Historias de mujeres

Historias de mujeres

La mayoría de las narraciones de Marian Izaguirre son como esas muñecas que esconden otras muñecas debajo y éstas, a su vez, otras más pequeñas. Es decir, historias que remiten a otras historias, unidas por un hilo que las entrelaza a todas con suma maestría y delicadeza.

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La mayoría de las narraciones de Marian Izaguirre son como esas muñecas que esconden otras muñecas debajo y éstas, a su vez, otras más pequeñas. Es decir, historias que remiten a otras historias (que, en este caso, el de la literatura, a diferencia de las muñecas, no tienen que ser necesariamente más pequeñas que las anteriores y, de hecho, no lo son), y que todas ellas están unidas por una especie de sutil pero contundente hilo que las entrelaza a todas con suma maestría y delicadeza.

Es también el caso de su nueva novela, Cuando los hombres aparecen, que acaba de publicar la editorial Lumen. Historias de mujeres que nos llevan a otras historias de mujeres. Cada una de ellas, con sus particularidades, con sus dificultades, con sus riesgos, con sus misterios, con sus vaivenes, con sus fragilidades, con sus temores, con su luminosidad. Con todo lo bueno y lo menos bueno que hay en cada vida, independientemente de los años que les hayan tocado vivir. Secretos, confidencias, peligros, decepciones, incertidumbres, voces que susurran y voces que hablan claro. Y también voces que no pueden expresarse más que a través de un papel. Voces de diferentes mujeres. Mujeres de diferentes épocas. La trama está urdida. Las historias, de un modo férreo y preciso, anudadas por ese hilo que mencionaba antes.

Vamos hacia atrás y hacia delante en el tiempo con estas mujeres, pero nunca nos perdemos porque la estructura -el hilo, el hilo- es consistente. En la sencillez del lenguaje, despojado de toda retórica, encuentra Izaguirre otro de sus aliados. La vida, en un tiempo y en otro, fluye. Pasan muchas cosas. Amores, desamores, expectativas, huidas... Las historias nos conmueven. Todas ellas. Queremos saber más de esas vidas. Y seguimos leyendo, ajenos a los relojes, porque hay algo en la prosa de esta escritora bilbaína que te atrapa irremediablemente.

Ocurrió así con otras novelas suyas y con aquellos fabulosos relatos recogidos en La reina de Chipre. (No todos los buenos novelistas consiguen serlo también de relatos: Marian, sí. Por eso esperamos nuevas entregas suyas de historias cortas). Ocurre aquí de nuevo, en esta excelente novela, en la que se encuentra abundante material para ser adaptado al cine. En estas historias de mujeres (¡cómo ha logrado la autora que sintamos desde el primer momento una inevitable fascinación por Ángela Dennistoun, esa mujer que tanto se parece a la joven Brigitte Bardot!). Que -quizá, ay, conviene señalarlo- no van dirigidas únicamente a mujeres. Lo dejamos claro.

Puede que estemos ante la mejor novela de Marian Izaguirre hasta el momento.