Devorar la vida...

Devorar la vida...

En sí, el deseo, al contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. La solución de los utopistas consiste en extinguir el deseo y el sufrimiento que provoca. En el extremo opuesto, la sociedad erótico-publicitaria en la que vivimos se empeña en organizar el deseo, en aumentar el deseo en proporciones inauditas. Para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.

En nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto.

Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la "ley del mercado" [...]

[...] En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad.

Algunos ganan en ambos tableros; otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, mucha agitación...

Cuando es recíproco, el deseo es una trama, urdida por dos, y enfrenta o desafía todas las otras tramas que determinan al mundo. Es una conspiración de dos.

El propósito es ofrecerle al otro un respiro que aplace el dolor del mundo. No la felicidad (¡!), pero sí un respiro que alivia al cuerpo del riesgo enorme de sufrir dolor.

En todo deseo hay compasión y hay apetito; ambos, no importa su proporción relativa, se entretejen. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera seres sin heridas en este mundo, vivirían sin deseo [...]

[...] El deseo promete liberarnos. Sin embargo, eximirnos del orden natural existente es equivalente a desaparecer. Y es eso precisamente lo que el deseo propone en su punto de mayor éxtasis: desvanezcámonos.

[ Fotografías: durante el Festival Erótico de Barcelona (octubre de 2014), a través de una Nikon D810 y un 24/70mm f/2.8. ]

[Citas: las reflexiones son del lúcido y cínico Michel Houllebecq, de las novelas Ampliación del campo de batalla y Las partículas elementales. Las últimas, sobre el deseo, del imprescindible John Berger en su ensayo Con la esperanza entre los dientes. ]

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