Plantar cara al acoso

Plantar cara al acoso

Todas las semanas, desde que comenzó este siglo, nos enteramos de que algún joven se ha suicidado porque no ha podido soportar todas las presiones que le asediaban. La doble tragedia es que, como gran parte de ese acoso se produce a través de internet, es menos visible que el acoso de otras épocas pasadas.

La vida no tiene por qué ser fácil. Y no todos tenemos dotes diplomáticas. No hay más que ver el tipo de correos y mensajes que recibo de vez en cuando.

"Neelie Kroes es una vieja zorra burócrata".

"Tu estupidez ya es demasiada. ¡LÁRGATE!"

"Eres una idiota delirante que se engaña a sí misma. Tan ridícula como Don Quijote, pero sin el mismo encanto".

"Cuando Neelie tenía 198 años, los romanos estaban todavía en el poder".

"Siempre supe que esa zorra era fea".

No me preocupan por mí. Son desagradables, sí, y a menudo sexistas. Pero después de ser una figura pública durante más de 40 años, no me los tomo como algo personal, y tengo un equipo que me apoya.

Ahora bien, cuando tienes 13 años, o 16, o 20, ese tipo de frases deja cicatrices.

Y pueden tener consecuencias terribles. Cuando una persona es joven y la acusan de ser algo que no es, o la critican por ser algo que es, es más fácil tener reacciones radicales.

Demasiado alta, demasiado baja, demasiado gorda, delgada, fea, superflua o insegura de su sitio en el mundo. Todos los jóvenes piensan esas cosas en algún momento, incluidos nuestros hijos y nuestros nietos.

Los acosadores se aprovechan de eso. Es el instrumento de unas personas débiles que se ensañan con otras personas aún más vulnerables. Y empuja a muchos jóvenes a cortarse con una cuchilla, vomitar, abandonar sus sueños, vivir una mentira o quitarse la vida.

Todas las semanas, desde que comenzó este siglo, nos enteramos de que algún joven se ha suicidado porque no ha podido soportar todas las presiones que le asediaban.

La doble tragedia es que, como gran parte de ese acoso se produce a través de internet, es menos visible que el acoso de otras épocas pasadas. Pero también nos resulta más fácil saber la dimensión de la tragedia y sentir el dolor de los jóvenes y sus familias cuando dejan detrás un desgarrador mensaje escrito o en vídeo sobre los acosos y las pesadillas de las que no han podido librarse.

Tenemos que esforzarnos más por acabar con esto. Es difícil, pero eso no es excusa para mirar hacia otro lado ni darse por vencidos. No lo haría nadie cuando su propio hijo fuera el que estuviera en peligro.

Sin embargo, un padre no puede estar en todas partes a la vez. Así que es crucial que nuestros jóvenes aprendan a plantar cara y protegerse a sí mismos, tanto en la red como en la vida real. Es fundamental que tengan personas con las que hablar. Y que les digamos que, cuando lleguen a ser adultos independientes, verán que la vida es mejor, aunque no sea más sencilla.

El hecho de que la vida no sea fácil no quiere decir que debamos hacerla más difícil. Y debemos ayudar a cualquiera que sufra a manos de estos acosadores.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia