Otro dos de mayo para la historia

Otro dos de mayo para la historia

Este dos de mayo, fecha límite para tener un presidente del Gobierno, podría significar el carpetazo final al despotismo, a la distancia y a las faltas de respeto hacia los representados politicos o la perpetuación de una realidad que significaría la vuelta al letargo indulgente como sistema político nacional.

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Desde 1808, el dos de mayo es un día marcado en el calendario patrio. La que esta llamada a ser la legislatura más breve de la democracia Española también quiere ser participe de la historia misma, 208 años después.

Aún está por decidirse si será un día de celebración de la vergonzante clase política española -que se apropia de todo lo que puede para auto-legitimizarse- o de la rabia y el auto-respeto que raras veces se profesa la adormecida población. Este dos de Mayo podría significar el carpetazo final al despotismo, a la distancia y a las faltas de respeto hacia los representados políticos o la perpetuación de una realidad que significaría la vuelta al letargo indulgente, propio del estilo de vida mediterráneo, como sistema político nacional. Sin embargo, las escenas que se ven dan poco lugar al optimismo y se acercan más al esperpento y al autismo.. Todos los partidos principales son culpables y ahí van algunos de los episodios más bananeros de los últimos cuatro meses:

Sospechosos habituales:

Lo primero es lo primero, un Gobierno en funciones que ha eludido sistemáticamente el control parlamentario, no asistiendo a ninguna sesión de control. Incluso este martes, en el pleno, sus escaños estuvieron vacíos, enseñándole el trasero institucional al Parlamento y a la voluntad ciudadana general. Por si esto fuera poco, la reciente (y, desde mi punto de vista, muy poco accidental) desviación del déficit parece responder a un intento desesperado por condicionar la acción de un futuro Gobierno sin el PP, donde los automatismos europeos impondrán recortes, aun cuando la voluntad popular nacional ha optado por alejarse de la austeridad. Se escenifica así la rabieta de los populares porque nadie quiere jugar con ellos.

Como cómplice, el partido propuesto por el jefe de Estado para hacer Gobierno sigue diciendo Diego donde dijo Digo, haciendo ostentación del adulterio, ejercicios de retórica para vender como virtud la mutabilidad de los programas electorales, y faltando a la responsabilidad política con sus votantes. La excusa de la gobernabilidad no puede valer para sostener a la democracia. Al menos, no debería si queremos seguir llamando a la democracia por el mismo nombre.

Complices por acción u omisión:

Sobre la nueva política, algunos diputados como Juan Carlos Girauta, se rasgan las vestiduras proclamando en pos de este previamente mencionado respeto, criticando el tacticismo y la omisión activa del Gobierno en funciones, mientras utilizando un discurso ventajista deja conscientemente fuera de la diputación permanente del congreso -un mini-congreso de guardia- a los representantes de seis millones de votantes. Podemos, ingenuos ellos, les comieron la tostada. Y es que Podemos tampoco ha estado a la altura de lo que sus votantes esperaban. Ya solo les queda la pataleta como forma de acción política en esta legislatura, lo que deja de agua de borrajas la materialización del 15M en partido político a día de hoy.

Los del síndrome de Estocolmo:

Queda entonces en mano de los ciudadanos, a través de las futuras elecciones y del propio empoderamiento, elegir el resultado de la historia. Mientras algunos luchan a diario desde sus puestos de trabajo contra los clichés de una España bananera y de pandereta, los políticos españoles, secundados por otros muchos ciudadanos, disparan tópicos sobre la caraja y la desdemocracia española como monos con metralleta.

Es obligación de todos pertrecharnos de unos politicos más dignos que eviten que, como hace 208 años, tengamos que salir a la calle navaja en ristre, que Daoiz y Velarde -que ahora guardan las puertas del Congreso- se tengan que volver a levantar y que contribuyan a una mejor imagen de los españoles, que no necesariamente de España, para consigo mismos, con Europa y el mundo.