Carta abierta a Ivanka Trump, de una hija a otra

Carta abierta a Ivanka Trump, de una hija a otra

Por favor, cógele con cariño del codo y acompáñale hacia la salida de la escena nacional para que pueda volver a ocuparse de sus negocios. El destino del mundo libre podría depender de tu valentía.

KRIS CONNOR VIA GETTY IMAGES

Querida señora Trump,

Yo también soy hija de un hombre complejo, por no decir difícil. Aunque tenía amigos leales, colegas de confianza y una familia cariñosa, a mi padre no todo el mundo lo entendía, lo apreciaba o lo quería. Ya no está vivo, pero, si así fuera, puede que estuviera de acuerdo con algunas de las posturas políticas de tu padre.

Observé con curiosidad cómo presentaste a tu padre en la Convención Nacional Republicana. Tu profundo amor y admiración hacia el hombre con el que compartes apellido me dejó paralizada. Sin duda que es la luz de tu vida. Tu discurso me emocionó, no como votante, sino como hija incapaz de articular cuánto significaba mi padre para mí, cuando aún podía decírselo.

A mi padre no le encantaban las políticas de inmigración, especialmente las referentes a los latinoamericanos, aunque llegó a Estados Unidos como refugiado en 1950 huyendo de la Hungría comunista. Además, su camino hacia conseguir la ciudadanía no fue fácil. Pero no quería que Estados Unidos fuese blando con dictadores o terroristas, dado que él había perdido a toda su familia por las atrocidades nazis y había sobrevivido al Holocausto de milagro.

Algunos de los alegatos que daba en torno a mesa son los que lanza ahora tu padre -menos matizados- a una audiencia mucho mayor. Estoy familiarizada con ello y entiendo por qué algunas personas sienten simpatía hacia él y sus opiniones. Aunque he de decir que yo no me encuentro entre esas personas.

Los padres, aunque los queramos a más no poder y hasta el final de los tiempos, pueden ser unos estúpidos que sacan de quicio a cualquiera.

Como conversa al Judaísmo, me imagino que te suenan las enseñanzas judías sobre la compasión, así como la lección de que los hijos no son responsables de los pecados de sus padres. Por tanto, no voy a insultar tu inteligencia, satisfacer la celebración laica del sarcasmo o subirme al tren de la (justificable) rabia que recorre la nación narrando todo lo que tu padre ha dicho y que mi propio padre -pese a ser muy políticamente incorrecto a veces- habría juzgado totalmente inaceptable. Sólo quiero decir que los padres, aunque los queramos a más no poder y hasta el final de los tiempos, pueden ser unos estúpidos que sacan de quicio a cualquiera.

La estupidez (a pequeña escala) de mi padre adoptaba muchas formas diferentes. A veces parecía estúpido porque se ponía calcetines con sandalias de cuero, incluso calcetines de pares diferentes que le colgaban por los tobillos. No conseguía abrocharse bien sus arrugadas camisas, que al final le acababa arreglando yo. Su pelo de color sal y pimienta tenía vida y mente propias, imposible de domesticar con un peine normal. Podría ser casi el antagonista caricaturesco de tu padre.

A veces me molestaba que mi padre no se pareciera al resto de los padres. Aun así, su negación a adoptar una apariencia cuidada me hacía sentir orgullosa. Como profesor de Física, prefería pensar en otras cosas más allá de combinar calcetines y mostrar un aspecto impecable. El hecho de que él no se preocupara especialmente por la impresión que daba me dio permiso para no ajustarme tampoco a los estándares y a ir más allá de las secas fachadas para descubrir quién era realmente una persona.

El especial vínculo entre padres e hijas puede provocar crispación o rechazo cuando tu padre parece un estúpido o dice algo estúpido (o vergonzoso). Yo solía tolerar los momentos cascarrabias de mi padre, su hábito de referirse a la gente como "idiotas" y su incapacidad o falta de voluntad para tener en cuenta otros puntos de vista.

Pese a las dificultades que este comportamiento supuso en mi vida, al final me di cuenta de que probablemente él sólo podía pensar para sí mismo (o en voz alta) que era más inteligente que los demás y que "puedo arreglar esto yo solo" o "yo tengo la respuesta". Se crió en otro país, en otro continente, en una cultura desaparecida y en una era distante. Perdió a sus padres siendo adolescente y, pese a sus credenciales intelectuales y académicas, le faltaba aprender a ser menos hiriente en sus interacciones.

Cuando murió, encontré entre sus muchos papeles una carta de un colega: el escritor se quejaba de la propensión de mi padre a discutir, de su negación a considerar la opinión de los demás y de su costumbre de menospreciar a quienes no estaban de acuerdo con él. Estas acusaciones podrían ir dirigidas a tu propio padre.

A veces se necesita a una tercera persona para dibujar un perfil más adecuado de las personas a las que queremos.

Leer esa carta me rompió el corazón -más aún-, pese a que sólo era la experiencia de una persona, no de millones. Quería explicar al escritor que mi padre, más allá de sus arrebatos ocasionales, tenía un alma sensible que había sufrido unas pérdidas atroces, y que probablemente no las había llorado lo suficiente (y mucho menos superado); pérdidas que a veces sobrellevaba soltando golpes con frustración.

Aun así, no fui capaz de negar la visión de quien escribió esa carta. Al fin y al cabo, el hecho de que decidiera contactar con mi padre, al igual que hacen otras personas y yo misma contigo, demostraba un respeto básico y una creencia de que se podía lograr una mayor armonía. La mayoría de la gente no quiere ser menospreciada o expuesta a una discusión constante.

A veces se necesita a una tercera persona para dibujar un perfil más adecuado de las personas a las que queremos. Para aceptar que nuestros padres tienen fallos, aunque en el fondo no disminuyan el importante papel que tienen en nuestras vidas: simplemente, les hacen humanos. Por lo que sé, tu padre tuvo una vida más bien de privilegios que de traumas, escasez y emigración. Por tanto, me cuesta empatizar con su tendencia a dar palos o a atacar a los menos privilegiados, y tampoco entiendo qué espera ganar él haciendo eso, ya que siempre ha tenido más de lo que cualquier persona pudiera desear.

Sé que quieres mucho a tu padre, y no cuestiono la afección evidente que sientes por él, pero parece que sus particulares (o peculiares) manifestaciones de estupidez han entrado (o se han sumergido) en territorio bastante alarmante. Sus críticas a una desalentada señora Khan, la madre de un soldado caído, por quedarse callada durante el discurso de su marido en la Convención Nacional Demócrata han indignado y afligido más a las muchas personas que han probado los límites de su paciencia, tolerancia y presión arterial intentando mantener la mente abierta frente a los comentarios incendiarios de tu padre. En su editorial, el diario The Houston Chronicle se refirió a tu padre como "un peligro para la República".

Que tu padre sea catalogado de esta manera por parte de un reputado periódico en un Estado republicano es, me imagino, vergonzoso y desgarrador para una leal hija como tú. Además, ofrece una oportunidad para tener una charla seria con él. Gracias a vuestra estrecha relación, tienes la oportunidad de ayudarlo a él y de ayudar al país a reponerse.

Por favor, cógele con cariño del codo y acompáñale hacia la salida de la escena nacional para que pueda volver a ocuparse de sus negocios. El destino del mundo libre podría depender de tu valentía.

Como su querida hija a quien ha confiado tanta responsabilidad en su negocio y en su campaña, puede que te escuche con más atención que al resto, incluso a su actual esposa. Te pido que le digas que, al igual que lo amas, también amas a tu país, el lugar donde has llegado más alto de lo que mucha gente podría soñar, quizás incluso más de lo que tú misma soñaste. Por favor, dile, como mi padre me dijo a mí, que el éxito en la vida no consiste en ser el mejor o en ganar todo el tiempo.

Quizás se te ha ocurrido -posiblemente en el acto de amor más duro y aterrador- mirarle a los ojos y decirle que deje de atacar a los demás, o que directamente se salga de la carrera electoral. Dile que le apoyarás si decide dar un paso atrás en esta historia, por no decir en este calvario.

El hecho de que tu padre haya acabado con ese "amplio espectro" del Partido Republicano es, en mi opinión, un servicio a nuestro sistema político y al futuro de los Estados Unidos. Hay gente, como yo, que reconoce este resultado, aunque no aprobamos sus tácticas. Para muchos, lo que tu padre ha hecho no es impresionante, pero vale.

Por favor, cógele con cariño del codo y acompáñale hacia la salida de la escena nacional para que pueda volver a ocuparse de sus negocios. El destino del mundo libre podría depender de tu valentía. Si aceptas este reto y lo consigues, podrás convertirte en la reina de corazones del pueblo americano.

Con todos mis respetos,

Ilona Fried

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano