La infancia también existe

La infancia también existe

Da igual que estemos atravesando una epidemia de bronquiolitis que colapsa centros de salud, urgencias y hospitales con sus UCIs a rebosar. No importa que las consultas de primaria se vean desbordadas por la incipiente gripe que este año no importa si es A o B. Donde estén unas declaraciones de los Hernandos o Errejón, que se quite la infancia.

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Imagen: ISTOCK

Debo reconocer que en estos tiempos convulsos es complicado para un pediatra colar un artículo que ofrezca algo de interés en un medio generalista y prestigioso como este. La gran parte de la actualidad en prensa escrita, televisión y radio, y no digamos en Internet, la copan la política y los pactos. En muchos encontramos verdaderos debates de alto nivel político, y en otros, tan solo el ventilador de la porquería delictiva que nos unta cada día con la vergüenza de lo que hicieron mientras estaban en el poder dando lecciones a la población.

Ya ni el fútbol consigue rellenar espacios como antes: el atlético pincha y no es portada, porque interesa más lo que haya dicho este u otro político tirando de argumentario acordado por los responsables de... ¿política? No, de marketing del partido.

Primero fue Cataluña. Ahora, es el Gobierno estatal el que se debate entre lo viejo y lo nuevo, o lo que no es tan nuevo. El caso es que entre unas cosas y otras el espacio para un humilde pediatra y sus cosas no encuentra hueco. No digo que mi editor no me apruebe lo que le mando, no, es que yo no veo el lugar para colocar el mensaje. Da igual que estemos atravesando una epidemia de bronquiolitis que colapsa centros de salud, urgencias y hospitales con sus UCIs a rebosar. No importa que las consultas de primaria se vean desbordadas por la incipiente gripe que este año no importa si es A o B. Donde estén unas declaraciones de los Hernandos o Errejón, que se quite la infancia.

¿Infancia dije? Leía el otro día al maestro Xavier Allué reflexionando en su blog pediatría social cómo en estos tiempos tenemos que agradecer tanto a Carolina Bescansa como a Francisco Rivera sus gestos para que se hable de niños y se les visualice. O de lo que a raíz de esto publicaba, con la prensa alemana mofándose de cómo en España se pone de moda llevar los niños al trabajo. Gesto de agradecer a Bescansa, y para recriminar a la tradición más rancia y bárbara del toreo. Pero son dos escasos momentos donde el foco de la prensa ha bajado del olimpo político para fijarse en la infancia.

No he visto en el debate catalán, ni ahora en el nacional, ninguna propuesta o proyecto de ley que se refiera a la infancia (es verdad que a otras cosas tampoco, pero cada uno que arríe o ice su vela). Nadie, ningún partido o líder político en ningún medio afín o enemigo ha pronunciado una palabra a favor de la infancia. No he visto ninguna propuesta por la conciliación real, más allá de las palabras grandilocuentes, ni por la pobreza infantil real, ni la mejora en áreas de mi día a día, como es la recuperación de lo perdido en los recortes en cuanto a atención temprana a la diferencia y discapacidad. Es doloroso ver cómo el síndrome de Down mejora de repente y disminuye en la valoración de la ley de dependencia, para darle menos recursos. O cómo faltan vacunas en los centros de salud por una política nefasta en su control y distribución, una gestión del miedo que permite que se trapichee y se haga contrabando con vacunas que tienen todavía mucho que demostrar en cuanto a eficacia, como la meningitis B, o en idoneidad en cuanto a la fecha de aplicación, como la varicela.

La infancia y la juventud tienen problemas que no se hacen visibles y que pasan a muy segundo o tercer plano.

De estímulos laborales y salariales para los profesionales dedicados ni hablamos.

Un ejemplo: mi compañero está de baja de larga duración y se suceden contratos de no menos cinco profesionales diferentes, pediatras y no pediatras, para cubrir el hueco. Se dice que no hay suplentes, que nadie quiere el puesto vacío. Pero, ¿qué se ofrece? Contratos basura, días sueltos, contratos de lunes, miércoles y viernes -por lo que un mes de trabajo se convierte en doce días de sueldo: todo un ahorro-. Y espero que no creáis que esto estimula ni al maltratado suplente ni a mí, que tengo que hacer el resto de los días gratis y con el doble de agenda.

¿Horas extras remuneradas? Eso desapareció junto con los otros recortes hace tiempo, pero no me quejo de eso, jamás me he quejado. Tengo la gran suerte de que me paguen por algo que me gusta hacer. Mi queja ya la transmití en otro artículo mío: mi empresa no me mima, nadie me da ni siquiera una palmadita en la espalda para agradecérmelo. Casi tengo que agradecer que me ignoren mis jefes, no sea que me caiga algo encima que no me guste.

La infancia y la juventud tienen problemas que no se hacen visibles y que pasan a muy segundo o tercer plano. Los divulgadores nos vemos como Podemos en el parlamento, mirando desde las alturas lo que ocurre. Pero no quería desperdiciar con mi silencio este hueco que El Huffington Post me ofrece. Gracias.