Cómo he aprendido a hablar en público

Cómo he aprendido a hablar en público

Soy tímida y no es cosa de un día. Aun después de mis años de colegio e instituto, hablar en público sigue siendo una proeza para mí. Recuerdo que cada vez que el profesor repasaba la lista de alumnos antes de anunciar el nombre de la persona que tenía que salir a la pizarra, quería que me tragase la tierra.

Pretty, young business woman giving a presentation in a conference/meeting setting (shallow DOF; color toned image)ViktorCap via Getty Images

Soy tímida y no es cosa de un día. Aun después de mis años de colegio e instituto, conseguir hablar en público sigue siendo una proeza para mí. Recuerdo desear que la tierra me tragase cuando el profesor de turno repasaba la lista de alumnos antes de anunciar el nombre de la persona que tenía que salir a la pizarra. Yo me sabía la lección (era una buena estudiante), pero me paralizaba el miedo y el hecho de que todos me miraran y se me olvidaba todo. Balbuceaba los primeros cinco minutos, me ruborizaba en cuanto decía algo, temblaba y se me hacía un nudo en el estómago.

Afortunadamente, con el paso del tiempo, he aprendido algunos trucos y he seguido consejos que me han permitido ganar confianza en mí misma y atreverme a soltarme cuando hablo en público.

Siguiendo la recomendación de uno de mis profesores del instituto, me inscribí en un grupo de teatro que para fin de curso daba dos funciones para financiar un viaje de estudios. Me adapté rápidamente: me encantó aprenderme los diálogos de la obra Doctor Knock de Jules Romains, los ensayos con mis compañeros, la emoción, que aumentaba a medida que se acercaba la fecha de estreno... La noche del estreno, el director nos propuso realizar unos ejercicios de relajación que se basaban en la respiración abdominal. Me daba miedo subirme al escenario: ¿cómo una tímida como yo iba a conseguir hablar delante de todas esas familias? Respiré hondo y me subí. Durante los primeros minutos, no se me entendía mucho, pero a medida que avanzaba la obra, fui ganando confianza y metiéndome en mi papel. El público ya no existía, estaba frente a los demás personajes de la obra y esos instantes fueron mágicos. Por fin sentí que había florecido.

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Ehhh... pueees... mmmm... Ilustración © Les créas de Nono

No he vuelto a retomar mi experiencia teatral por falta de tiempo. Seguí mis estudios, me gradué y me lancé a la búsqueda de trabajo. Después de trabajar en cosas que no se correspondían con mis estudios (freelance en una agencia publicitaria, vendedora de armarios para una cadena de bricolaje, asistenta de instalación de cocinas, auxiliar administrativo en diversas empresas, trabajadora en la agencia de empleo francesa...) pero que me permitían sobrevivir, por fin encontré el puesto que tanto había esperado.

Mi trabajo consistía en aconsejar a las personas en la búsqueda de empleo o en la elaboración de un proyecto profesional. Me formé para hablar con ellos de manera individual, para reformular ideas, para escuchar y para utilizar la empatía.

Estuve varios años sin hacer entrevistas individuales. Entonces, un día, cuando me reincorporé tras mi baja por maternidad, fui consciente de mi planificación y descubrí el "Grupo Objetivo Proyecto Entorno". ¡Qué buena idea! Estaba acostumbrada a un nivel de cualificación más bajo y a que los supervisores me presentaran como muy exigente en cuanto a la calidad de la intervención. Fue volver por todo lo alto. De todos modos, sé el trabajo que hay que hacer, sé cómo llevar a cabo los proyectos, conozco las técnicas de búsqueda de empleo y por eso soy capaz de... Sí, en teoría soy capaz, pero en la práctica no se puede improvisar. Sin un mínimo de conocimientos sobre la gestión de un grupo de trabajo, ¡estamos abocados al desastre!

Saqué rápidamente mis libros de Piaget sobre la dinámica de grupos pequeños, estudié a fondo los documentos disponibles sobre la animación de grupo, hablé con mis colegas...

Dormí mal la noche anterior al primer día con el grupo, estaba estresada y nerviosa... A pesar de todo lo que había leído, todavía no me sentía preparada y, por lo tanto, necesitaba retarme a mí misma... Cuando llegué a la sala, 15 personas fijaron su mirada en mí. En ese momento, pensé en los ejercicios de respiración abdominal y me lancé. Era consciente de que todas las personas que se encontraban delante mí tenían buenas intenciones. Estaban allí por algo: querían elaborar un proyecto profesional y encontrar las soluciones para poder volver al mundo laboral.

Pasé tres meses trabajando con este grupo una vez por semana. Si os dijera que lloré cuando tuve que despedirme porque este grupo me permitió empezar en el mundo del trabajo comunitario, ¿me creeríais? Es cierto. Continué ayudando a que grupos de entre 12 y 15 personas adquirieran experiencia práctica sobre el terreno.

Ahora que ya había superado ese primer obstáculo, tenía más confianza en mí misma. Podría continuar mi aprendizaje de hablar en público participando en coloquios, seminarios y grupos de trabajo.

Entonces, un día asistí a una reunión que iba a congregar a más de 50 personas. El orador informó de que el ponente iba a llegar tarde y que había que llenar el tiempo de alguna forma. De repente, se fijó en mí, se acercó y me dijo: "Mientras tanto, vamos a aprovechar este rato para que nos expliques la estructura de tu trabajo y lo que haces". Me dejó un micrófono. Me levanté, me giré y me encontré con la cara de todas esas personas que me miraban fijamente... En ese momento, hablo, tartamudeo, farfullo, no encuentro las palabras, noto que mi discurso es incoherente... Cuando acabé mi presentación, todos me aplaudieron y el orador me dio las gracias por las claras explicaciones que había dado sobre nuestro trabajo.

Entonces, me di cuenta de que para hablar en público no se puede improvisar. Incluso cuando no está previsto que intervengas, alguien te puede dar la palabra (o más bien obligarte). Me faltaba algo, unas bases, unos consejos o una metodología.

Como sabía que me faltaba algo a la hora de hablar en público, que me estresaba y que tenía miedo de perder esa habilidad, le pedí a mi jefe que me inscribiera en un curso para aprender a hablar en público. Desgraciadamente, el cupo de plazas de los cursos estaba lleno, pero pude apuntarme a uno online a distancia.

Este curso me enseñó que una intervención pública no se puede improvisar, se tiene que preparar. Podemos proyectar unas diapositivas de PowerPoint como forma de apoyo (pero no se leen, ¡se comentan!).

He asistido a muchos cursos de metodología para preparar un discurso, para organizarse, para encontrar maneras de calmar los nervios... ¿Eso significa que ya me siento cómoda hablando en público? ¡En absoluto! Todavía tengo un nudo en el estómago en la víspera de mi intervención, miedo de olvidar las cosas, de no acordarme de mi presentación, de tartamudear... En resumen: no, no me siento cómoda.

Mi último reto consistió en hablar en público delante de 100 personas. Nunca he querido saber el número exacto de personas que asisten a mis presentaciones, no quiero ponerme más nerviosa.

Preparé esta charla durante varias semanas. Escribí en una hoja lo que diría al final, los elementos clave que tenía que mencionar... Un PowerPoint me permitía no perder el hilo y que todo fuera coherente. Iba a tener a 100 personas delante, lo cual no es muy habitual (al menos para mí). Siempre paso por un momento de angustia al subirme al escenario antes de comenzar a hablar. Los comienzos siempre son difíciles, ¡pero nada es imposible!

En esa intervención en público me encontraba sola frente a los participantes en un escenario. Empecé con mi presentación fijando la mirada en dos o tres personas repartidas en distintos puntos de la sala para centrar mi atención en ellos. Poco a poco, fui capaz de ir mirando al resto del público. Sentía confianza, los oyentes prestaban atención a mis palabras y, poco a poco, me fui relajando. Me sentí más cómoda. El discurso era más fluido, lento y seguro. Cuando acabé, me sentía bien, hasta el punto de que había recuperado esa sensación de haber florecido. Me vino muy bien.

La preparación es esencial. No se trata de aprender el discurso entero de memoria porque, por lo general, cuando se habla en público es sobre un tema que se conoce bien o que se domina. Por lo tanto, lo que me ayuda de verdad es ese hilo conductor, esa hoja de ruta que me guía paso a paso.

También pienso en respirar y, antes de hablar, apoyo bien los pies, adopto una postura de confianza, con los hombros hacia atrás para aumentar el volumen de aire del pecho. La respiración es esencial a la hora de hablar.

Cuando tengo que hablar en público, si miro a toda la sala y a todo el mundo, me bloqueo y no puedo empezar. Es entonces cuando recuerdo este consejo: busca a una persona que parezca amable y que sonría y empieza a hablar dirigiéndote a ella. Seguir este consejo tranquiliza y, a menudo, esa persona se muestra receptiva y asiente con la cabeza cuando está de acuerdo con tus palabras.

Confía en ti mismo. Sí, es muy fácil de decir, pero si se empieza pensando que una presentación no va a salir bien, es probable que sea así. Si partimos de la confianza en uno mismo (conozco este tema y el público es amable), disminuyen el estrés y los nervios, aunque balbuceemos un poco al principio.

¡Recuerda que el público es amable! Está allí para escuchar, no para juzgar.

Y, por último, ¡atrévete!

He hecho presentaciones antes de reuniones para sentirme más cómoda. He hablado con diferentes personas que tienen el mismo hábito que yo y todos están de acuerdo: ¡se aprende con la práctica! Algunos tienen instructores (profesores de teatro, de canto, de conducta...), se someten a terapias de relajación, hacen yoga... Uno de ellos me dijo que toma betabloqueantes en las situaciones de nervios o estrés. Cada uno tiene sus propios trucos para sentir seguridad y atreverse a hablar en público.

Otro gran paso para mí fue enfrentarme a una cámara. No es que tenga la intención de cambiar de profesión y adentrarme en el mundo del cine, pero es lo que pasa cuando se tiene que participar en entrevistas grabadas. Nunca es fácil comportarse de manera natural delante de una cámara (al menos para mí), así que voy a proponerme nuevos retos y a fijar mi próximo objetivo.

¿Ya te has decidido a empezar a hablar en público? ¿En qué circunstancias? ¿Cómo te fue? ¿Qué recomiendas?

Este post también ha sido publicado en el blog Egalimère.

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Este post fue publicado con anterioridad en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Irene de Andrés Armenteros.

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