Emigrar o no emigrar y la teoría prospectiva

Emigrar o no emigrar y la teoría prospectiva

Si me pongo en la piel de una de las 476.748 personas que abandonaron nuestro país en 2012 estimo que la media de esas personas habrán mejorado su situación. Mi experiencia con los españoles que he ido encontrando por el mundo se parece bastante a la del programa 'Españoles por el mundo'.

Hace algo más de un año empecé a escribir este blog y mi primer post recibió la respuesta de otro bloguero, el Sr F. Jódar, que criticaba el hecho de que presentaba la emigración de una forma distorsionada al igual que el programa Españoles por el mundo.

Respondí a la crítica con un tono sarcástico que probablemente en nada contribuyó a generar un debate razonable, en cierta forma y retomando una metáfora a la que recurrí en un post anterior, di rienda suelta al Homer que llevo dentro en vez de al pequeño Míster Spock.

Hace poco El HuffPost dedicó un post a un interesante proyecto del fotógrafo Álvaro Martínez Alonso creado también como respuesta al programa Españoles por el mundo, por lo que quizás sea interesante relanzar el debate de nuevo si los lectores de El HuffPost o bien otros blogueros se animan.

Esta vez tomaré prestadas algunas ideas de Daniel Kahneman, autor de la teoría prospectiva y proporcionaré algunos datos que pueden servir para encuadrar el debate.

Antes de seguir adelante prefiero dejar claras un par de cosas. Mi experiencia personal con respecto a los españoles que he ido encontrando por el mundo se parece bastante más a la del programa Españoles por el mundo -me parece un buen programa de televisión- que a la que describen los otros blogueros, pero si creyera exclusivamente en mi experiencia personal sería víctima de un sesgo cognitivo que Kahneman llama heurístico de disponibilidad que básicamente consiste en creer que la información (o experiencia) de la que uno dispone es la única que existe.

Otra cosa que me gustaría dejar clara es que personalmente no tengo ningún interés en que nadie emigre de España. Comparto la tesis de un reciente artículo de Expansión que describe a los emigrantes españoles y del que extraeré algunos datos: la emigración va a descapitalizar nuestra economía de sus jóvenes, que son nuestro bien más precioso, y cuando la operación haya avanzado convenientemente algunos austericidas se apuntarán una medalla por haber logrado que baje el paro como ya hacen con Lituania.

Ahora bien, si me pongo en la piel de una de las 476.748 personas que abandonaron nuestro país en 2012 (no me resulta difícil) estimo que la media de esas personas habrán mejorado su situación. Para llegar a esa conclusión voy a realizar una serie de hipótesis, algunas serán correctas y otras puede que no, invito a quien tenga información más cualificada que la que voy a dar (cualquier investigador en ciencias sociales en este ramo) a corregirme.

Al parecer, la mayor parte de las salidas se produjeron hacia ciertos países (por orden): Ecuador, Reino Unido, Francia y Alemania. Solo un 12% de estas salidas corresponden a ciudadanos españoles, y Ecuador aparece en el ránking, cabe suponer, por el regreso de ciudadanos ecuatorianos a su país de origen (los ecuatorianos tenían el año pasado una tasa de paro extremadamente alta aquí, mientras que en su país la tasa de paro es la menor de las últimas décadas).

La tasa de paro en nuestro país es del 26,3%, de acuerdo a Eurostat. Si nos fijamos solamente en los españoles la tasa de paro es unos dos puntos inferior. De acuerdo a los mismos datos de Eurostat, la tasa de paro en Reino Unido, Francia y Alemania es del 7,7%, del 11% y del 5,3%, respectivamente. No dispongo de los datos de españoles en el paro en cada uno de estos destinos típicos de nuestros emigrantes, probablemente sean difíciles de obtener y no muy fiables. Con todo, sé que el paro de los inmigrantes en Francia y Alemania es bastante superior al de la media, mientras que en el Reino Unido es solamente ligeramente superior, pero los más afectados son los ciudadanos no europeos (los europeos, al no sufrir discriminación legal, tienen a menudo tasas de paro que pueden ser incluso inferiores a la media).

Si nos aventuramos a dar una cifra de parados entre nuestros emigrantes, tomando como referencia el destino de los españoles con mayor paro (Francia) e incluso le añadimos un punto a esa cifra, estaremos hablando de un paro del orden del 12%, que es aproximadamente la mitad que la de los españoles en España. Es un dato contestable, por supuesto, y si algún lector dispone de encuestas o de aproximaciones más ajustadas le conmino de nuevo a compartirlas.

¿Cómo se traduce esta menor tasa de paro en mayores probabilidades de encontrar trabajo? William Beveridge, economista inglés, admirador de la obra de su contemporáneo Keynes y padre del estado del bienestar (todos los europeos deberíamos estarle agradecidos) es el autor intelectual de la curva que lleva su nombre y que relaciona la tasa de vacantes de un mercado de trabajo (en ordenadas) y la tasa de paro (en abscisas), es convexa y tiene -idealmente- una forma de hipérbola, lo que se traduce en que en un mercado de trabajo más eficiente que el nuestro (como lo es cualquiera de los destinos típicos) las tasa de vacantes es sustancialmente mayor. Esto será particularmente cierto en Alemania y Reino Unido, cuyo mercado de trabajo se acerca a la eficiencia y cuya tasa de vacantes actual puede multiplicar varias veces la de nuestros mercados de trabajo menos eficientes (Extremadura, Andalucía, Canarias).

No voy a estimar una cifra exacta de cuánto aumentan las probabilidades de encontrar trabajo de un parado español en el extranjero, pero las grandes cifras parecen indicar que aumentan considerablemente. Volviendo a Kahneman, en su libro Pensar rápido, pensar despacio habla de uno de los problemas típicos que validan su teoría prospectiva, y que no es sino una variación de la paradoja de Allais, cuyo autor es el antiguo profesor de Mines de Paris Maurice Allais a quien Kahneman cita en su libro y a cuyo discípulo Claude Riveline yo tuve la enorme suerte de tener como profesor.

El problema es el siguiente: ¿Aceptaría usted una apuesta a cara o cruz, en la que si sale cara usted gana 200 euros pero pierde 100 si sale cruz? El homo œconomicus racional del que hablé en el post anterior no dudaría ni un segundo en aceptar dicha apuesta ya que su esperanza matemática es mayor que cero, de 50 euros para ser exactos: 50% de perder 100 + 50% de ganar 200).

Muchos lectores habrán sin embargo dudado e incluso rechazado dicha apuesta, es lo que Kahneman llama la aversión a la pérdida (nos disgusta más perder de lo que nos gusta ganar), que quizás no sea racional pero sí razonable (para información del lector, una mayoría amplia acepta la oferta si se aumenta del premio a 250 euros y muy pocos la aceptan si el premio es menor a 150 euros).

Respecto a este mismo problema Paul Samuelson observó que casi cualquiera aceptará la apuesta si ésta consiste en lanzar la moneda tres veces, por ejemplo. Pero es que en tal caso no aceptar la apuesta es casi una locura: la esperanza matemática es de 150 euros ya que los dos casos extremos (tres caras, con una ganancia de 600 euros, tres cruces, con pérdida de 300) solo se darán con un 12,5% de probabilidad, y los casos intermedios (dos caras con ganancia de 300 y dos cruces, ni ganancia ni pérdida) son igualmente probables.

Para un parado español de hoy la decisión de emigrar o no se plantea de forma similar a la apuesta de la moneda, si acepta la apuesta tiene bastantes probabilidades de que salga bien y con un premio elevado, y la probabilidad de que salga mal también es alta pero la pérdida es menor. Si el español en cuestión habla el idioma del país de destino las probabilidades de sacar cara aumentan mucho, pero el azar existe y la posibilidad de sacar cruz seguirá estando presente.

En la vida de toda persona habrá varios momentos de este tipo: estudiar o no estudiar, tener hijos o no tenerlos, etc. En cierta forma, estas disyuntivas se parecerán a las de los libros infantiles Elige tu propia aventura, o si se prefiere a El jardín de senderos que se bifurcan del maestro Borges.

Ciertas disyuntivas arrojan resultados casi con seguridad positivos (estudiar con respecto a no estudiar o no fumar crack con respecto a fumar crack), otras son más ambiguas, como casarse o no casarse y se parecen más al problema de la moneda. El problema de Samuelson nos demuestra sin embargo que no aceptar estas apuestas con un resultado probablemente positivo repetidamente por aversión a la pérdida puede acabar siendo muy costoso.

En todo caso, al español con ganas de emigrar o de embarcarse en cualquier otro proyecto que apareje cierto riesgo, le recomiendo alentadamente la lectura de los siguientes versos de Kipling:

Si puedes conocer al triunfo y la derrota,

y tratar de la misma manera a esos dos impostores.

(...)

Si puedes amontonar todo lo que has ganado

y arriesgarlo todo a un solo lanzamiento ;

y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio

y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.

(...)

Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,

y lo que es más: serás un hombre, hijo mío.