El sexo no es un deporte

El sexo no es un deporte

Últimamente se oye mucho la expresión "practicar sexo", que suena a practicar tiro con arco o jugar a la petanca. También se hacen afirmaciones como que el sexo es bueno para la salud porque quema calorías y activa la circulación, que es bueno para la ansiedad y el estrés, e incluso para la piel.

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Val d'Ossau, Pirineos. Foto: JJ/MI.

Últimamente se oye mucho la expresión "practicar sexo", que suena a practicar tiro con arco o jugar a la petanca. También se hacen afirmaciones como que el sexo es bueno para la salud porque quema calorías y activa la circulación, que es bueno para la ansiedad y el estrés, e incluso para la piel. Los encuentros sexuales pueden tener algunos de estos efectos, también diez minutos de ejercicio físico moderado los tiene, pero el sexo no se puede reducir a una mera actividad física, porque las implicaciones personales, emocionales, son enormes, aunque muchos no las conozcan. Cuando además se hacen afirmaciones como que elimina el estrés o la ansiedad, es una invitación a utilizar a otra persona para beneficio propio, y esto no es sano psicológicamente para nadie.

Además de los denominados trastornos sexuales, parafilias y disfunciones sexuales, los conflictos derivados de la sexualidad son cada vez más habituales, y el sufrimiento respecto a este tema es muy común. A la consulta llegan, por ejemplo, parejas agotadas psicológicamente por haber tratado de salvar su relación a través de aprender nuevas técnicas amatorias. Es triste ver su angustia por el esfuerzo emocional que han realizado en algo que estaba abocado al fracaso. O parejas que decidieron tener una relación "abierta", mantener relaciones sexuales con otras personas, y que llegan a la consulta con graves conflictos emocionales. Evidentemente, los problemas de pareja no mejoran "practicando" sexo, sino entendiendo y resolviendo dichos problemas.

Muchas personas se esfuerzan por racionalizar la sexualidad, tratando de convencerse de que es un mero entretenimiento, un "pasarlo bien" sin más trascendencia. Cada uno puede elegir vivir su vida como mejor le parezca, pero la verdadera elección se da cuando se conocen todas las implicaciones de lo que uno elige. Si nos ofrecen una bebida refrescante, somos libres de tomarla o no, pero si esa bebida lleva alguna sustancia estupefaciente y no lo sabemos, la decisión ya no es del todo libre porque desconocemos una parte importante de lo que ocurre. En el caso del sexo, el gran desconocido son las implicaciones psicológicas y emocionales que conlleva, además de que la persecución del placer desestabiliza psicológica y emocionalmente. El extremo es la adicción al sexo.

De la represión sexual a la confusión sexual

La confusión en estos días es enorme. Hay un amplio desconocimiento de las consecuencias y efectos psicológicos de "practicar" sexo. Afirmar, por ejemplo, que la sexualidad es beneficiosa porque quema calorías, es como decir que adoptar un hijo es entretenido, o que salvar vidas en un terremoto tonifica los músculos. El egocentrismo derivado de estas afirmaciones indica un gran desconocimiento de la profundidad emocional del ser humano.

En las últimas décadas, se ha pasado de la represión sexual a la confusión sexual. El análisis superficial y el desconocimiento de la realidad sexual, está generando mucho sufrimiento. Actualmente se está exacerbando la sexualidad sin comprender ni explicar bien sus implicaciones psicológicas.

Otro error muy común en este sentido, es compararnos con los animales para explicar o justificar ciertos comportamientos sexuales o de otro tipo. No somos bonobos, no nos desparasitamos y nos comemos los piojos de nuestra pareja, debemos mirar hacia adelante en la escala evolutiva, no hacia atrás.

En una buena relación no debe primar el sexo, sino el afecto

Otros casos con no menos sufrimiento, a pesar de lo que puedan decir en público, son los de las personas que han creído que el sexo era poco menos que la fuente de la felicidad. Nada más lejos de la realidad. Se puede disfrutar de una buena comida, preparada con buenos alimentos, sanos, elaborados con cariño, en buena compañía. Sin embargo, refugiarse en el placer de comer, perseguir ese placer, se convertirá en una esclavitud, en una fuente de malestar.

De igual manera, las relaciones sexuales pueden ser un encuentro armonioso si se dan además otras circunstancias, como la confianza, la comunicación, buenos sentimientos, respeto mutuo..., el aspecto físico no tendrá importancia en unas relaciones sexuales armoniosas donde se produce una comunión entre dos personas, no entre dos cuerpos. Pero cuando se utiliza la sexualidad como fuente de placer, para escapar de los problemas, o como forma de reafirmarse, de conquista personal, o para desahogarse, inevitablemente se convertirá en una obsesión, en una esclavitud, en una fuente de dolor. Con la sexualidad mal entendida se pueden expresar incluso las emociones más negativas del ser humano, tales como la agresividad, el afán de dominación o la venganza. Por tanto, no es la sexualidad lo que es bueno, sino los buenos sentimientos, vayan acompañados de sexualidad o sin ella.

Otras veces, el problema es la idea de la frecuencia con que tienen que darse las relaciones sexuales. Muchas personas llegan a creer que si no son deseados sexualmente, es porque no son valiosos, se sienten rechazados, tienen miedo a no sentirse queridos, confunden su cuerpo con ellos mismos, y el amor con la sexualidad.

En una buena relación no debe primar el sexo, sino el afecto. Y si no hay amor en la pareja, hay que entender cuál es el problema y resolverlo, o bien replantearse la relación. Las relaciones sexuales por si solas no dan estabilidad emocional, pues el placer es pasajero. El afecto, el respeto, el amor, es lo que producirán bienestar y estabilidad emocional duradera.