate que duró toda la tarde del sábado y parte de la mañana del domingo, se transaron decenas de enmiendas presentadas por decenas de afiliados; se escuchó y se debatió y se demostró que un partido político no debe ser una secta y debe permitir la participación de todos los que lo integran, dado que un partido no es de nadie en concreto sino de todos y que, por lo tanto, todos deben estar en disposición de opinar y decidir libremente.

Los partidos políticos son indispensables en una democracia, pero su ensimismamiento y la partitocracia que padecemos nos obligan a tomar medidas de calado que ayuden igualmente a regenerar la democracia.

Además, durante el acto de inauguración tuvimos a distintos colectivos que nos plantearon sus más que justas reivindicaciones y, en el cierre, pluralidad de medios de comunicación: desde OK Diario hasta Diario 16, pasando por El Español u Onda Cero.

Y quizás fue por tanta democracia y participación interna que tanto la ponencia política como la de estatutos, a la espera de los resultados oficiales, fueron aprobadas casi por unanimidad. El informe de gestión recibió el voto favorable del 70% de los delegados y la nueva dirección, elegida por cada uno de los afiliados en voto telemático, se decidió por 42 votos de diferencia a favor de Cristiano Brown. A la salida, rostros satisfechos por el trabajo realizado: más allá de los errores que seguro que cometimos, se percibió nuestra disposición a que la democracia brillara por encima de cualquier otra cosa y que el rumbo de UPYD lo decidiéramos entre todos.

Si se quiere, se puede, dado que nosotros lo hicimos con escasos medios y limitaciones organizativas y económicas que, sin embargo, fueron compensadas por el trabajo arduo y meticuloso de los responsables del Consejo de Dirección, los afiliados, los simpatizantes y los voluntarios; y, cómo no, por el convencimiento de que, donde reina la libertad y la participación, y no de boquilla y de rueda de prensa falsa sino de obra, fluyen las ideas y el talento. No quiero parecer exagerado pero creo que UPYD, por todo esto, ha vuelto a hacer historia. Pienso que marcamos nuevamente el camino de por aproximadamente dónde deben caminar las organizaciones políticas del futuro, siendo una evidencia que las actuales están seguramente llamadas a ser profundamente renovadas y actualizadas si no superadas por los acontecimientos y el hartazgo de una ciudadanía que exige nuevas formas de activismo político, cambiar algunas reglas de la vida política y amplificar de verdad la democracia. Lo demás es conservadurismo atroz, ensimismamiento e inmovilismo, para que quienes todo lo controlan sigan controlándolo todo. Los partidos políticos son indispensables en una democracia pero su ensimismamiento y la partitocracia que padecemos nos obligan a tomar medidas de calado que ayuden igualmente a regenerar la democracia y a que los ciudadanos se sientan auténticamente representados.

Es la doble batalla política que tenemos que enfrentar: cambiar los partidos políticos y mejorar España.