Localismos metodológicos, derroches de esfuerzos: el caso del agua

Localismos metodológicos, derroches de esfuerzos: el caso del agua

Los nacionalismos y localismos metodológicos se están erigiendo en problema para la observación de fenómenos derivados de la globalización, como puso de relieve hace unos años Ulrich Beck, quien fue el que acuñó el término de nacionalismo metodológico.

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Imagen: Alfonso Blanco

Especialmente desde la sociología, aunque el problema abarque a otras disciplinas, se viene hablando de las nefastas consecuencias que tiene observar la sociedad como una unidad asimilada al Estado. Es decir, que se tiende a entender por sociedad lo cualificado como, por ejemplo, sociedad española, sociedad francesa o sociedad portuguesa. Siempre con el apellido de un estado o nación. Una concepción que mucho tiene que ver con la contemporaneidad del nacimiento de la propia sociología y la configuración fuerte de los estados.

Se puede entender incluso como lógica -desde la lógica práctica- la conexión entre unidad principal de la investigación en las ciencias sociales y sociedad-estado, debido a que buena parte de los estudios, de las investigaciones, son financiadas directa o indirectamente (salarios de los investigadores, principalmente) a través de instituciones estatales. Todo parece conducir a esa mirada y, luego y si es que cabe, realizar el análisis comparado: llevar a cabo comparaciones entre resultados producidos en distintos países.

Con la descentralización de algunas administraciones estatales, como ocurre en España, la dinámica ha descendido a regiones o territorios subestatales, constituyéndose en unidades (sociedades) el específico conjunto de personas que residen en el territorio administrado por estas unidades fruto de la descentralización. El argumento básico para llevar a cabo estas acciones es la particularidad -cultural, social, económica, etc.- de cada una de sociedades. Justificación fuerte en las ciencias sociales, difícilmente rebatible de manera concluyente, de manera que lo que sirvió para fomentar los estudios sociales de las unidades sociedad-nación-estado, sirve también para promover los estudios de desagregaciones territoriales.

Sin embargo, tales nacionalismos y localismos metodológicos se están erigiendo en problema para la observación de fenómenos derivados de la globalización, como puso de relieve hace unos años Ulrich Beck, quien fue el que acuñó el término de nacionalismo metodológico. Quienes se dedican al estudio de los movimientos migratorios han llamado especialmente la atención sobre este problema. Algo que intenta superarse con la colaboración en proyectos comunes de grupos de investigación ubicados en distintos territorios, en distintos países, cuando existen instituciones destinadas a fomentar tales proyectos de investigación conjuntos, como es el caso de los programas de la Unión Europea. Así, no sólo se aúnan esfuerzos, sino que se crea el marco para el cambio de perspectiva en la observación empírica.

En España hay actualmente más de ciento setenta organismos dedicados a la investigación del agua. Pero, ¿hasta qué punto se solapan las investigaciones de unos y otros?

Algo que es relativamente justificable en las ciencias sociales, como las variaciones culturales en función de tradiciones y marcos sociales de origen distintos, parece más discutible en el ámbito de las ciencias naturales. Vaya por delante mi ignorancia al respecto; pero creo que, en lo fundamental, los distintos materiales sólidos, líquidos y gaseosos son muy similares a lo largo de la mayor parte del mundo. Así, los resultados de investigaciones en un lugar del mundo son aplicables a la mayor parte del resto de partes del mundo. De aquí, la importancia de la publicación -debidamente evaluados los resultados por la comunidad científica experta- de esas investigaciones; y, por otro lado, la profunda expansión de la lógica de la especialización de los centros de investigación. Cada centro de alta investigación científica en el mundo aspira a ser el único en su campo, alistando en sus filas a los mejores talentos en tal campo en todo el mundo, con independencia del país de origen. Es, también, una forma de obtener una mayor eficiencia en unos recursos que, para la investigación, siempre son escasos. Sobre todo en un contexto de crisis económica.

Cuando el sentido de la institucionalización de la ciencia -e incluso el sentido común- parece dirigido a tal eficiencia, nos encontramos con algún escenario un tanto sorprendente en nuestro país. Pondré el ejemplo de la investigación sobre el agua, campo esencial desde todos los puntos de vista. Pues bien, en España hay actualmente más de ciento setenta organismos dedicados a la investigación del agua. Cada uno, con sus propios recursos, profundizando en el conocimiento de tan importante campo; pero, ¿hasta qué punto se solapan las investigaciones de unos y otros? ¿Estarán investigando lo mismo en distintos territorios o, incluso, dentro del mismo territorio, pero vinculados orgánicamente los centros de investigación a distintas instituciones? ¿Se coordina toda esta investigación? ¿Se da suficiente publicidad a sus resultados, al menos dentro de tal comunidad experta, para que no se repitan estudios? Me temo que las respuestas a estas preguntas no van en la misma dirección. El propio Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha puesto de relieve la falta de coordinación entre estos centros de cara a la investigación.

Si esto ocurre en un solo país, ¿Qué es lo que ocurrirá en los niveles supranacionales? ¿No se estarán derrochando recursos para investigar el mantenimiento de un recurso tan fundamental como el agua? Tal vez sea la hora de superar los localismos y nacionalismos metodológicos en la investigación.