Construyendo memoria con las víctimas

Construyendo memoria con las víctimas

La memoria de la víctima hace que el relato no pueda ser neutral, porque siempre habrá alguien que asesinó y alguien que fue asesinado. Y siempre habrá quienes apoyaron el asesinato y quienes resistieron, o resistimos.

La construcción de la memoria de lo acontecido en el País Vasco en los últimos 50 años es una labor crucial. Y la presencia de las víctimas del terrorismo debe de ser central a la hora de construir el relato, de mantener la memoria ¿Por qué?

Porque constituye la denuncia más nítida del horror sufrido y de la iniquidad de los victimarios. Porque deslegitima ética, social y políticamente el proyecto que pretendían imponer por la fuerza: un proyecto totalitario y excluyente. Porque contribuye a la no repetición. Porque, con su actitud de respeto al Estado de Derecho y a los valores de verdad, justicia y reparación pueden contribuir de forma muy importante a la futura convivencia. Porque permite construir desde el rechazo y la deslegitimación del horror, una convivencia basada en los valores éticos y principios democráticos que el terrorismo pretendió destruir y que son, precisamente los valores centrales de la convivencia. Porque es una exigencia de responsabilidades a todos aquellos a los que no alcance el Código Penal y porque es la única reparación que podemos ofrecer a los asesinados.

Tras el cese definitivo del terrorismo de ETA nos planteamos dos retos: El primero es el de su disolución definitiva e incondicional, y el segundo es de la construcción de la convivencia en paz, libertad e igualdad Convivencia que hay que cimentar sobre la memoria de las víctimas.

La memoria está definida en la Ley de Víctimas del Parlamento Vasco como un derecho compartido por las víctimas y por la sociedad. Y la cuestión no es baladí. No lo es porque cuando ETA y cualquier otro grupo terrorista atenta, no lo hace solo sobre la víctima directa, el asesinado, sino que busca el desistimiento del conjunto de la sociedad a través del miedo que provoca el asesinato frío y alevoso.

Y es muy importante, como hace dicha ley, unir la memoria con el significado político de las víctimas. Un significado político que no tiene relación con la opción política que pudieran tener las víctimas en vida, aunque la selección de las víctimas no haya sido aleatoria.

El significado político de las víctimas viene dado por la intención política de sus victimarios. Y en el caso de ETA su intención era la de imponer mediante el terror un proyecto político totalitario y excluyente. Y es muy importante en el caso que nos ocupa subrayar los dos términos, porque podría pensarse que bastaría el concepto totalitario, ya que incluye el concepto de exclusión de todo aquel que no está con los totalizadores.

Y no es así en Euskadi, donde la exclusión tiene diferentes grados. Va desde la eliminación física, el asesinato, pasa por la necesidad de exilio para sobrevivir, hasta llegar a la distinción entre nacionalidad y ciudadanía, felizmente decaída, y en la que algunos seríamos extranjeros en nuestra propia tierra, tierra en la que existirían vascos de primera, los abertzales y de segunda, los que no lo somos. O dicho de forma más llana: como los alemanes en Mallorca.

La memoria de las víctimas, su visibilidad, es fundamental para deslegitimar el terrorismo. Porque su presencia convierte la ekintza en un asesinato vil y cobarde y al gudari en lo que es, en el asesino de una víctima inocente.

La memoria de la víctima hace que el relato no pueda ser neutral, porque siempre habrá alguien que asesinó y alguien que fue asesinado. Y siempre habrá quienes apoyaron el asesinato y quienes resistieron, o resistimos.

Y también habrá quien miró para otro lado, unos por miedo al victimario y otros por indiferencia hacia la víctima. Indiferencia que no es privativa hacia las víctimas del terrorismo, sino que es trasversal a otros sufrimientos injustos que se hayan producido en el contexto de la violencia de ETA. Y en muchos casos no se sabe dónde termina el miedo y dónde comienza la indiferencia. Y dónde hay que colocar la comodidad. Suele decir Kepa Aulestia que hemos padecido un terrorismo del bienestar. Hemos sufrido una mezcla de bienestar, miedo e indiferencia. Muy importante tenerlo en cuenta para no equivocar el alivio que se ha instalado en la sociedad vasca tras el 20 de Octubre, con la superación de los problemas de convivencia.

La memoria constituye a mi juicio la única forma de reparación que podemos ofrecer a los asesinados. Podemos reparar moral y materialmente a los supervivientes, a los heridos y a los familiares de los asesinados, pero no a estos últimos.

Y la memoria de las víctimas no puede olvidar a ninguna. Y como dicen las leyes de víctimas, en el País Vasco la responsabilidad sustancial es de ETA, pero tenemos que reconocer que también ha habido víctimas del GAL del BVE, de la AAA u otros grupos de extrema derecha. Y con la connotación que hay victimarios que también han sido víctimas: como Argala y Melitón Manzanas.

Y tampoco podemos, ni debemos olvidar que ante el horror de ETA, con las prácticas policiales propias de una dictadura, ante la mala dotación y preparación para la lucha antiterrorista de una policía que venía del franquismo, hubo víctimas inocentes por abusos de algunos funcionarios públicos, fundamentalmente en el tardofranquismo y en los primeros años de la Transición. Y tenemos que actuar ante ello sin equiparar lo que no es equiparable y rechazando la teoría del conflicto como justificación del terrorismo, pero reconociendo y reparando los errores cometidos.

Esta actitud no sólo es necesaria para la futura convivencia, sino que constituye un elemento que incrementa la legitimidad de nuestro Estado de Derecho.

En definitiva, tenemos que construir de cara al futuro una memoria colectiva, inclusiva y no neutral.