El festival de las grullas

El festival de las grullas

Cada año en febrero, no muchos días antes o después del veinte o veinticinco, se produce en España un espectáculo natural único y que por el número de animales que implica parece más propio de algún país exótico...

Cada año en febrero, no muchos días antes o después del veinte o veinticinco, se produce en España un espectáculo natural único y que por el número de animales que implica parece más propio de algún país exótico... africano, asiático...

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Concentración premigratoria de grullas en Gallocanta. Foto: GEOPIEDRA.

Hace semanas que numerosos bandos de grullas han ido abandonando poco a poco sus áreas de invernada, Extremadura sobre todas, pero también Castilla la Mancha y Andalucía, para concentrarse en torno a la tradicional laguna de Gallocanta, en Zaragoza, aunque también en el embalse de la Sotonera en Huesca.

El ambiente, aún invernal, no parece ser aquí un gran problema, pero las condiciones meteorológicas sobre los Pirineos, las olas de frío y el fuerte viento de algún frente del norte les puede impedir aventurarse a continuar su viaje...

Un viaje que las ha de llevar de vuelta nada menos que hasta Suecia, Finlandia y Alemania en su mayoría, pero también a Rusia, Chequia, Estonia... Migrantes que recorren cada año más de 4.000 km en cada sentido, para aprovechar las mejores condiciones de cría en las marismas nor-europeas o para alimentarse en los arrozales y en las dehesas de nuestra tierra hispana. De hecho, en el pasado, algunas grullas criaban en España, siendo las últimas las que lo hicieron en la mítica laguna de La Janda, en Cádiz, desecada en los años del desarrollismo en los 50.

Cuando los frentes se suceden unos a otros, insistentes y tozudos, la concentración de grullas en Gallocanta crece día tras día. Aquellas que llegan y que normalmente pasarían aquí poco tiempo para continuar hacia el norte, permanecen en torno a la laguna o alimentándose en los campos de los alrededores y regresan cada atardecer a sus dormideros en las orillas. En años excepcionales, los censos han contabilizado más de 100.000 grullas al mismo tiempo, siendo la mayor concentración que yo he presenciado la del pasado 2015, con una cifra récord de nada menos que unas 140.000 aves.

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Las grullas acuden al atardecer a sus dormideros. Foto: GEOPIEDRA.

140.000 grullas, para quien no pueda imaginar semejante exhibición significa que, se mire a donde se mire, se recorra el camino que se recorra, fijándonos en cualquier campo, cerca, lejos, arriba o abajo... todas las escenas las llena la visión de estas bellas y enormes aves. El aire está henchido de sus característicos trompeteos que se escuchan desde kilómetros de distancia..., una suerte de festival en el que podremos estar oyendo a miles de ellas al unísono...

Un espectáculo que por inusual, por monumental y por desmesurado nos llena de emoción... Es como encontrarnos frente al mar más embravecido, al paisaje más colosal o al cielo más dramático.

Pero llega el día en que las circunstancias de la atmósfera cambian... Las grullas lo presienten. Este es el día clave, el día en el que hay que estar en Gallocanta, para presenciar absorto, quizás a media mañana, quizás a medio día, como el cielo se tapa de grullas. Decenas de miles de ellas lo oscurecen, cicleando, dando círculos y cogiendo altura. Emprenden su largo viaje hacia el lejano norte.

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Cuando el tiempo cambia, las grullas emprenden su migración hacia el lejano Norte. Foto: GEOPIEDRA.

Ya pueden cruzar los Pirineos, posiblemente sobre los puertos navarros, menos elevados que los oscenses. Han sentido una llamada y todas a la vez desencadenan un frenesí indescriptible, una ruidosa estampida, una vorágine desenfrenada.

No pasará mucho tiempo y de las aves en torno a la laguna apenas quedarán unos pocos miles, quizás cinco, diez mil de ellas, las rezagadas, las que apenas habían llegado hace pocos días y las que siguen llegando desde el sur. Nada que ver con lo que había hasta ayer mismo, esta misma mañana. El grueso ya anda de camino y sólo volverán en el otoño, acompañadas de sus pollos del año. De hecho, la migración otoñal es mucho menos espectacular. Más escalonada. Sin vientos que la retenga.

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El paso de las grullas, su trompeteo en el cielo, marca la inminente llegada de la primavera. Foto: GEOPIEDRA.

En estos días, decenas de miles de estas aves cruzan la Península. Si se está atento, es posible escuchar el característico y sonoro reclamo con el que marcan su paso. Si miramos entonces al cielo, incluso en ciudades como Madrid, es posible ver la silueta en V de sus formaciones. Las esperan en Escandinavia. Las grullas son allí la más popular de las aves, puesto que regresan por primavera, anunciando el fin del invierno. Por eso desde tiempo antiguo se celebran fiestas que les dan la bienvenida. En España, donde estas aves pasan el invierno, se ha empezado recientemente a apreciarlas y así, entre los meses de noviembre y febrero se celebran diversos festivales en torno a ellas, no sólo en Gallocanta, sino también en Extremadura.

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Grulla común a orillas de Gallocanta. Foto: GEOPIEDRA.

La laguna de Gallocanta es un referente mundial para la observación de la grulla común europea, una de las aves más grandes del continente, con dos metros de ala a ala y hasta 120 centímetros de alzada sobre el suelo. A más de 1.000 metros de altitud, esta gran laguna que tiene unos diez kilómetros de largo por tres de ancho es uno de los pocos puntos que les ofrece refugio y alimento seguro tanto antes de afrontar el mayor obstáculo de su larga migración entre España y Escandinavia, norte de Alemania o Rusia, el de cruzar la barrera de los Pirineos como a su regreso, para reponer fuerzas.

Aunque las grullas resisten con facilidad las bajas temperaturas e incluso las duras heladas, pasan el invierno en España porque la nieve cubre sus fuentes de alimentación en el norte de Europa. Usan las lagunas o las colas de los embalses como dormidero, en donde se agrupan para protegerse de los depredadores. Históricamente, Gallocanta fue un oasis en su camino. La laguna les ofrecía refugio para dormir y los cultivos de alrededor eran una despensa en dónde alimentarse.

Durante siglos, estas aves fueron un problema para los agricultores que hoy en día han visto cómo en estas duras y despobladas tierras aragonesas, la observación de las grullas ha permitido el desarrollo de una nueva fuente económica. Incluso, las normas de la UE han permitido destinar ayudas agroambientales a los propietarios afectado por las grullas, que ahora reciben una compensación por las pérdidas.

Muchos ornitólogos, fotógrafos y turistas en general procedentes de varios países de Europa se alojan o reúnen en un lugar especializado que ofrece rutas guiadas y servicio de guía ornitológico.

Este post fue publicado originalmente en el blog del autor