Carta a los padres de Jacob Tremblay

Carta a los padres de Jacob Tremblay

Jacob antes de ser una estrella llena de talento es un niño. Un niño de nueve años y eso es lo que tiene que seguir siendo. No dejéis que se pierda esta etapa por estar en un mundo de mayores, no dejéis que viva antes de tiempo, no dejéis que se convierta en vuestra nueva fuente de ingresos y no dejéis que sea el trampolín que os catapulte a la fama.

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Escribo esta carta según llego de ver en el cine La habitación. Lo primero que quiero deciros es enhorabuena: tenéis un hijo con un talento único. Jacob tiene un don innato para la interpretación y el director Lenny Abrahamson ha sabido hacerlo brillar como nunca en esta película.

En casi dos horas (118 minutos para ser exactos), Jacob es capaz de hacer llorar, de hacer reír, de emocionar, de ilusionar... es capaz de todo sin resultar empalagoso ni ñoño. Con su menos de metro y medio de estatura, se come la gran pantalla y mira de tú a tú a la oscarizada Brie Larson. Normal que el 14 de enero muchos se preguntasen por qué no estaba su nombre entre los de los actores nominados en la 88ª edición de los Oscar.

Pero antes de ver la película, Jacob ya me había conquistado como había conquistado a otros muchos, incluidas grandes estrellas de Hollywood como Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Johnny Depp o Lady Gaga. Jacob nos metió a todos en el minibolsillo de su esmoquin de Armani con su discurso en los Critic's Choice Awards, con su baile de celebración en la fiesta de después de la gala, con su/vuestra divertida cuenta de Instagram, con los calcetines de Darth Vader que llevó a los Oscar, con la cara de admiración con la que miró a Sofia Vergara al posar juntos (pero no revueltos) en la alfombra roja, con la ilusión que mostró al ver a R2D2, C3PO y BB8 sobre el escenario del Dolby Theatre, con la emoción con la que abrazó a Brie Larson al oír a Eddie Redmayne pronunciar su nombre... y, sobre todo, con su espontaneidad.

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Jacob Tremblay, en la alfombra roja de los Oscar, y abrazando a Brie Larson durante la gala.

Porque no hay que olvidar, sobre todo vosotros dos, que Jacob antes de ser una estrella llena de talento es un niño. Un niño de nueve años y eso es lo que tiene que seguir siendo. No dejéis que se pierda esta etapa por estar en un mundo de mayores, no dejéis que viva antes de tiempo, no dejéis que se convierta en vuestra nueva fuente de ingresos y no dejéis que sea el trampolín que os catapulte a la fama.

Dejad que sea vuestro hijo mediano y vosotros sed sus padres. Como me decía hace unos años el psiquiatra Paulino Castells, de la Asociación Española de Pediatría (AEP), vuestro papel aquí es apoyarlo y mantener sus pies en el suelo. No hace falta que le digáis todos los días que es el mejor, habrá mucha gente que se encargue de ello. Vosotros haced de Jacob un niño normal. "Hay millones de ejemplos de jóvenes entronizados que acaban mal", me decía Castells hablando de pequeños deportistas de élite, pero bien podríamos extrapolarlo a pequeños actores de Hollywood o pequeñas estrellas de la canción.

Me viene a la cabeza ejemplos como el de Macaulay Culkin, que se convirtió en el niño de Solo en casa cuando tenía un año más que Jacob. Él también fue una estrella de la red carpet, también entregó premios en galas, él también hacía entrevistas en televisión... él también era adorable, pero se torció y sus padres (especialmente su padre Kit Culkin) tuvieron mucho que ver. Algo parecido pasó con Miley Cyrus y, antes de reconducir su camino y su carrera, Drew Barrymore pasó por una complicadísima infancia que incluyó capítulos como problemas con el alcohol a los 11 años, adicción a las drogas a los 12 y con 15 pidió emanciparse de sus padres, que estaban tratando de sacar de ella el máximo beneficio económico que podían.

Y como éstos se me ocurren muchos más ejemplos de una fama temprana mal gestionada/utilizada por los progenitores. Es el caso de Lindsay Lohan (Tú a Londres y yo a California), Haley Joel Osment (El sexto sentido) o incluso de River Phoenix (Cuenta conmigo). El hermano mayor de Joaquin, que tuvo que ser sostén económico de su familia, acabó enganchado a las drogas y el alcohol hasta que todo terminó en la puerta de la discoteca Viper Room de Los Angeles el 31 de octubre de 1993.

No es que todo niño artista acabe en drama pero hay demasiados ejemplos. Muchos juguetes rotos en la historia del cine y un solo Jacob. Dejemos que siga siendo así.