El cáncer se está llevando el cuerpo de mi madre, pero nunca podrá quitármela

El cáncer se está llevando el cuerpo de mi madre, pero nunca podrá quitármela

El cáncer no puede consumir su amor por mí y mis hermanos, el orgullo que siente por lo que hemos conseguido, o sus esperanzas o sueños sobre nuestro futuro. El cáncer no puede arrancar los recuerdos que tengo de ella y de nuestra familia, las vacaciones, las voces raras que ponía al leernos cuentos...

Hace unas semanas estaba paseando por York, algo que hago a menudo. Fui a una tienda de regalos de esas que venden de todo (las hay a puñados en York). Buscaba algo bastante específico, así que me estaba tomando mi tiempo mirando todos los expositores, cuando de repente vi una señal que decía: "Las mejores mamás serán las mejores abuelas".

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Sentí una patada en el estómago y tuve que salir de la tienda antes de que me deshiciera en un mar de lágrimas sobre el suelo. Mientras caminaba por la ciudad aguantando el llanto, no pude evitar sentir ira por la injusticia del cáncer en general y del cáncer de mi madre en particular. Mi madre es fantástica, y sería una abuela increíble. Además, le encantaría serlo. Durante las últimas semanas ha tejido tres chaquetitas para bebé para los posibles/futuros hijos de mi hermano y míos. Así tendreamos algo "de la abuelita" para regalarles.

Casi todos los días veo algo que mamá no va a tener o no va a poder hacer y me entran ganas de llorar. Como cuando voy al supermercado y me doy cuenta de que ya no volverá a hacer la compra con nosotros; o viendo en Facebook las fotos de la graduación de alguien con sus orgullosos padres al lado, o al salir de mi examen teórico de conducir; en todo momento, me pongo a pensar en lo que haríamos si mamá estuviera bien, como irnos al Starbucks a por un frappuccino y a sentarnos a criticar sin maldad a la gente que va camino de Primark a comprarse algún caprichillo.

A menudo, oigo decir cosas como "no puedo creer lo bien que estás llevando todo esto", "lo estás haciendo muy bien" o "por tus estados de Facebook, no podría imaginar que algo así está pasando". No me molestan estos comentarios porque, en general, lo estamos llevando bien y mi Facebook no es un púlpito donde explicar el proceso de la enfermedad de mamá, porque yo tengo que continuar con mi vida. Lo que no quiere decir que nunca me cabree esta injusticia ni que no quiera darle un puñetazo a la pared.

Durante el verano, hago de niñera de dos niños maravillosos. Tienen siete y cinco años, y llevo cuidando de ellos dos años durante las vacaciones escolares. Es el mejor trabajo que se me ocurre en esta etapa de mi vida, porque es tan divertido como gratificante. Ayer mismo hicimos en el horno un bizcocho de limón (¡a petición de ellos!), y hoy hemos ido a montar en bici al parque, luego nos montamos en los columpios y jugamos a ser James Bond mientras rodábamos por el césped y dábamos vueltas en una cosa que daba vueltas. Entonces, empecé a comerme la cabeza otra vez.

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Como conozco a los chicos desde hace mucho y pasamos mucho tiempo juntos durante las vacaciones, tenemos una relación bastante buena. Los abrazo, me abrazan, jugamos a pegarnos, reímos, nos gastamos bromas y, en general, disfrutamos de nuestra compañía. No son mis hijos (a pesar de que muchos de los trabajadores del museo me llamaban "mamá"), pero están siendo un buen entrenamiento para cuando tenga los míos propios.

Mamá fue la que me enseñó a hacer bizcochos cuando era pequeña. Se pasaba horas enseñándome a usar la batidora, a romper los huevos y a recordar varias recetas. Enseñar a los chicos a cocinar bizcochos es un placer. Además, mejoran cada vez que lo hacemos y, todo hay que decirlo, ya lo hacen bastante bien. Cocinar ahora me gusta tanto como cuando tenía su edad. Ir al parque es algo que también hacía mucho con mis padres cuando era niña. No puedo contar las horas que habrán pasado empujándome en el balancín o ayudándome a trepar por las pirámides de cuerdas.

Toda mi forma de ser con los niños y los trucos que les enseño vienen de mis experiencias y de mi propia educación, en gran parte, gracias a mis padres. Probablemente mamá no esté ahí físicamente si alguna vez tengo hijos, y probablemente no pueda rogarle que me haga algún favorcillo cuidando de los críos cuando vea que me falta el sueño. Pero hay tantísimo de mamá en mí, ha influido tanto en la persona que soy ahora que, de alguna forma, por pequeña que pueda ser, ella seguirá ahí. Y esto es algo que el cáncer nunca podrá quitarme.

Cada vez que permita a uno de los niños que chupe el mejunje de turno del cuenco de la batidora, estarán recibiendo un poco de la pasión por la cocina de mamá. Cada vez que parezca que van a salir volando con un columpio, estarán experimentando a través de mí un poco del amor de mi madre por los parques. Cada vez que estén haciendo alguna manualidad, espero que sientan algo de la paciencia que tenía mamá cuando yo me embarcaba en alguna actividad de ese tipo; algo de lo que yo también me tendré que acordar cuando me toque planchar innumerables monerías hechas con las cuentas de Hama Beads o cuando la casa esté repleta de bolitas de pulseras.

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Es posible que el cáncer se esté llevando el cuerpo de mamá, pero nunca me dejará sin ella. Nunca se llevará todas las cosas que me ha enseñado, el impacto que está dejando en el mundo de la medicina o la impresión que ha causado en todas las personas que ha conocido.

El cáncer no puede consumir su amor por mí y mis hermanos, el orgullo que siente por nuestros logros o sus esperanzas o sueños sobre nuestro futuro. El cáncer no puede arrancar los recuerdos que tengo de ella y de nuestra familia, las vacaciones, los paseos por el campo y las voces raras que ponía cuando leíamos cuentos antes de dormir.

El cáncer no tiene ningún sentido en un nivel emocional, y no creo que sea algo que llegue a comprender realmente. Pero cuando me veo de culo en el suelo en mitad del parque porque acabo de perder una fantástica batalla contra dos niños adorables, entonces sé que mamá, con su actitud desprendida y su disposición a hacer cualquier cosa por sus tres hijos, sin importar lo tonta que pueda parecer..., entonces sé que, a través de mí, siempre estará conmigo.

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Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno

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